Fiel a la cita conmigo, el metijón
me pega un telefonazo desde Ibiza, lo cual me sorprende
muchísimo. Pero él me lo aclara muy pronto: su esposa no
conocía la isla y ha pensado que era el momento de complacer
el interés que ella tenía por viajar a ese delicioso rincón
balear.
-Cuéntame pues...
-En principio, te diré que he estado en un restaurante
llamado Casa Alfredo, que ésta situado en el paseo de
Vara del Rey. ¿Te suena?
-Claro. Allí pasé ratos inolvidables, gracias a mi amistad
con su propietario. Pero, si mal no recuerdo, eso te lo he
dicho yo más de una vez.
-Sí; por tal motivo, quise sondear la opinión de ese
propietario, llamado Juan, quien me puso al tanto de
tu paso por aquella Ibiza a donde llegaste porque así lo
creyó conveniente Abel Matutes.
-¿Te sorprendió con algo?
-Desde luego que sí. Cuando estábamos a punto de abandonar
el local, me enseñó un papel, que guarda como una reliquia,
donde tú vaticinaste algo muy complicado de poder hacerse
realidad, el primer día que apareciste por el restaurante, y
que los hechos terminaron dándote la razón.
-Bueno, uno era capaz, con menos años, de apostar muy fuerte
en su cometido, confiado, claro está, en el trabajo y, por
qué no, en los conocimientos que atesoraba.
-A propósito, Juan, el propietario del restaurante, me dijo
que a ti no te importaba, entonces, que te tomaran por un
fanfarrón. ¿Es verdad?
-Me daba igual. Es más: todavía sigo haciendo mío lo que
pensaba Josep Pla al respecto: “Una sociedad
de fanfarrones es plausiblemente concebible; una sociedad de
humildes sería inhabitable y peligrosísima”. ¿Te acuerdas de
Gainza?
-Hombre, claro, pero no sé a qué viene ahora hacerme esa
pregunta...
-Para poner en suerte el toro de la siguiente anécdota:
España había jugado contra Portugal, en el estadio de Jamor,
y tras ganar por 3-1, con una actuación sensacional de
Gainza, un periodista le preguntó: “Piru, ¿me puedes decir
quién es el mejor extremo de España?” Y Gainza, genial como
siempre, contesto así: “Yo”. Y el periodista, que no
esperaba semejante sinceridad, insistió: “¿Acaso Seguí,
el del Valencia, no es bueno?”.
Y otra vez, aquel vasco sacó a relucir su arrolladora
personalidad: “Sí; Seguí es muy bueno. Pero yo soy mejor. De
no ser así, habría que decir que el seleccionador trata de
favorecerme a mí y, por tanto, está perjudicando, adrede, al
futbolista valenciano”.
-Coño, Manolo, esa anécdota no me la habías contado
nunca. Cambiando de tercio, ¿qué te parece la continuidad de
Carlos Orúe en la Asociación Deportiva Ceuta?
-Muy acertada. Por razones varias y que son harto conocidas.
-¿Qué piensas de cómo está actuando el presidente de la
Federación Territorial de Fútbol de Ceuta, ahora, si lo
comparamos con temporadas anteriores, en relación con el
primer equipo de la ciudad?
-La verdad es que tengo las ideas muy claras sobre ese
asunto: he dicho ya, y me ratifico, que está dando pruebas
evidentes de haber vivido emboscado y tramando contra el
devenir de la ADC, cuando su presidente era José
Antonio Muñoz.
-¿Qué alegas en su contra?
-Que ha pasado de no ir al Murube, durante años, cuando los
éxitos del equipo eran frecuentes, a estar todos los días
haciéndose notar en todo lo que concierna al equipo de su
pueblo.
-Menudo cambio, ¿no?
-Muy grande, descomunal. Y conviene airearlo, aunque
pequemos de redoblar el tambor, porque los aficionados
tienen derecho a saber quién es quién. O sea, Emilio
Cózar.
|