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OPINIÓN - SÁBADO, 17 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

¡Qué grande es el fútbol!
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

El porvenir de España está en las manos de Luis Aragonés y sus chicos. ¿Quién le iba a decir al ‘Sabio de Hortaleza’ que, a estas alturas de su vida, cuando le molesta hasta que una mosca se pose en su cuerpo, su buen bajío puede ser el mejor antídoto contra los particularismos y los nacionalismos, propiciados por catalanes y vascos, catetos de alto copete y con peligro más que sordo, que no quieren formar parte de ningún proyecto común con las demás regiones?

Bien es verdad que el proyecto común, desde hace tiempo, reside en la Comunidad Europea y en eso que llaman la globalización; pero está claro que, por encima de ambas cosas, manda el fútbol, impera el fútbol: un deporte universal que ha vuelto a demostrar, cuatro años después, su fuerza para aunar voluntades y despertar patriotismos arrumbados en los desvanes.

Flamean las banderas españolas por doquier y los españoles acuden al campo alemán con los colores rojo y gualda (Lázaro Carreter, maestro, no digo gualdo para no tener que dar explicaciones), pintarrajeados donde más les place. ¡Qué bien que hayan arrinconado los prejuicios de ser españoles! Por más que Cánovas dijera, creo yo que en un momento de decepción manifiesta, que era español quien no podía ser otra cosa.

Y mucho mejor que la gente, (harta ya de enfrentamientos verbales entre los políticos y cansada de soportar los insultos de Carod-Rovira y las amenazas de ETA con volver a las andadas del tiro en la nuca si acaso no se accede a sus peticiones), sólo viva pensando que el próximo lunes España volverá a ganar y que lo hará a lo grande.

Los defensores del fútbol están de enhorabuena. Y no cesan de recordarnos el enorme favor que le está prestando, en estos momentos, a una nación cuyos políticos llevan tiempo empeñados en poner a los ciudadanos al borde de la histeria y dispuestos a darse garrotazos tan contundentes como los inmortalizados por Goya.

¿Quién sabe si a Luis Aragonés, burlanga perdedor a quien, según Raúl del Pozo, otro jugador empedernido, le tocan las palmas los empleados del casino de Torrelodones cuando gana, la diosa Fortuna ha decidido pagarle a partir de ahora con creces lo que le ha venido quitando como jugador de azar? No sería mala cosa que el seleccionador estuviera en estado de gracia y todas sus decisiones, de aquí al final del Mundial, fueran sabias y ganadoras y se convirtiera en un Midas futbolístico. Un dios, lo más parecido a Fernando Fernán Gómez, y a quien los españoles tendríamos que aguantar sus salidas de tono y su inveterado mal genio.

Que para mí le nace cuando los aficionados del Atlético le culpaban de las derrotas si no jugaba bien y le otorgaban los éxitos del equipo a la buena labor de Adelardo y silenciaban la suya. Una injusticia que Luis nunca ha digerido y que la cuenta entre amigos y, sobre todo, la lloraba muchas noches de farras a la vera de su gran amigo Pepín Cabrales: un gaditano con mucho arte y con quien se veía en “Los borrachos de Velázquez”.

España atraviesa un momento delicado: recuerden, si no, de qué manera reciben a los políticos del PP en tierras catalanas. Y cómo los terroristas presumen de sus fechorías asesinas, ante los jueces encargados de juzgarlos. Los españoles necesitamos olvidarnos, aunque sea durante estos días, de tanta mentira y violencia, y de las iras de quienes quieren meternos el miedo en el cuerpo con sus ideas trasnochadas. Pero necesitamos que la selección permanezca en Alemania hasta el último día del certamen. Estamos, pues, en las manos de Luis Aragonés. Un técnico veterano, y burlanga perdedor. Y todo, como siempre, por medio del fútbol. ¡Qué grandeza de deporte!
 

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