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OPINIÓN - JUEVES, 1 DE JUNIO DE 2006

 
OPINIÓN / PERSONAL Y TRANSFERIBLE

Combate estelar

Por Domingo Ramos


Antes, cuando se celebraban veladas de boxeo o de lucha libre, en el cartel anunciador se daba cuenta, en primer lugar, de los “teloneros” o principiantes (normalmente púgiles aficionados), luego participaban otros profesionales y, por último, el “combate estelar” entre dos contendientes que se disputaban un título o que pertenecían al grupo de los pesados, la categoría máxima, en lo que a peso se refiere de ambos deportes.

La intervención de los “pesos pesados” en el Debate de la Nación es, al contrario que en las veladas de boxeo, el combate estelar de la jornada y así hemos visto como los dos primeros pugilistas de la clase política de nuestro país: Zapatero, -“El Gran Estilista”- y Rajoy -“La Esperanza de la calle Génova” - se cruzan los guantes en un ring sin lona, con alfombras, repleto de enardecidos espectadores, como si se tratara de una sesión en el Madison Square Garden de Nueva York, tal y como requiere un evento de esta clase.

Empieza la pelea, como no podía ser de otra forma, con directos de izquierda por parte de Zapatero (los buenos indicadores económicos, objetivos en materia educativa, programa del agua, política de carácter social, incremento del salario mínimo, ventajas para jóvenes en lo que a adquisición y alquileres de viviendas se refiere y trato a los inmigrantes).

Rajoy, en este primer asalto, va directo, sin rodeos, con ganchos de derecha, al problema de las reformas estatutarias, presentando batalla, aun cuando no ofrece flanco alguno para el contraataque en el tema de ETA negándose, de antemano, a enfrentarse en un nuevo combate si se dan concesiones políticas. Ataca, también, por los flancos: incremento de la inmigración, efecto llamada de la regularización “papeles para todos” y falta de soluciones al problema del agua.

En el segundo asalto, de tres que establece el Reglamento, Zapatero ya emplea la derecha, para recordar a su contrincante las acciones llevadas a cabo por el oponente, como la diferencia de puestos cubiertos en la Guardia Civil y Policia Nacional en las distintas ofertas públicas de empleo, comparando, también, las acciones en materia de vivienda y su política de carácter eminentemente social.

El “líder de la calle Génova” no se arredra y arremete, con ambas manos, con lo “aburrido y vacío” de iniciativas que está su contrincante, el cese de la Ministra un día después de aprobar la nueva Ley de Educación, su connivencia con Chaves y Evo Morales (dos “segundos” de categoría), el fracaso en la política exterior, la inseguridad ciudadana y los coladeros de Canarias y la frontera de los Pirineos.

Y llega el tercero y último asalto. Algo reiterativos en sus acciones, los dos púgiles se vuelven a enzarzar en golpes sin efecto para el resultado final (política exterior, estatutos contra la voluntad de los españoles, reafirmación de acabar con la violencia de ETA y, cuando más se adentraban los contendientes en el fragor de la batalla, aparece el “réfere” (en este caso compuesto el Jurado por solo un juez único) quien decretó, sin que hubiera habido inferioridad, K.O. o golpe antirreglamentario, la eliminación, por imperativo legal, de uno de los rivales, con lo que así acabó este “combate estelar” entre los dos primeros ases de la política española.
 

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