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OPINIÓN - SÁBADO, 3 DE JUNIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Antonia María Palomo
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Mira, Antonia María, ayer, cuando el metijón me puso tu nombre en el tercio del comentario, comprendí que estaba ante la mejor ocasión para hacer bien la suerte de contarte algunas cosas que estaba deseando que supieras. Si bien por encima. En vista de que la columna da para para lo que da y porque tampoco conviene ser catastrofista. Y todo porque hace ya mucho tiempo que hemos carecido de la oportunidad de sentarnos y pegar la hebra durante un buen rato. Aunque, conociéndote y sabiendo la fe que tienes en tus posibilidades, tengo la certeza de que ninguna de mis indicaciones te habrían parecido dignas de ser tenidas en cuenta. Eso sí: reconozco que algunas, al menos, te habrían puesto a cavilar.

Mira, Antonia María, contestaba yo ayer a pregunta del metijón de qué manera estás tú rodeada de enemigos que andan afanados en prepararte la trocha por la cual pudieras alejarte de la sede sita en la calle de Daoíz, para que nunca más puedas regresar. Lo cual no es ninguna novedad. Aunque no es menos cierto que tales enemigos están, actualmente, redoblando sus esfuerzos para ver si es posible quitarte de la circulación como candidata a la presidencia en las próximas elecciones.

Mira, Antonia María, tú bien sabes que hay victorias que son consideradas pírricas. Es decir, que el bando victorioso gana lo que se suele llamar un premio de consolación y, sin embargo, recibe por su entrega en la batalla un excesivo castigo. Premio de consolación es lo que andan diciendo, las malas lenguas, que tú has ganado al enfrentarte a Jerónimo Nieto y conseguir su destitución. Y que a cambio el Gobierno ha enviado a otro delegado con la cartilla bien aprendida en lo tocante a cómo debe hacerte comprender que tu fuerza es la que es y que no podrás arrogarte ni un adarme más de poder.

De momento, estimada señora Palomo, ha habido un gesto de Jenaro García-Arreciado que te habrá hecho meditar y hasta puede que haya sido el primer sapo de los muchos que te puedes tragar durante la etapa del nuevo delegado del Gobierno. Me imagino, porque me consta tu temperamento y coraje y lo mucho que has trabajado en el partido, que no cogerás el sueño pensando en las razones que habrá tenido el político onubense para lucir en su toma de posesión al hombre que tú no puedes ver ni en pintura: Juan Vivas.

Mira, Antonia María, no te niego que me gustaría conocer tu opinión acerca de ese gesto que tuvo el delegado para que el presidente de la Ciudad cerrara el acto del relevo en la plaza de los Reyes. Porque seguro que, si fuiste testigo de la cosa, se te revolvería la bilis y hasta me atrevo a decir que estuviste en un tris de gritar ¡fuera, fuera, fuera!... Porque lo que tú menos podía esperar es que tu compañero de partido te refregara por la cara la importancia que él le concedía al hombre a quien le vas a disputar, si no ocurre un cataclismo político, unas elecciones.

Me pongo en tu lugar, secretaria general de los socialistas de Ceuta, y pienso que el detalle de Jenaro con Juan te entraría por el cuerpo como un estilete que a su paso te iría destrozando todas las ilusiones que has ido tejiendo en tu organismo con el paso del tiempo. Una putada, en toda regla, es lo que te han hecho, estimada amiga, según versión de un conocido a quien no le caes mal.

De todos modos, señora Palomo, debes pensar en la parte positiva. Verás, visto el detallazo que tuvo el delegado del Gobierno con el presidente de la Ciudad, y analizado fríamente y con aires de futuro, podría decirse que Vivas picó el anzuelo de una carnaza que nunca debió degustar. Un consuelo menor. Pero, a fin de cuentas, consuelo.
 

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