Cualquiera que haya leído algo
sobre conductas sociales de vinculación, sabrá que buscamos
la compañía, la presencia, los comportamientos concretos de
aquellos con quienes nos sentimos vinculados, es decir,
aquellos que suscitan en nosotros emociones placenteras. Las
gratificaciones eficaces varían, en parte, con la edad.
Uno, desde hace varios meses, asiste tres o cuatro días a la
semana a una peña que está a punto de cumplir su primer año
de existencia. La bautizaron con el nombre de la Peña del
ladrillo e hicieron presidenta a Elena Sánchez,
nuestra siempre recordada señora aragonesa. Los cimientos de
esta tertulia pertenecen al mundo de la construcción: en
ella se dan cita arquitectos, aparejadores, ingenieros
técnicos, etc. Pero las puertas pronto se abrieron para
quienes comprobamos que en ella se puede hablar de todo y
nadie se siente coartado a la hora de expresar sus
opiniones.
Lo cual no quiere decir que los contertulios repartamos
amenes a discreción. En absoluto. Si hay que tocarle un
aviso a alguien se le toca y si hay que sacarle de dudas se
le saca y si cabe replicarle no a su discurso se hace con la
mayor naturalidad. Pero siempre presidido todo por el buen
ambiente y el convencimiento de que quienes frecuentamos La
Tasca de Pedro -donde se asienta la peña-, pasada ya la hora
vaga de mediodía y la abandonamos cuando la tarde empieza a
ser adulta, no asistimos a la reunión para sonsacar
pareceres que puedan ser tergiversados al contarse en sitio
donde el poder asienta sus reales y desea tenor ojos y
oídos, en cuantos más lugares mejor.
De no ser así, uno no hablaría, por ejemplo, de las
anécdotas que ha vivido junto a Juan Vivas y
otros personajes de la ciudad. O tampoco se atrevería a
contar hechos que, pasado el tiempo, han perdido ya su
vigencia de desencuentros y están revestidos de una pátina
de humor que invita a relatarlos con su cuota de
exageración, para que el personal ría a tumba abierta, si
así se tercia.
En la Peña del ladrillo, por si no lo saben, solemos
intercambiar cromos. En ocasiones, varios de los repetidos
son canjeados por uno de mediana importancia y con ese
ejercicio ponemos a funcionar el caletre con una tarea
distinta a la que cada cual desempeña habitualmente. Una
actividad de enorme utilidad en todos los aspectos, pero de
valor incalculable en cuanto a tener un concepto claro de
cómo marchan las cosas en una ciudad cada día más hermosa y
donde la calidad de vida es superior a muchas otras.
No hace falta decir que las conversaciones, en estos días,
priman sobre el Mundial. Y, desde luego, en este aspecto no
les quepa la menor duda de que quien imparte lecciones es el
menda. Aunque mis lecciones van siempre muy explicadas y
acompañadas de diagramas aparecidos en servilletas que
debieran ser guardadas para la posteridad. Lo digo, porque
en esta tertulia tengo bula para hablar de fútbol cada vez
que a mí se me antoje. Y los contertulios se han ganado mi
aprecio, de manera rotunda, por el sacrificio que hacen
aguantándome Cierto que, de vez en cuando, los pongo a
prueba y los dejo de visitar durante varios días. Algo que
sucede de muy tarde en tarde, pero que me suele confirmar lo
bien que me han aceptado. Puesto que nada más reincorporarme
me reciben con muestras evidentes de haberme echado de
menos. En lo tocante a pagar, en la peña cada cual aporta la
misma cantidad de euros; sin atenerse a lo consumido
individualmente. Pronto se va a celebrar su primer
aniversario. El deseo general de los peñistas es invitar al
presidente de la Ciudad a una comida. Yo lo espero,
impaciente, para contarle esa retahíla de desencuentros que
hemos tenido. ¿Será posible?
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