De un tiempo a esta parte, los pobres han perdido su
protectorado de hechos porque los dichos de nada sirven.
Lástima que se encuentren tan divididos, los numerosos
necesitados que existen y coexisten acongojados al ver que
las deudas le comen el terreno de las libertades. Advierto
que con la resignación no se levanta cabeza. Las bolsas de
la marginalidad van a seguir creciendo por mucha autonomía e
iniciativa personal que se enseñe en la fracasada educación
obligatoria. El tanto tienes tanto vales es el pasaporte a
los derechos. Pasemos revista, por si algún lector distraído
ha pensado que los indigentes ya no habitan en la
irreconocible España, donde la desigualdad es manifiesta y
la antítesis ricos/pobres diferencia patente.
La protección a la salud, cuestión que compete a los poderes
públicos su tutela y organización, anda por los suelos. Al
personal sanitario se le ve desmotivado. El aluvión de
pacientes es tan grande que no tienen manos suficientes ni
recursos. Los de siempre, los pobres, soportan colas con una
paciencia increíble. Cada día se muere un buen puñado de
beneficiarios, de este servicio tercermundista, esperando
turno en la lista de espera. Los pudientes no suelen tener
este problema, la asistencia privada les redime. Estos
centros hospitalarios privados si que están en desarrollo
frente al abandono de los públicos. Entre otras cosas,
aparte de que ofrecen mejores servicios, cuentan con
profesionales altamente cualificados. Lo bochornoso del caso
es que muchos provienen de la sanidad pública. Se han ido
tan desesperados como los enfermos; los doctores a trabajar
en mejores condiciones y los pacientes, por desgracia, en
número considerable al otro barrio. Esta es la torpe
realidad que soportamos.
Una cosa es lo que se legisla y otra muy distinta lo que se
cumple. Aunque sea ley de leyes el que los poderes públicos
dígase que están obligados a fomentar la educación sanitaria
y a proteger la salud, hay gobiernos con una cara dura
impresionante dispuestos a aumentar, en plan chulesco, la
lista de prestaciones de la sanidad pública. Eso sí, siempre
que el usuario pase por caja. Seguramente si los políticos
se bajasen sus pomposos sueldos, dietas y demás complementos
que rondan la línea roja por su poca transparencia, no haría
falta ese desembolso. Porque al final, quién paga; el
currito que tiene hipotecado de por vida el sueldo para
tener un techo. El rico se va a la clínica privada y gana
tiempo, pues allí todo son facilidades y nulo papeleo.
También se dice que los poderes públicos aseguran la
protección social, económica y jurídica de la familia.
Díganme: ¿en qué lugar se asegura ese constitucional derecho
que me traslado de domicilio? No son pocas las familias que
todavía viven en chabolas, con sus hijos, sin recibir ayuda
alguna. La persistencia y la gravedad de la pobreza como
fenómeno social y como realidad humana que sufren un
importante número de personas en nuestro país, es bien
palpable. Se distribuyen separaciones y divorcios a toda
mecha y se entrega sin gas el mechero de las ayudas sociales
para favorecer a los separados con hijos a su cargo y a las
madres solteras. Qué contrariedades. Menos mal que el efecto
apiñamiento de la familia aún forma parte de nuestra
identidad y suple lo que el Estado no hace. Si los informes
últimos sostienen que las familias en situación de riesgo de
pobreza aumentan, nuestra situación es más grave que en el
resto de Europa porque hay un alto porcentaje de niños
criados en la auténtica pobreza. Ciertamente, algunos
cambios en las estructuras familiares han puesto a muchos
niños en dificultades, que va a costar reeducarlos y
reinsertarlos.
En vista de tan fundamentales protecciones desprotegidas por
poderes legislativo y ejecutivo, uno se interroga y no
encuentra respuesta, máxime cuando consta que las gentes
entregadas a la causa de la Justicia quieren hacer el mejor
de los servicios. Sin embargo, el pueblo, tiene sus dudas y
no se las calla. Todos queremos sentirnos arropados por esa
tutela efectiva en el ejercicio de derechos e intereses
legítimos. Ante tantos desbarajustes, la pregunta surge en
cualquier esquina: ¿qué hacen los que han de dar protección
judicial de los derechos? No podemos caer en el desánimo o
en el sentimiento de indefensión, algunos-bastantes ya han
caído. Por eso, yo veo bien, muy bien, que cada día más el
ciudadano de a píe acuda a los tribunales para exigir que se
ponga justicia en estas cuestiones de vida y convivencia
básicas. Y que demande un servicio eficaz y eficiente, con
todas las garantías de igual a igual ante la ley.
Unos ciudadanos que también demandan viajes baratos como es
la lectura de un libro. Así, la 65 edición de la Feria del
Libro de Madrid, ha sido para los organizadores como para
los libreros “muy buena”, con aumento de ventas y con el
éxito de autores y de público, que cada vez compra más. La
escuela de Lorca, que prefería un libro antes que un trozo
de pan, toma posiciones. Esto me da optimismo y, confesaré,
que también me rebaja la ración de pesimismo que percibo al
sentirme sin garantías protectoras. Aconsejo que tomen buena
nota los poderes antes citados. Porque un pueblo cultivado
es un pueblo libre que tolera mal que se le desproteja y se
le desabrigue de protecciones que son conquistas de siglos.
La familia desde siempre ha sido la célula de la sociedad.
Una familia sana es una sociedad sana, se decía. En cuanto a
la salud, me adhiero al escritor francés Bernard Le Bouvier
de Fontenelle de que es la unidad que da valor a todos los
ceros de la vida.
|