Casi trescientos jóvenes ceutíes
se enfrentan entre hoy y mañana a la ‘temible’ selectividad
tras concluir el obligatorio bachillerato. Unas jornadas
donde los estudiantes de nuestra ciudad afectados por este
examen final han apurado hasta el último minuto para llegar
con ciertas garantías a la reválida que implica el hecho de
concluir con éxito este trámite.
Ceuta, casi como el resto del territorio español cuenta con
un porcentaje similar de aprobados, esto es, un ochenta por
ciento. De seguir así la dinámica prevista serán unos
cuarenta los alumnos que no superarán el cuestionario de
repaso a todo el bachiller.
Poco más de doscientos setenta alumnos serán los que
intenten superar la prueba. Quizá una cifra inferior al
censo estudiantil que se le supone a una población cuya base
piramidal es tan sumamente ancha.
El llamado fracaso escolar que incide fundamentalmente en la
población estudiantil de la denominada ESO y que tiene
especial trascendencia en el número de jóvenes que accede al
bachiller, por cuanto la cifra decrece ostensiblemente, es
una de las grandes asignaturas pendientes de la
Administración que, en estos momentos, prepara estrategias
de cara a solventar este claro problema.
Es obvio que Ceuta, como seguramente Melilla y, por
extensión, todas aquéllas poblaciones o regiones españolas
donde se encuentren estudiantes cuya lengua materna no sea
el castellano pese a que vivan o hayan nacido en España,
deben disponer de unos objetivos a cumplir probablemente
distintos al que por regla general pueda establecerse para
el programa educativo habitual. Quizá haya que plantearse,
en edades de infantil y primaria otros objetivos en los que
básicamente se busque el dominio del castellano antes de
cualquier otro (francés, inglés...).
Ampliar el número de chavales que accedan a la universidad
es un gran objetivo.
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