Fernando González de la Mora,
según he leído en un libro de Umbral, se manifestaba en los
cuarenta rasgando carteles de la película Gilda, que Franco
había autorizado, porque era un estudiante católico y
patriota. González de la Mora era un escritor reaccionario,
perteneciente a la derecha, y que escribía muy bien.
Copio: Un día va a ver a Azorín y le cuenta,
acalorado, que él escribe por salvar y cantar la patria,
regenerar España, explicar a Dios y otros misterios. El
maestro le responde, tranquilo:
-Yo escribo para comer.
¡Qué arte el de Azorín! Faena, pues, de máximos trofeos y
salida a hombross por la puerta grande de un maestro que
tenía muy claro por qué lidiaba en el albero de los papeles,
diariamente, exponiéndose por la calle a que algún toro
suelto lo mandara a la enfermería con la femoral destrozada.
Algo que muchos de los que escribimos hemos sufrido.
Mientras había personajes que se reían a mandíbula batiente.
Conté esta anécdota hace ya varios meses, pero no me he
resistido a repetirme en vista de que me viene que ni
pintiparada, como preámbulo, para responder a quien no ceja
en su empeño de airear que escribe para que lo respeten y no
para que le teman. Habráse visto tamaña falta de sentido
común.
No me digan ustedes que no es una sandez, como la catedral
de Burgos de grande, creerse que el mero hecho de opinar
concede al opinante el derecho a que la gente le deba
obediencia y se dirija a él con la cautela necesaria para
que nunca se sienta herido porque le pierdan ese respeto que
piensa le deben todos los ciudadanos. O bien para ser
temido.
Que bien le vendría a quien dice cosas así, leer la carta
familiar que el Padre José Francisco de
Isla, allá en 1703, le envía a s u hermana. Donde le
dice que no se puede perder a nadie el respeto que nunca se
le ha tenido.
Uno escribe, desde hace ya muchos años, para poder comer. Y
si estuviera al frente de la Federación Territorial de
Fútbol de Ceuta, procuraría ganarme el respeto de las gentes
exhibiendo las cuentas de una federación que no ha hecho una
auditoría desde que Ceuta era ciudad portuguesa.
De ser yo el presidente de la Federación Territorial de
Fútbol de Ceuta -algo que nunca ha entrado en mis planes,
porque abomino de los cargos-, lo primero que habría hecho
para ganarme ese respeto que tanto le preocupa a su
presidente es haber estado en el sitio justo, y a la hora
justa, viendo a la Asociación Deportiva Ceuta jugarse varios
ascensos a la Segunda División A. ¿Dónde estaba Emilio Cózar
el día del partido contra el equipo ferrolano?, como bien le
recuerda el escrito publicado por la redacción deportiva de
este periódico, el viernes pasado. Aunque la redacción
deportiva debería haber escrito el nombre de Cózar cual
persona que ahora acude, incluso, a las conferencias de
prensa para intimidar a la concurrencia con ese respeto que
se ha creído le tienen por hacer garabatos en un periódico
donde antes se dedicaba a perseguir a los redactores
deportivos, que criticaban su labor como presidente de la
federación.
¿O no recuerda el piadosísimo presidente de la federación
las muchas veces que ha entrado en el despacho del editor de
El Faro para pedirle a éste que metiera en cintura a
los chavales que se habían atrevido a publicar lo que a él
no le gustaba que saliera escrito en los papeles?
Uno escribe en los periódicos para comer. Como primer
argumento. Porque de no ser así, trataría de emplear ese
tiempo en otros menesteres, relacionados con la escritura y,
sobre todo, leyendo hasta el fin de los días que me hayan
asignado. El respeto se gana, y no siempre, siendo justo y
dando muestras de que no se le teme a ninguna auditoría.
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