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OPINIÓN - VIERNES, 16 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ

Mea culpa
 


Nuria Van Den Berghe
nuriavandenberghe
@elpueblodeceuta.com
 

Y el que esté libre de pecado, que tire la primera piedra…Hoy estoy bíblica y contadora de historias, así, que en torno al delito, que es el tema del articulillo de esta modesta escribidora empezaré con una anécdota real, que tiene a mi compadre Salvori, alias el Chusco, como protagonista voluntario ya que me ha dado expresamente su venia para referirla.

Resulta que Salvori salió de cumplir del Puerto y a sus treinta y pocos años decidió convertirse en un gitanito cabal, con aspiraciones de patriarca de los suyos, así que pidió hablar con mi padre, Luisico, que no en vano es pata negra y tiene una edad de respeto, que son ochenta largos años muy vividos y muy padecidos. Vino en busca de consejo “Me diga usté señor Luí, porque quiero trabajá y me gusta el comprá y el vendé, pero no en mercadillo, sino coches y amotos y si no poné un bar” A mi padre le pareció una idea sensata lo del bar y el Salvori fantaseó “Le voy a poné “Er Chusco” y al primero que venga de chulo lo meto en el maletero de mi coshe, lo llevo a los montes, le meto palo hasta que le guela el lomo a ajos y lo dejo allí en pelotas ¡No véas!” Mi padre tragó saliva “Bueno, ejem, no es exactamente la idea que tengo yo de llevar un negocio de hostelería, yo le recomendaría a usted dedicarse mejor a la compraventa de vehículos”Mi compadre se ufanó “¡Eso é perita! Y a mi la gente me paga, porque si no me pagan les abro er pecho y les saco los purmones”Mi padre, que es un hombre muy religioso y que, más que hablar pontifica, suspiró “Me parece, amigo Chusco, que el buen Dios le ha llamado a usted por el camino de la delincuencia…”.

Y es cierto, existimos seres, muy políticamente incorrectos que, a veces, disfrutamos con las pequeñas transgresiones, como con el título del último disco de Sabina “Carretera y top manta” que ha indignado a esa vieja reliquia del pasado que es Ramoncín, un tipo que, a nivel musical, está más solo que un pimiento en lo alto el aceite. ¿Qué quieren que les diga? A mi la Sociedad general de Autores me importa un carajo y prefiero mil veces comprar en el top manta, donde al menos doy de comer a unas pobres criaturas, que enriquecer aún más a unos gandules que, sin más méritos que hacer gorgoritos se forran los cojones de doblones de oro. No soporto el famoseo, no aguanto los excesos de riqueza de unos músicos o unos cantantes que se limitan a berrear frente a la escasez endémica de nuestros jóvenes científicos e investigadores, que malviven con becas de mierda y llegan a fin de mes dando clases a los niños de la ESO, o tienen que emigrar para que les valoren, perdiéndose con ellos los grandes cerebros de nuestra Patria. No lo comprendo ni lo admito, unos tiparracos en calzón corto dejándose los higadillos tras un balón y esas fortunas que equivaldrían al presupuesto de muchas universidades para investigación. El sistema es una puta porquería, con perdón de la palabra y yo me rebelo como buenamente puedo y siento, es decir, favoreciendo a los que me están y me son más cercanos.

Llega el sábado o el domingo, días en los que me permito sabadear o dominguear y alargarme a la playa que hay a la vera de mi casita que se llama Villa Solita y está llena de grietas en sus muros centenarios. Allí, en el paseo marítimo de Pedregalejo que, les juro a ustedes, ni es Puerto Banús ni se asemeja a nada peregrinamente glamouroso, sino que se trata de un lugar marinero y de barrio, con gentes que nos asentamos en las terracitas, las patiperras a enseñar muslamen a ver si se ligan a algún maromo de gimnasio, los paleños a lucir cadenones de oro con la imagen de Nuestro Padre Jesús Cautivo y los maricaplayas a exhibir pelos afro y tangas de diseñador de padre desconocido. Servidora pide un café largo y disfruta de la brisa y de los atardeceres opalescentes de esta Málaga marinera, pasan los mendigos rumanos a ver si se distrae una cartera, pasan los músicos ambulantes presumiendo de feroz contaminación acústica, pasan mis paisas, los moritos, cargados de ropas y de alfombras, nos saludamos porque nos conocemos y llegan los senegaleses, con expresión furtiva, más renegríos aún si cabe por las largas jornadas bajo el cruel sol de junio en las playas malagueñas, ellos venden discos pirateados y yo les compro, Siempre, aunque sea para regalar, porque hay poca música que me guste, pero les compro por principios, por joder a los autores, por quitarles de ganar un euro a los privilegiados, compro por joder en el más amplio sentido de la palabra.

Además si puedo doy directamente por el culo a los del bar, porque si veo que el negro en cuestión va sudandito como un pollo, la criaturita, le invito a tomar algo fresco y siempre piden fanta de naranja porque es lo que más les gusta y no quieren sentarse sino tomarla de pie, para no molestar, por temor a ofendernos a los de la terraza, que se lo juro, somos auténticos merdellones de barrio, nada de pijos ni de señoritos ¿Por qué coño nos iba a molestar que un negro que se busca la vida por las calles, sin hacer mal a nadie honrado se siente y sorba su naranjada? Yo me comunico en francés y los del bar tuercen un poco el morro ¡se vaya a ofender su distinguida clientela con los cadenones de oro con la cabeza de Camarón! Pero nadie rechista, aquí, en el Palo somos de esa leche y el negrata bebe su fanta mientras yo hago algún comentario informal y ojeo la mercancía para quedarme con tres o cuatro discos al voleo, para regalarlos, porque a mi me gusta la canción española y la copla y ellos piratean cosas de moderneces. Un pasón espiritual, mea culpa, comprar en el top manta, será que, como a mi compadre el Chusco, el buen Dios también me ha llamado por el camino de la delincuencia.
 

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