Y el que esté libre de pecado, que
tire la primera piedra…Hoy estoy bíblica y contadora de
historias, así, que en torno al delito, que es el tema del
articulillo de esta modesta escribidora empezaré con una
anécdota real, que tiene a mi compadre Salvori, alias el
Chusco, como protagonista voluntario ya que me ha dado
expresamente su venia para referirla.
Resulta que Salvori salió de cumplir del Puerto y a sus
treinta y pocos años decidió convertirse en un gitanito
cabal, con aspiraciones de patriarca de los suyos, así que
pidió hablar con mi padre, Luisico, que no en vano es pata
negra y tiene una edad de respeto, que son ochenta largos
años muy vividos y muy padecidos. Vino en busca de consejo
“Me diga usté señor Luí, porque quiero trabajá y me gusta el
comprá y el vendé, pero no en mercadillo, sino coches y
amotos y si no poné un bar” A mi padre le pareció una idea
sensata lo del bar y el Salvori fantaseó “Le voy a poné “Er
Chusco” y al primero que venga de chulo lo meto en el
maletero de mi coshe, lo llevo a los montes, le meto palo
hasta que le guela el lomo a ajos y lo dejo allí en pelotas
¡No véas!” Mi padre tragó saliva “Bueno, ejem, no es
exactamente la idea que tengo yo de llevar un negocio de
hostelería, yo le recomendaría a usted dedicarse mejor a la
compraventa de vehículos”Mi compadre se ufanó “¡Eso é
perita! Y a mi la gente me paga, porque si no me pagan les
abro er pecho y les saco los purmones”Mi padre, que es un
hombre muy religioso y que, más que hablar pontifica,
suspiró “Me parece, amigo Chusco, que el buen Dios le ha
llamado a usted por el camino de la delincuencia…”.
Y es cierto, existimos seres, muy políticamente incorrectos
que, a veces, disfrutamos con las pequeñas transgresiones,
como con el título del último disco de Sabina “Carretera y
top manta” que ha indignado a esa vieja reliquia del pasado
que es Ramoncín, un tipo que, a nivel musical, está más solo
que un pimiento en lo alto el aceite. ¿Qué quieren que les
diga? A mi la Sociedad general de Autores me importa un
carajo y prefiero mil veces comprar en el top manta, donde
al menos doy de comer a unas pobres criaturas, que
enriquecer aún más a unos gandules que, sin más méritos que
hacer gorgoritos se forran los cojones de doblones de oro.
No soporto el famoseo, no aguanto los excesos de riqueza de
unos músicos o unos cantantes que se limitan a berrear
frente a la escasez endémica de nuestros jóvenes científicos
e investigadores, que malviven con becas de mierda y llegan
a fin de mes dando clases a los niños de la ESO, o tienen
que emigrar para que les valoren, perdiéndose con ellos los
grandes cerebros de nuestra Patria. No lo comprendo ni lo
admito, unos tiparracos en calzón corto dejándose los
higadillos tras un balón y esas fortunas que equivaldrían al
presupuesto de muchas universidades para investigación. El
sistema es una puta porquería, con perdón de la palabra y yo
me rebelo como buenamente puedo y siento, es decir,
favoreciendo a los que me están y me son más cercanos.
Llega el sábado o el domingo, días en los que me permito
sabadear o dominguear y alargarme a la playa que hay a la
vera de mi casita que se llama Villa Solita y está llena de
grietas en sus muros centenarios. Allí, en el paseo marítimo
de Pedregalejo que, les juro a ustedes, ni es Puerto Banús
ni se asemeja a nada peregrinamente glamouroso, sino que se
trata de un lugar marinero y de barrio, con gentes que nos
asentamos en las terracitas, las patiperras a enseñar
muslamen a ver si se ligan a algún maromo de gimnasio, los
paleños a lucir cadenones de oro con la imagen de Nuestro
Padre Jesús Cautivo y los maricaplayas a exhibir pelos afro
y tangas de diseñador de padre desconocido. Servidora pide
un café largo y disfruta de la brisa y de los atardeceres
opalescentes de esta Málaga marinera, pasan los mendigos
rumanos a ver si se distrae una cartera, pasan los músicos
ambulantes presumiendo de feroz contaminación acústica,
pasan mis paisas, los moritos, cargados de ropas y de
alfombras, nos saludamos porque nos conocemos y llegan los
senegaleses, con expresión furtiva, más renegríos aún si
cabe por las largas jornadas bajo el cruel sol de junio en
las playas malagueñas, ellos venden discos pirateados y yo
les compro, Siempre, aunque sea para regalar, porque hay
poca música que me guste, pero les compro por principios,
por joder a los autores, por quitarles de ganar un euro a
los privilegiados, compro por joder en el más amplio sentido
de la palabra.
Además si puedo doy directamente por el culo a los del bar,
porque si veo que el negro en cuestión va sudandito como un
pollo, la criaturita, le invito a tomar algo fresco y
siempre piden fanta de naranja porque es lo que más les
gusta y no quieren sentarse sino tomarla de pie, para no
molestar, por temor a ofendernos a los de la terraza, que se
lo juro, somos auténticos merdellones de barrio, nada de
pijos ni de señoritos ¿Por qué coño nos iba a molestar que
un negro que se busca la vida por las calles, sin hacer mal
a nadie honrado se siente y sorba su naranjada? Yo me
comunico en francés y los del bar tuercen un poco el morro
¡se vaya a ofender su distinguida clientela con los
cadenones de oro con la cabeza de Camarón! Pero nadie
rechista, aquí, en el Palo somos de esa leche y el negrata
bebe su fanta mientras yo hago algún comentario informal y
ojeo la mercancía para quedarme con tres o cuatro discos al
voleo, para regalarlos, porque a mi me gusta la canción
española y la copla y ellos piratean cosas de moderneces. Un
pasón espiritual, mea culpa, comprar en el top manta, será
que, como a mi compadre el Chusco, el buen Dios también me
ha llamado por el camino de la delincuencia.
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