Alrededor de 25 grados de temperatura. No más allá de un
metro de la orilla. Y, en su mayoría, niños y adolescentes.
Ayer a mediodía, la playa del Chorrillo estaba repleta de
gente, pero el calor apretaba y se fue vaciando conforme
pasaba la tarde. Algunas personas se animaban tímidamente a
adentrarse en el mar, pero, en general, no pasaron de mojar
los pies. De nuevo, había ‘aguavivas’ a pie de playa. La
visión contrastó con el resultado que se esperaba tras
iniciar la instalación de la gran malla anti medusas. El
pionero sistema preventivo se vio afectado por el pequeño
tamaño de los organismos. Circunstancia que les permitió
‘colarse’ entre las redes y acceder a la zona de baño.
Las cifras hablan por si solas. Alrededor de las seis de la
tarde, el servicio de socorrismo de la Cruz Roja que trabaja
en el Chorrillo había atendido 22 casos de picaduras de
medusas. De hecho, desde el día 1 de junio, se ha venido
repitiendo un número similar de bañistas que habían entrado
en contacto con ‘aguavivas’. Eso sin contar los casos que se
produjeron entre marzo y abril, cuando los técnicos de Medio
Ambiente de la Ciudad Autónoma fueron conscientes del arribo
de una nueva plaga de medusas.
Funcionalidad
Los socorristas que atienden a los bañistas consideran que
la malla no es “suficientemente efectiva” porque no se han
reducido las incidencias. “Este verano, con red o sin ella,
se registrará el mismo índice de picaduras que el año
pasado”, auguró uno de los trabajadores de Cruz Roja. “No
hay manera de frenarlas”, añadió un compañero.
Mientras tanto, la colocación de la malla prosigue su curso
y el control de los efectos medioambientales correrá a cargo
de ‘Septem Nostra’. Llega el turno de la Ribera.
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