José Gutiérrez no sabía que era candidato al Premio de las
Artes y la Cultura 2006. Mayor sorpresa le ha supuesto
recibir el título de ganador del galardón y 3.000 euros de
premio. Funcionario del Ayuntamiento de profesión, fotógrafo
de corazón. Casi cuarenta años con la cámara a cuestas han
tenido su recompensa. El trabajo, realizado con su hija Ana,
‘Ceuta en el mundo’ le ha llevado al otro lado del Atlántico
para conocer las profundas raíces que a la España colonial
le crecieron por Sudamérica. Cuatro Ceutas en Méjico, dos en
Venezuela, dos en Cuba y uno en Colombia son el resultado de
un proyecto de investigación que arrancó en 1967 de mano del
antiguo cronista oficial de la Ciudad, José María Cossío, al
descubrir la pequeña ciudad palafítica Ceuta de Agua. Una
localidad que ha conquistado a Gutiérrez por la que luchará
para que se convierta en Patrimonio de la Humanidad.
Desde hace cuarenta años, lleva, a todas partes, una pequeña
cámara “de combate” en el bolsillo. Por si acaso. No perder
ciertos momentos. Ser testigo. Colecciona fotografías de
ventanas, piedras, chimeneas, atrios de iglesias, puertas,
llamadores de puertas, imágenes de niños (robadas o con
permiso). Y es que para José Gutiérrez, captar imágenes es
“la droga” de su mente. “dejar volar la imaginación, la
bohemia”. Aquí y allá, sobre todo allá. Tras recibir, ayer,
el Premio de las Artes y la Cultura 2006 por su trabajo de
investigación ‘Ceuta en el mundo’, reflexiona sobre su
proyecto vital. Observa a los niños con especial curiosidad,
una búsqueda de si mismo en los ojos del asombro que ha ido
encontrando por el planeta .
“Es muy difícil hacer la misma fotografía de un niño”. En
Venezuela hizo varias fotos a chavales que, tras revelarlas,
descubrió que eran la misma persona. Predestinado. Un
buscador de “risas limpias” que ha encontrado, “como en
ninguna otra parte”, en la última ciudad palafítica
(asentada sobre un lago) de toda Sudamérica, Ceuta de Agua.
Allí, los niños “disfrutan” jugando con unos palos, “no
quieren irse de su pueblo porque dicen que son felices
allí”.
Una vitalidad que, en su opinión, “aquí ya no existe” y que
le recuerda a cuando tenía 12 años y jugaba en el Sarchal
con unos palos. “Son los niños que quisiera tener en mi
tierra con esa risa tan limpia y sus ganas de vivir”. Hoy
día, considera que ese espíritu infantil ha desaparecido con
la aparición de las videoconsolas y la comida rápida. Y es
que en Ceuta de Agua “las cosas son muy diferentes”.
Pobres, no míseros. No se preocupan por conseguir el mejor
coche o casa, simplemente “viven”. Perdidos en medio de la
selva, “ es el único problema que tienen”, comenta entre
risas.
La primera vez que estuvo en la Ceuta venezolana, le recordó
a la película ‘Banana Joe’, de Bud Spencer. “La gente
tumbada tranquilamente en el ‘chinchorro’ (hamaca) bebiendo
coco”. Una “maravilla” de pueblo que le tiene “encogido” el
corazón, y que, para más inri, no recibe ninguna subvención
de su gobierno. Un trabajo que comenzó como una curiosidad,
se ha convertido en su lucha personal. Se define como una
persona comprometida con las causas sociales hasta tal punto
que, junto a gente de Venezuela y España, ha creado una
fundación de ‘Amigos de Ceuta de Agua’, ante la
“despreocupación” del ejecutivo de ese país. Reconoce la
parte dura: “hay que aguantar 40 grados de calor y 90% de
humedad, pero, aún así, es verdaderamente increíble”. Los
lazos con la pequeña villa son tan estrechos que parte de
los 3.000 euros que recibirá del galardón los usará para
comprar escritorios para los colegios de la zona, y el
grueso del montante lo empleará para organizar un nuevo
viaje, en próximas fechas.
Gracias al libro que Gutiérrez ha escrito en base a su
investigación, la ciudad dispone del primer documento
gráfico que resume su historia. “Antes la memoria de ese
pueblo era de tradición oral”. Y es que, para él, “es una
ilusión darse cuenta que Ceuta tuvo mucho que ver en la
conquista de América en el periodo colonial por la tradición
castrense local que impulsaba a los militares a ir a
Sudamérica. Los mejores ingenieros militares de aquella
época salieron de la Ciudad Autónoma”.
Remover conciencias con los últimos vestigios auténticamente
americanos y mostrar como viven los indios. Ese es su
objetivo. A este respecto, asegura que le resultaría
interesante grabar un video para que los habitantes del
pueblo sean conscientes de que son los primeros
historiadores orales de su tierra. En Ceuta de Agua se
autodenominan ‘pavos reales’ porque son una mezcla de razas.
“Negros, españoles, indios, de todos los colores”. Población
endogámica, y no por ello hemofílica, “gente muy sana en
general” sobre la que continúa estudiando. En este sentido,
está trabajando con la fundación en la realización de unas
jornadas en la Ciudad Autónoma sobre las Ceutas del Mundo a
la que asistirían estudiantes y profesores de todas las
localidades. La finalidad sería emplear las conclusiones
para solicitar a la UNESCO que convierta a la ciudad
venezolana en Patrimonio de la Humanidad.
Mente inquieta también interesada en jugar con las formas,
la arquitectura moderna. Búsqueda de la ruptura de líneas y
normas. Una foto que tomó de un majestuoso edificio en
Lisboa con una pedigüeña harapienta sentada delante. “Este
tipo de cosas son las que busco”. El retrato y la
naturaleza. El hombre en el mundo. Pasea “desapercibido”
mientras suceden las historias que fotografía porque no
parece español y reconoce aprovecharse de esa intimidad
gratuita que le ha valido para que le comparen físicamente
con Ernest Hemingway, con el que comparte su pasión por los
toros. Quizá, Ceuta de Agua, como París, también sea una
fiesta. Naturaleza humana en estado puro.
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