El caso de la empresa Mahersa, adjudicataria de la
explotación comercial del puerto deportivo, ha trascendido
el ámbito de lo empresarial para convertirse en un caso
lleno de historias personales. La empresa Mahersa ha logrado
adjudicarse un concurso que se le resistió por dos veces,
paga un canon importante a la Autoridad Portuaria en
concepto de explotación de sus terrenos y se ha comprometido
a establecer nuevos servicios y a realizar mejoras en las
instalaciones. Es lógico pensar que tras una inversión que
puede rondar (según informó la propia emnpresa) los 800.000
euros, uno quiera obtener beneficios, ya que no se trata de
mejorar las condiciones del usuario ceutí por amor a la
náutica.
Sin embargo, en el lado opuesto se encuentran los usuarios
del puerto deportivo. Aficionados a la navegación y en su
caso, marineros profesionales, que dedican gran parte de sus
vidas y su patrimonio a un hobby más bien caro y, según
dicen, inmensamente gratificante.
En este lado de la balanza se encuentra Barry L. Goddard,
súbdito británico y ceutí de corazón que ha llevado su
afición al paroxismo convirtiéndola en un modo de vida.
Lleva 50 años navegando y desde hace 8, atraca en Ceuta su
embarcación de más de 15 metros de eslora (la más grande del
puerto deportivo), que le sirve además de vivienda
permanente.
El caso de Barry L. Goddard es que no podrá continuar
residiendo en Ceuta. Su barco, de dimensiones demasiado
grandes, no encuentra un atraque fiable en la nueva
redistribución de plazas que la empresa Mahersa ha efectuado
para maximizar el espacio. “Me ofrecen un atraque en una
zona poco segura. Soy marinero y sé que ante un levante un
poco fuerte, la embarcación corre serio peligro de
estropearse y mi seguro no me cubriría los daños”, explica.
En este caso, la encrucijada del señor Goddard no pasa por
la opción de pagar o no pagar los casi 5.000 euros anuales
que le pide la empresa (frente a los 2.600 euros que pagaba
a CAS y los 3.600 euros que le pedía la Autoridad Portuaria,
según asegura el propio Barry), sino decidir si va a
arriesgarse a situar su barco en una plaza que no le ofrece
todas las garantías de seguridad u optará por dejar la
ciudad que le ha acogido con cariño desde casi una década.
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