Aunque alguien quisiera, no es mi
caso, olvidarse de que gran parte de este verano el fútbol
será el principal protagonista en el mundo entero, sería
imposible. A no ser que decidiera convertirse en anacoreta.
Pero seguro que lo más complicado, de tal decisión, estaría
en descubrir un lugar donde fuera posible abstraerse de todo
lo que concierne a la gran fiesta del balompié, programada
cada cuatro años. Eso sí, debo confesar que antes de
principiar el gran espectáculo que se está celebrando en
Alemania, me prometí ver solamente los partidos que tuvieran
para mí el consiguiente tirón.
Uno de ellos, durante la primera fase, era Italia -Ghana. Y
allá que me senté ante el televisor, convencido de que
tendría motivos suficientes para no dormirme. Primero,
porque el partido comenzaba a las nueve de la noche y no a
las diez. De manera que me aseguraba ya, de entrada, el no
dar cabezazos. Segundo, porque los jugadores italianos,
debido a los problemas aireados de corrupción en el
Campeonato italiano, están obligados a morir en el césped
con las botas puestas.
Pues bien, el partido respondió a las expectativas
despertadas en mí; sin embargo, y aunque me avergüence el
decirlo, me fue imposible ver el segundo gol de Italia. Pues
en ese momento, por más que había intentado resistirme, yo
estaba ya en siete sueños. De todos modos, tuve tiempo
suficiente para cerciorarme, una vez más, de que Buffon
sigue siendo el mejor portero del mundo.
Nosotros también tenemos un portero sensacional: se llama
Cañizares. Y en vista de que se ha dado cuenta de que
esa condición no le vale para hacerse con la titularidad, ha
decidido mofarse de todo lo que ordene Luis
Aragonés. Y, claro, días atrás se vieron unas imágenes
en las que el seleccionador estaba hecho un basilisco,
manoteando su furia, mientras el guardameta se mostraba
coñón.
Luego, cuando le preguntaron a Luis por el rifirrafe, juró
por sus hijos que todo fue una broma. Muy pronto, ojalá no
sea así, veremos también a Reina, tan magnífico
cancerbero, montando otro numerito con el seleccionador. Un
numerito donde primará el humor inglés de un Reina que
piensa igual que Cañizares: el mundial lo va a jugar un
portero que es inferior a ellos. Y, desde luego, a medida
que se acerca el momento de la verdad, ambos buscarán
cualquier motivo para poner de los nervios al “Sabio de
Hortaleza”.
Lo cual no es bueno en ningún sentido, pues aunque Cañizares
y Reina estén sobrados de razones, lo importante es que
España salve su primer compromiso frente a Ucrania y así
sucesivamente. Porque ya no se trata de que la selección
española esquive a la mala fortuna, encarnada en mil tópicos
y en variados victimismos, sino que ha llegado el momento de
que le preste un servicio a España. Un servicio que nunca
antes fue tan necesario como en estos momentos que nos está
tocando vivir.
Me explico: el ambiente está enrarecido, feo, antipático, y
dispuesto para que los españoles se vayan dividiendo y
radicalizando, cada vez más, en sus posturas contrarias.
Verbigracia: se manifiesta una sección de las víctimas del
terrorismo y la emprenden contra Alberto Ruiz-Gallardón;
visita Mariano Rajoy Cataluña y lo reciben de manera
que los Mossos d’esquadra lo tengan que meter, a toda prisa,
en la furgoneta del correr y no mirar hacia atrás, para
evitar males mayores que los insultos y los tomatazos a
granel. Mañana será ZP quien deba aguantar,
nuevamente, los improperios propalados por los profesionales
de La Cope, en su contra. Por todo ello, se hace más
necesario que nunca el que la selección española consiga
mantenerse mucho tiempo en Alemania. De no ser así, que Dios
nos coja confesado en esta España...
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