Antes, cuando se celebraban veladas de boxeo o de lucha
libre, en el cartel anunciador se daba cuenta, en primer
lugar, de los “teloneros” o principiantes (normalmente
púgiles aficionados), luego participaban otros profesionales
y, por último, el “combate estelar” entre dos contendientes
que se disputaban un título o que pertenecían al grupo de
los pesados, la categoría máxima, en lo que a peso se
refiere de ambos deportes.
La intervención de los “pesos pesados” en el Debate de la
Nación es, al contrario que en las veladas de boxeo, el
combate estelar de la jornada y así hemos visto como los dos
primeros pugilistas de la clase política de nuestro país:
Zapatero, -“El Gran Estilista”- y Rajoy -“La Esperanza de la
calle Génova” - se cruzan los guantes en un ring sin lona,
con alfombras, repleto de enardecidos espectadores, como si
se tratara de una sesión en el Madison Square Garden de
Nueva York, tal y como requiere un evento de esta clase.
Empieza la pelea, como no podía ser de otra forma, con
directos de izquierda por parte de Zapatero (los buenos
indicadores económicos, objetivos en materia educativa,
programa del agua, política de carácter social, incremento
del salario mínimo, ventajas para jóvenes en lo que a
adquisición y alquileres de viviendas se refiere y trato a
los inmigrantes).
Rajoy, en este primer asalto, va directo, sin rodeos, con
ganchos de derecha, al problema de las reformas
estatutarias, presentando batalla, aun cuando no ofrece
flanco alguno para el contraataque en el tema de ETA
negándose, de antemano, a enfrentarse en un nuevo combate si
se dan concesiones políticas. Ataca, también, por los
flancos: incremento de la inmigración, efecto llamada de la
regularización “papeles para todos” y falta de soluciones al
problema del agua.
En el segundo asalto, de tres que establece el Reglamento,
Zapatero ya emplea la derecha, para recordar a su
contrincante las acciones llevadas a cabo por el oponente,
como la diferencia de puestos cubiertos en la Guardia Civil
y Policia Nacional en las distintas ofertas públicas de
empleo, comparando, también, las acciones en materia de
vivienda y su política de carácter eminentemente social.
El “líder de la calle Génova” no se arredra y arremete, con
ambas manos, con lo “aburrido y vacío” de iniciativas que
está su contrincante, el cese de la Ministra un día después
de aprobar la nueva Ley de Educación, su connivencia con
Chaves y Evo Morales (dos “segundos” de categoría), el
fracaso en la política exterior, la inseguridad ciudadana y
los coladeros de Canarias y la frontera de los Pirineos.
Y llega el tercero y último asalto. Algo reiterativos en sus
acciones, los dos púgiles se vuelven a enzarzar en golpes
sin efecto para el resultado final (política exterior,
estatutos contra la voluntad de los españoles, reafirmación
de acabar con la violencia de ETA y, cuando más se
adentraban los contendientes en el fragor de la batalla,
aparece el “réfere” (en este caso compuesto el Jurado por
solo un juez único) quien decretó, sin que hubiera habido
inferioridad, K.O. o golpe antirreglamentario, la
eliminación, por imperativo legal, de uno de los rivales,
con lo que así acabó este “combate estelar” entre los dos
primeros ases de la política española.
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