El desarrollo de la primera civilización urbana tuvo lugar
al Sur de Mesopotamia hacia el años 3.300 a.C., en una
región llamada Sumeria –hoy Irak, y parte de Irán y Siria-.
La escritura inventada por los sumerios, denominada
cuneiforme, toma su nombre de la forma de cuña que adoptan
los rasgos al ser escritos con un cálamo sobre tabillas de
arcilla húmeda. El extraordinario invento dio lugar a la
aparición de una nueva y respetada clase, los escribas,
encargados de redactar leyes y transcribir los textos
sagrados.
El uso de las nuevas tecnologías aplicadas a la información
y a la comunicación (desde el correo electrónico al sms
pasando por la banca virtual) nos están alejando de la
tradicional escritura a mano. ¿Estaremos asistiendo a su
ocaso?
El Diccionario de la R. Academia de la Lengua redefine la
palabra escritura como la “representación por miedo de
letras o signos de una idea o concepto”, un proceso mecánico
que requiere cierta destreza psicomotirz y que habla mucho
del escribano.
En aquella vieja escuela, donde aprendimos a leer, escribir
y las cuatro reglas, lo que más importancia tenía para
nuestro maestro era la caligrafía y la ortografía. Para la
caligrafía nos servían de muestras unas copias elaboradas
por el propio maestro, que era un auténtico pendolista.
Sobre hojas de dos rayas nos presentaban los modelos
reproductores, con texto, generalmente, del “Miranda
Podadera”. Diariamente teníamos que reproducir una copia,
siendo el número de ellas en cantidades tales, que,
difícilmente, se producían repeticiones, debido a que
continuamente el maestro estaba en plena producción.
Con el paso del tiempo, después de algunas generaciones,
todos los alumnos, en el modelo caligráfico éramos clones.
Quizás el sistema tuviera la dificultad de anular nuestra
personalidad.
Para la ortografía solamente existía el método de
repetición, siempre apoyado por el ya mencionado “Miranda
Podadera”, que sería conveniente que un ejemplar del mismo
estuviera siempre a nuestra disposición.
La escritura-caligrafía-ortografía se realizaba siempre a
tinta, para lo cual los tinteros de plomo, se insertaban en
aquellos pupitres bipersonales. En principio la pluma, de
marca “La Corona”, se acoplaba a un rústico palillero, que
finalizaba con un “dispositivo” de chapa, para insertar la
pluma. Posteriormente aparecieron unos palilleros más
sofisticados, con “dispositivo” interno, no visible, y fácil
y seguro acoplamiento de la pluma, que después de cierto
tiempo, aparecieron otras marcas.
Los textos escritos con estas plumas, que con frecuencia
teníamos que reponer la tinta, presentaban irregularidades
en cuanto se refería a la tonalidad de la tinta, ya que si
no se tenía mucha práctica y no se “sincoronizaban” las
reposiciones o “mojadas” de la pluma, se incurría en las
irregularidades referidas: un grave problema se podía
presentar si también, por un movimiento inadecuado del
palillero, con una sobrecarga excesiva de la pluma se
producía un borrón. ¿Qué hacer cuando nuestra copia estaba
casi finalizada?. Eliminar el borrón era una tarea llena de
dificultades. Había que esperar que el borrón se secara, de
manera natural, o, bien, “inyectando” un poco de aire seco,
¡mucho cuidado, con que no fuese acompañado de algunas
partículas de saliva, porque entonces el remedio era peor
que la enfermedad! También con sumo cuidado se recurría a un
trozo de papel secante o tiza. Después, hábilmente, con una
hoja de afeitar se procedía a eliminar el borrón, ya seco;
pero al volver a reproducir la parte del borrón, no quedaba
bien, por lo que lo más aconsejable era volver a repetir la
copia.
Como existían, sólo para economías muy saneadas las plumas
estilográficas, los que las utilizaban no tenía que pasar
por esos “calvarios”. Muchos después de dejar nosotros la
escuela apareció el bolígrafo, que fue muy bien recibido por
los venturosos alumnos.
Conviene no olvidar que enseñando a leer escribiendo, esto
es, simultaneando ambas enseñanzas, el niño se identifica de
tal modo con los caracteres manuscritos, que, lógicamente,
prefiera su lectura a la de los de moldes, apoyándose en el
principio pedagógico, elevado a la categoría de axioma esta
verdad incontrovertible:”Sólo se aprende bien lo que se
hace”. Con la máquina de escribir queda muy reducida la
escritura a mano. Proliferaron las academias para aprender a
escribir a máquina. En la actualidad, las academias han
desaparecido. Ya no se escribe a máquina. La aparición del
ordenador las ha arrinconado, por lo que han pasado a ser
una pieza de museo.
Preocupa a todos, la actual simplificación del lenguaje de
los mensajes de los móviles o los chats. La comunicación de
ideas básicas y la rapidez con la que se lleva a cabo en
esos medios no permite un discurso elaborado y complejo que
analice y enriquezca la propia realidad. No cabe duda que
los sms son un signo de identidad de la juventud actual, y
la víctima inocente en quien recaen la consecuencia de su
rebeldía no es otra que la ortografía, siendo lo lamentable
que a veces esas faltas de ortografía se comenten por
desconocimiento de la grafía correcta.
Pero, ¿qué será de la Grafología? ¿Estará también en vías de
desaparición? Su función sigue siendo muy solicitada para
elaboración de peritajes en los tribunales; diagnóstico de
una enfermedad; proceso de selección de empresas. De un
aspirante, lo más revelador es su grado de honestidad. Pero,
si dejamos de escribir a mano…
Y a fuerza de escribir poco, la letra a mano de los alumnos
es cada vez más infantilizada y rudimentaria. Antes, los
mayores tenían una caligrafía más clara y armoniosa. Hay
mayoría de padres que afirman que sus hijos escriben peor
que ellos. Y es verdad.
Pero no hay mal que por bien no venga: ante el deterioro de
la caligrafía, tanto padres como profesores han vuelto a
reclamar los famosos Cuadernillos Rubio de Caligrafía. Claro
que es notable la bajada en venta de la empresa que los
imprimía: en los años 80 llegó a vender catorce millones de
ejemplares; en la actualidad sólo se venden cuatro millones.
Significativo.
Para el profesor José Luis Corral, el hecho de que cada vez
se utilice menos la escritura a mano no significa
necesariamente que vaya a desparecer. “Siempre habrá quien
prefiera escribir una carta de amor con una pluma
estilográfica o con un bolígrafo”. Y añade: “Lo importante
es el pensamiento que se plasma en un soporte que permite
fijarlo en el tiempo y en el espacio. En cualquier caso, el
instrumento que se utilice no afecta la calidad literaria, y
la prueba es que desde los romanos hasta hoy han existido
buenos y malos escritores”.
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