Los hechos acaecidos en la
madrugada del pasado sábado que acabaron con la quema de
varios locales del edificio polifuncional de Príncipe
Alfonso debe contar con una respuesta inmediata, no ya de
condena política a través de las comunmente utilizadas notas
de prensa que también, sino que la Policía debe poner ante
la Justicia y a no tardar demasiado a los responsables de
estos lamentables actos que atentan contra todos, pese a que
el mensaje con el que estos desalmados han querido hacerse
notar esconde un odio atroz contra las Fuerzas y Cuerpos de
Seguridad del Estado.
Se ve que a los descerebrados, que no son pocos por lo que
se ve y por su escasa capacidad mental, cualquier mensaje
lanzado al ruedo público vestido de crítica desde la clase
política, como ha sido el caso con los últimos
acontecimientos en una populosa barriada entre vecinos y
fuerzas de la Policía Local, se convierten en argumento
perfecto para justificar lo injustificable.
La realidad es esta. Dado el escaso intelecto y falta de
preparación de quienes gustan de vivir más allá de los
límites establecidos por la convivencia, la paz y la razón,
y hasta tanto no queden estos elementos aislados y
repudiados, es un ejercicio saludable exigir a los líderes
políticos como representantes de la sociedad, que moderen,
sean prudentes y actúen desde la oposición con la dureza que
les otorga nuestra querida democracia, pero que ante la
casual o no casual correlación de hechos -acción-reacción- ,
la mesura y las reglas del juego político deben estar muy al
lado de la responsabilidad.
No es culpable la clase política, ni mucho menos. Pero es
evidente que ciertos ‘rifi-rafes’ en el ámbito político
pueden encontrar una tan espontánea como desproporcionada
respuesta entre los que no son capaces de discenir ni
ajustarse a las líneas que marca la libertad de ideas,
pensamiento y acción dentro de la Ley, que deben prevalecer
en un estado de derecho donde el ojo por ojo y el diente por
diente no caben ya en esta España por ser una opción de un
pasado cuasi paleolítico.
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