Hace ya pechá de años yo fui una
de las españolas-es que voté llena de ilusión una
Constitución que reconocía derechos y libertades y que fue
redactada por expertos juristas entre ellos mi admirado
Manuel Fraga Iribarne “don Manuel”, con quien tantas
jornadas de penurias compartí en la primera sede de Alianza
Popular, un destartalado y mísero edificio situado
perpendicular a la Gran Vía madrileña en la calle Silva nº23,
nada que ver con la ostentosa sede actual en Génova 13.
Voté “si” porque comprendí que la evolución era necesaria y
que había un anhelo por las libertades ,sobre todo por parte
de nosotros, los jóvenes, que habíamos sido ferozmente
puteados en las facultades por la temible policía social
“los sociales” y que pedíamos a gritos libertad sin ira. Eso
si, sin que ellos significara por parte de los míos el tener
que hacer una especie de verbena para celebrar el retorno
del carnicerito de Paracuellos, Santiago Carrillo, que era
una ofensa para la memoria de los cien mil cristianos
asesinados, la quema de conventos e iglesias, el patrimonio
cultural destruido por los bestias y las checas. Mala cosa
las checas, de allí salieron para ser ejecutados la mitad de
los jóvenes estudiantes universitarios de derecho de Madrid,
entre ellos mi tío Lorenzo Iniesta de veinte años que reposa
en algún lugar de Paracuellos, hecho por el que no he de
morir sin escupirle en la cara a Don Santiago Carrillo y
estarle metiendo collejas hasta que me pida perdón. Me
disculpen, yo soy de esa leche y recuerdo las palabras de mi
Padre cuando dice “Allí donde están vuestras aspiraciones,
vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de
vuestro encuentro cotidiano con Cristo” Y sé y siento que,
dándole de collejas a Carrillo cumpliré mis aspiraciones de
vengar a mis cien mil correligionarios muertos y no es que
padezca una hemofilia política que me impida curar viejas
heridas y que estas sigan sangrando,no. Es cuestión de
dignidad. Será que al Rey, la hacienda y la vida se han de
dar, pero el honor, es patrimonio del alma y el alma solo es
de Dios.
En una palabra voté aunque, la Constitución siempre me ha
parecido cojitranqui, ya que, reconoce muchos derechos, como
el de tener acceso a una vivienda digna (se olvida de añadir
que siempre que se esté de acuerdo en estar de por vida
pagando una hipoteca y empobrecidos por la usura bancaria),
como el de libertad de expresión y de opinión, menos en lo
relativo a la desintegración de España con el mamarracherío
de las naciones que proliferan por doquier y también el
periodista especializado en Casas Reales Jaime Peñafiel
tiene que ser cauto a la hora de afirmar que, el compañero
sentimental de Erika, la hermana pequeña de Leticia Ortiz y
que aparece en todas las fotos oficiales en plan cuñadísimo
era barrendero del ayuntamiento de Madrid, los Reyes y el
Barrendero, parece el título de una opereta, es muy fashion
y muy democrático ¿O es que ustedes son unos pijos que
tienen algo en contra de los barrenderos? Pues mi padre
nunca llegó a tan noble oficio al servicio de las
instituciones municipales, sino que hizo el bachillerato
estudiando apuntes al tiempo que cuidaba las cabras propias
y los guarros de un vecino y le llamaban amablemente
“Luisico el cabrero” o “Luisico el guarrero” y no hubo
estudiante más aplicado, porque es verdad que, el hambre,
agudiza el ingenio.
¿Qué aclare lo de la Constitución cojitranqui? Si. Nuestra
carta Magna no reconoce nuestro derecho primordial, esencial
y fundamentalísimo, el sagrado derecho de todos los
españoles a ser felices. Y la felicidad consiste, según
Rojas Marcos en el cumplimiento de las expectativas, por
ello no comprendo el estupor de determinados lectores cuando
comentan que, servidora “dice lo que piensa” por supuesto
¿Qué quieren ustedes que diga? Mi pensamiento es libre, me
lo otorga la Ley, mi opinión es libre, también derecho
consagrado y mi expresión es más libre aún, porque me lo
permiten la Carta magna, mi editor que es perita y mi
director que ha mamado del Humanismo renacentista y lo único
que me pide es que use y abuse de nuestro bellísimo idioma
español, ese que hablamos cuatrocientos millones de
criaturas, ese en el que rezamos, amamos y nos comunicamos
con el Universo. Para el tema del idioma Antonio el director
es muy pureta, para el resto respeta mis sagradas libertades
y entiende, como yo entiendo, que cuando digo que los
nacionalistas que quieren desintegrar España son unos
mierdas, unos traidorzuelos hediondos y unos mamones, no
estoy descalificando, sino calificando con rigor y como
cristiana, cumpliendo con mi obligación ética y moral de
decir siempre la verdad e intentar vivir santamente la vida
ordinaria, que es lo que me ha enseñado mi padre San
Josemaría Escrivá.
Nuestra Carta Magna consagra y estimula nuestro derecho a la
sinceridad y, entre líneas consagra nuestro derecho a hablar
sin miedo a represalias, puteos o venganzas sibilinas.
Porque, si sentimos miedo a decir lo que pensamos ¿Dónde
están las libertades? Si nos pueden castigar por expresar
nuestra opinión ¿Dónde empiezan y acaban los derechos que
votamos?.
Solo pido a los gobernantes sinceridad y coherencia, que
modifiquen la Constitución para reconocer nuestro sagrado
derecho, no solo a ser felices, sino a vivir sin miedo y
que, los Poderosos, nos estén más cercanos, les juro que
nosotros, el pueblo, somos muy buena gente y no mordemos.
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