El parque del Retiro de Madrid, por sí mismo, ya es un
jardín de historias literarias; que, ahora, durante unos
días, se engalana de libros en busca de miradas penetrantes.
La feria está servida, con dedicación especial a la ciencia.
El motivo tiene fundamento, el centenario de la entrega del
Nobel a Ramón y Cajal. Su sabiduría bien pudiéramos ponerla
en práctica. Seguramente no andaríamos tan perdidos. Ya, en
su tiempo, dijo verdades como templos. Me quedo con este
pensamiento: se conocen infinitas clases de necios; la más
deplorable es la de los parlanchines empeñados en demostrar
que tienen talento. La necedad ha adquirido un valor tan en
alza en el momento actual que, no son pocas las personas que
consideran al dinero la gran fuerza invencible, el Dios
vivo, del que esperan comprar hasta la muerte.
Los necios de hoy suelen vivir a tope, a lo loco. Ramón y
Cajal, decía todo lo contrario: el arte de vivir mucho es
resignarse a vivir poco a poco. No hay tiempo para la
meditación. La muerte que se encuentra en la contraportada
del libro de nuestra propia vida, apenas la hemos
reflexionado. Resultaría benéfico que lo hiciésemos.
Relativiza muchas realidades secundarias a las que, por
desgracia, en la realidad presente hemos atribuido un
carácter absoluto, como la riqueza, el éxito, el poder...
Volviendo a las raíces, un sabio del Antiguo Testamento, el
Sirácida, lo advierte de esta manera: “en todas tus acciones
ten presente tu fin, y jamás cometerás pecado”. Para
comprender esto, sin duda, nos hace falta otra sabiduría que
nos aleje del engaño, enfermedad extendida como nunca. Esto
se cura con pensadores inmaculados, amantes del bien, y con
pensamientos inteligentes.
Los parlanchines empeñados en demostrar que tienen talento,
son una casta. Como sabe el lector, Zapatero puso de moda
esta estirpe – es su rey y señor- haciendo un juego de
palabras. ¿Se acuerdan de lo del talante y el talento? Pues
nada de nada. Nuestro nivel de competitividad, idoneidad y
tino, con la más bien irrealidad europea, suele ser de una
torpeza manifiesta. La imbecilidad, subida a los altares
sobre todo por la mediocre clase política, es tan notoria,
que los traficantes de personas y las mafias, ven en España
como el país más fácil de Europa para desarrollar su
actividad delictiva. También se han perdido todos los
estilos, los buenos modos y modales de poner las cosas en su
sitio, con el temperamento, la visión táctica posible y el
temple adecuado. Claro esto lo da otro tipo de pericia y
sapiencia, que no el borreguismo actual, que para poner
orden suele insultar con el veneno de la mentira. Lo peor no
es cometer un error, -como decía Ramón y Cajal-, sino tratar
de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso
providencial de nuestra ligereza o ignorancia.
El sabio puede sentarse en un hormiguero, pero sólo el necio
se queda sentado en él. Algo parecido nos pasa. Lo de vivir
circunspectamente, no como vacíos, sino como lúcidos, ha
decrecido como la familia en España, donde lo único que
aumenta es la proporción de nacimientos fuera del
matrimonio. Una consecuencia evidente si se tiene en cuenta
que, entre los países de la Unión Europea, nuestro gobierno
es uno de los que menos gasta en ayudar a las familias. Todo
necio confunde valor y precio, y en ello, estamos. La
confusión ha actuado como un verdadero cáncer en
instituciones que son primera célula viva. Así, la vida
familiar corre un especial riesgo en el mundo actual y, para
salvaguardarla, las parejas deben superar pruebas que no son
fáciles, puesto que caminan a contracorriente de una cultura
imperante que divorcia más que une. Esto exige paciencia,
esfuerzo, sacrificio y una búsqueda incesante de mutuo
entendimiento. Todo lo contrario a ese mundo de necios que
bailan al son que les marcan algunos poderes.
Tal y como están en venta por metro cuadrado la legión de
mentecatos, fantoches y demás botarates con andar de ganso,
me satisface que la ciencia ponga su alma en la feria del
libro de la capital del reino. Algo quedará en el aire. Al
carro de la cultura española –don Santiago Ramón y Cajal-
todavía le sigue faltando la rueda de la auténtica ciencia
para poder caminar con sentido común. Cuesta pensar que se
gasten energías en contrariedades que son deducción de vida,
como puede ser la de argumentar que el suicidio asistido o
eutanasia es necesario para tratar el sufrimiento de una
enfermedad Terminal. La cuestión es tan grave y necia que la
eutanasia podría convertirse en parte de la normal gama de
servicios, llegando a cambiar la naturaleza de la medicina.
Ya se sabe que la ignorancia es muy atrevida y, en
consecuencia, la maldita necedad es la madre de todos los
males.
En cualquier caso, se me ocurre, que frente a la
irrespirable atmósfera existente, propiciada por el aluvión
de necedades; llevarse un libro a los labios sigue siendo la
mejor manera de volar, en plan barato, para huir del mundo
de los necios y rehabilitar las propias habitaciones
interiores, cada cual con su cada uno, tan castigadas como
cargadas de sufrimientos. El talento y el cariz del talante
no son de boquilla. No se enseña con palabras, sino con
actos. Ponerlo en práctica sería lo suyo. Nos hace falta
esta enseñanza, la de la autenticidad y el ingenio. Quizás
los pocos sabios que la mediocridad nos dona, debieran tomar
posesión de gobierno, pues como dijo Epicteto de Frigia, un
filósofo grecolatino, es un delito renunciar a ser útil a
los necesitados y una cobardía ceder el paso a los indignos.
Precisamos dignificar la vida, yo diría que con urgencia,
antes de que se nos vaya de las manos. Los sabios a las
tribunas, por favor.
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