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					El marujeo social se ha bebido de un trago todos los 
					estilos, las buenas formas y los buenos modos de hacer 
					patria común. La realidad supera lo literario. Todo tiene un 
					precio en una ciudadanía esclava y desigual. Hay humanos que 
					están todo el año de rebajas. Otros se dejan llevar por las 
					modas y bailan al ritmo que le marca el poder de turno. A 
					cambio reciben unas migajas. Cada día son los menos aquellos 
					que se arriesgan, que escriben lo que piensan y hacen lo que 
					sale del alma. Es una pena que haya pasado el tiempo de los 
					críticos, limpios de gnosis y de lenguajes esplendorosos, 
					que no surja una legión de inconformistas que hablen claro y 
					transparente. El cauce actual por el que discurrimos es de 
					una mansedumbre propia de borregos.  
					 
					La política actual es un producto muerto. Suele caminar de 
					torpeza en torpeza. Las enmiendas –siguiendo el cauce del 
					refranero- llegan tarde, mal y nunca. Se precisan otras 
					literaturas que embellezcan este insostenible desarrollo que 
					sufrimos a las espaldas, donde los oportunistas hacen su 
					agosto, y otros ambientes de verdadera vanguardia capaces de 
					regenerarnos. Me apunto a estos te quieros. Quiero ser yo 
					mismo donde quiera serlo, en el pueblo o en la ciudad, en 
					alta mar o en tierra. Quiero vivir sin amenazas en doquier 
					espacio y universo. Hacer vida en común con el propio 
					entendimiento. Si hay que ejercer alguna presión que sea la 
					ética sobre sistemas corruptos. Cuando se enquista el 
					marujeo social en los poderes de un Estado, la persona como 
					sujeto de derechos y obligaciones ha dejado de ser su 
					prioridad y la solidaridad no pasa del rebaño. Las palabras 
					de la tribu no son más que el eco del poder vestido de 
					metáfora. 
					 
					En vista de los visto, las aguas del marujeo social son tan 
					dañinas que hasta desintegran la biodiversidad de los 
					hábitats naturales y, por ende, los hábitats humanos. En 
					estos momentos asistimos, como peces en la pecera del 
					Estado, a una falta de libertades manifiesta y a una 
					sobreabundancia de complots mezquinos. Todo bajo cuerda 
					interesada. Siempre el interés en este mundo de tenderos. 
					Con este bochornoso panorama, donde lo único que habita es 
					una crisis profundísima de valores y una coraza insensible 
					desde los mismos gobiernos que sólo piensan en los votos, en 
					parte generada por el nulo respeto a los derechos más 
					primigenios, me parece que dar lecciones de moralidad a 
					nadie, es pura farsa; sobre todo cuando vienen de colectivos 
					y estructuras sociales deshumanizadoras.  
					 
					Por desgracia, el marujeo social pasa, con demasiada 
					frecuencia, de compromisos y de atención a los que viven en 
					precario. La probidad y la honradez se han perdido en 
					política. Sálvese el que pueda. Lo de hacer el bien para el 
					bien común es un amor imposible ante el aluvión de odios y 
					venganzas. La ciencia podría ir pensando más en servir al 
					ser humano y no servirse de él, como hace con el embrión 
					humano cuando lo reduce a material biológico. De entrada, 
					nos hace falta una vacuna para fumigar a los que quieren 
					pensar por nosotros y utilizarnos como moneda de cambio. Yo 
					me la pido. Me niego a que piensen por mí, aunque vaya a 
					contracorriente. Y otra vacuna más, sobre todo para 
					purificar las conciencias e imprimir la educación cívica en 
					esta incivil atmósfera que empieza a ser irrespirable. 
					También me la pido. 
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