Hace días hablábamos aquí de la
Manzana del Revellín y de cómo Aróstegui viene usando
ese litigio para amargarle la vida a Juan Vivas y,
sobre todo, a Nicolás Fernández Cucurull. El primero,
es decir, el presidente, cada vez que le toca tragarse ese
sapo hace gárgaras y escupe mil veces en el lavabo
acordándose del hombre que un día, siendo concejal de
Economía y Hacienda, quiso montar una fábrica de leche
pasteurizada y se le fue el dinero invertido en tan solo
comprar una vaca y unos terrenos pedregosos donde había un
chamizo astroso, como prueba de la espléndida idea tenida
para ir convirtiendo a Ceuta en una ciudad industriosa.
A ver esos terrenos, creo recordar que me llevó Manolo
González Bolorino. El cual me fue explicando,
detalladamente, el proyecto de su amigo Juan Luis, en aquel
tiempo, entre risas sardónicas, marca de la casa. La verdad
es que Manolo cuando está a gustito uno termina no sólo
riéndose sino comiendo el mejor jamón y el mejor queso de
toda la ciudad. Además de quedar enterado de cuanto él desea
contar a ver si nos da por propalarlo. Una manera de actuar
tan digna como cualquier otra. Muchos años he tardado en
divulgar esta anécdota y ello hará que ni siquiera el manda
de la televisión local se acuerde ya de aquel paseo
campestre que nos dimos en una mañana de primavera, por
tierras de Benzú. Y que a él le sirvió para pasárselo bien a
costa de ridiculizar a un Aróstegui que ya no significaba
nada para quien se había dado cuenta de que su compañero
político era un perdedor y había que irse distanciando de su
compañía por sistema. Máxime cuando las campañas electorales
costaban una pasta gansa y el candidato, Juan Luis, no daba
la talla en las urnas.
En lo tocante al segundo, o sea, a Fernández Cucurull, como
no consigue aguantar contrariedades sin exteriorizarlas, ha
decidido que Vivas puede hacer un ejercicio de contención
por medios de las gárgaras, pero que él se va directo al
juzgado de guardia para querellarse contra un “bravucón” que
se ha erigido en ministro de un ministerio de la verdad con
pinta de secta. A uno, cuando lee lo dicho por el senador en
conferencia de prensa, no le queda más remedio que reírse
por lo bajinis al comprobar que lo de secta, aunque tarde en
el tiempo, ha hecho carrera y ya empieza a preocupar a la
aristocracia del PP.
Por tal motivo, yo le aconsejo a Nicolás que se ponga en
contacto, a la mayor brevedad, con Adolfo Espí
(de quien también hablé recientemente), y trate de
sonsacarle los nombres de quienes han hecho posible que
Aróstegui no sólo se atreviera a denunciar lo de la manzana
sino que, también han puesto los billetes encima de la mesa
para que que el pleito llegue hasta el final. Reconozco que
esa ha sido mi tarea durante algún tiempo, pero recibí
siempre la misma respuesta por parte de Espí: “Cuando el
problema de la Manzana del Revellín deje de estar en los
juzgados, yo te prometo que sabrás los nombres de quienes
han tratado de ir contra la gestión de Juan Vivas”.
Verdad es que no hay que ser muy listo para acertar con los
nombres de algunas de las personas implicadas en el caso,
mas comprenderán que sería una temeridad por mi parte
lucirlas en plaza pública, sin las pruebas convenientes. Me
consta, además, que algunas se han arrepentido, porque han
accedido a ciertas prebendas de la Ciudad. Aunque ya no
pueden dar marcha atrás. Pues bueno es Juan Luis. Aun así,
Nicolás, si no consigues que Espí cante, yo que tú, antes de
querellarme contra Aróstegui, miraría a mi alrededor para
descubrir a quienes por un lado adulan al presidente,
mientras por otro procuran sacarte de tus casillas. Y, zas,
tipo amargado.
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