Las fiestas patronales nacen con
el espíritu de unir a los ciudadanos de una misma localidad
y hacer vibrar a mujeres, niños y hombres. Las calles
parecen más bellas, la música es más intensa y las
conversaciones se eternizan hasta la madrugada.
Grupos de amigos encuentran un motivo para juntarse después
de haber trabajado duramente en sus casetas. Las familias
enteras acuden y miman a todos sus miembros, desde los más
pequeños en las atracciones hasta a sus mayores, que
comentan anécdotas sobre sus primeras salidas a la feria o
lo mucho que han cambiado las formas de divertirse. En el
fondo los modos de vivir la noche deberían ser los mismos
que antaño: bailar, comer, beber y disfrutar de una semana
muy intensa en compañía de familiares y amigos.
La feria de Ceuta posee el atractivo indiscutible de su
gente, su clima, en definitiva, de su ambiente. Toda la
ciudad se vuelca con este tipo de acontecimientos. Miles de
personas se acercan al Real con curiosidad para ver cómo ha
quedado, lo guapa que es la reina de este año o cómo está su
caseta favorita este año. Ahora sólo cabe pedir que la
diversión no sea sinónimo de incidentes que acaben en los
titulares de la prensa local. Los servicios públicos estarán
trabajando para facilitar la vida a los visitantes de esta
feria.
Los problemas también serán los de siempre. El exceso de
alcohol, los enfrentamientos y el cansancio acumulado. Sin
embargo, vivir unas fiestas con pasión en la Ciudad Autónoma
es muy sencillo. La fórmula es muy simple. Acudir con ganas
de pasarlo bien, probar la comida tradicional en alguna
caseta, probar el ‘rebujito’, vivir las sevillanas, echarle
paciencia a los éxitos del verano, asistir a los conciertos
que se ofrecen durante toda la semana y llegar lo
suficientemente bien a casa para recargar las pilas. Porque
como en todo, lo bueno siempre acaba.
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