El ex asesor de Urbanismo del
Ayuntamiento de Marbella, José Antonio Roca, le ha
dicho a un juez que Jesús Gil era quien daba
el visto bueno a las licencialas que se concedían para
construir de manera ilegal. Roca, echándole la culpa al
muerto de turno, algo tan socorrido como vulgar, ha vuelto a
demostrar que su mal gusto no estaba reflejado solamente en
tener taxidermisados todos los trofeos logrados en su vida
en el continente africano, con dinero procedente del
trinconeo a gran escala.
Oír el nombre de Jesús Gil y abrírseme de par en par la
alacena de la memoria, donde permanecen situados, en sus
respectivos anaqueles, los recuerdos de momentos en que yo
estuve muy cerca del dueño de Imperioso, fue algo de
una rapidez inusitada. Conocí a Jesús Gil, en los llamados
felices sesenta, en Casa El Bibi: un
bar situado en un callejón cercano a la calle de Echegaray,
frecuentado por boxeadores, toreros y futbolistas. Las
paredes del local, donde tres personas reunidas formaban ya
multitud, estaban repletas de fotografías con el
propietario; un tipo que se codeaba con todas las figuras
del momento. No hace falta decir que el día en el cual
apareció Gil quienes estábamos en la barra tuvimos que
salirnos a la calle. Pues él se bastaba y se sobraba ya para
ocupar los espacios destinados a dar cabida a tres cuerpos
normales.
Se mostró Jesús simpático, fanfarrón y muy presto a invitar
a quienes nos encontrábamos charlando con El Bibi:
madrileño, castizo y capaz de venderle una burra desdentada
por el precio de la mejor a un tratante de ganado. Estaba
Jesús comenzando a hacer los madriles, y hasta creo que
llegó a soñar con iniciar una carrera en los cuadrilateros.
A partir de entonces, lo hallé varias veces por el Bar
Club y por el Rocío: un local donde daba gusto
tomar el aperitivo oyendo conversar a Murube: el
hermano de Alfonso, y presto siempre a recomendar buenos
futbolistas para el Ceuta de entonces.
Pasaron los años y un buen día, siendo yo director de la
Escuela de Fútbol y supervisor del IMD, recibí el encargo de
hacer una plantilla, de prisa y corriendo, para que la ADC
pudiera afrontar una temporada de manera más que digna. Y
allá que hube de presentarme en el estadio Vicente Calderón
para que Jesús Gil, recién elegido presidente, firmase la
cesión de Miguel Ángel, jugador que nos
interesaba. Jesús me hizo pasar a su despacho y me presentó
a Menotti, quien paseaba por los pasillos del estadio
con el torso desnudo y luciendo palmito ante los empleados
de las oficinas que estaban cercanas a los vestuarios. Horas
después, coincidimos en el aeropuerto de Barajas a la hora
de embarcar en el avión con destino a Málaga y Jesús no dudó
en llamar mi atención y me pidió que me sentara a su vera.
Pues en su despacho le había hablado de cuando nos veíamos
por Casa El Bibi y sitios adyacentes.
Me invitó a quedarme en Marbella, para asistir a la fiesta
donde los futbolistas iban a estrenar uniforme. Y le dije
que no podía. Luego, durante un Atlético- Barcelona, donde
Koeman se lesionó gravemente, me atendió en su
despacho, teniendo como testigo a su esposa. Estaba eufórico
por la victoria de su equipo. Y me preguntó cómo marchaba la
escuela de fútbol. Mi respuesta no se hizo esperar: Mira,
Jesús, allí me he encontrado con que el concejal de Deportes
y el presidente de la Federación de Fútbol se llevan a
matar. Y, por tanto, el segundo boicotea todo cuanto estamos
tratando de hacer. Y también debo decirte que he descubierto
irregularidades en el IMD. Y las he denunciado.
-¿Y?
-Que he renunciado a mi empleo.
¿Verdad Juan Vivas que ese gesto no está al
alcance de muchas personas?
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