De vivir mi agüelico, el tío José,
aquel que murió en el Protectorado Español profundo porque
no tenía dinero para comprar penicilina en el estraperlo,
apuesten cualquier cosa a que me llamaría “La maestra
liendre” que es “la que de ná sabe y de tó entiende”. Y es
verdad, mi sabiduría es escasa, pero tengo las entendederas
despiertas y, a cambio de un mísero estipendio de
escribidora, estoy dispuesta a opinar sobre cuanto
acontezca. Es más, si me incentivan, puedo opinar en versos
alejandrinos, componer ripios en forma de sonetos y hasta
diseñar pasodobles con unas letras que sean mezcla de
desgarro y sentimiento. Las monedas entran en mi caja
registradora y de su candencia dependen la rapidez y el
entusiasmo con el que resuenan las teclas de mi ordenador.
Y precisamente, en estos momentos de mis vivencias como
maestra Liendre, aparece la Ley de la Memoria Histórica, o
como carajo se llame esa inmensa y plañidera cursilada, para
remover los recuerdos y hacer chirriar los huesos que
permaneces escamondáos y enterrados en las cunetas. Los
españoles se encrespan y se encabritan, cuando no había
ninguna necesidad de raspar con la uñilla en el pasado y
rescatar a vencedores y vencidos ¿Para que? Los abueletes
que quedan de aquellos tiempos pretéritos ya han asumido
sobradamente, en una larga Transición, los aciertos y los
errores del pasado. De hecho, los descendientes políticos de
aquel entonces pasan un poco de puntillas sobre los
recuerdos, enalteciendo lo romántico y callando las
barbaridades. Mala estrategia la de los socialistas, porque
los rencores son como las buganvillas, se riegan y se
multiplican, se abonan con palabrería insulsa por parte de
unos payasos pontificadotes y crecen más y más frondosos,
para amargarle la vida a todo el mundo. Yo pensaba, en mi
ignorancia de maestra liendre, que es una ignorancia propia
de quienes, como yo, fuimos niñas en los años cincuenta en
un Nador donde apestábamos a ZZ e íbamos rapadas al dos por
los piojos que eran endémicos, opinaba que, los del pesóe no
eran en absoluto grandes estadistas, porque no lo son; ni
tenían tan siquiera un programa serio de gobierno que llevar
a cabo, porque carecían de el y su programa se limitaba a
una serie de indefinidas generalidades redactadas sin faltas
de ortografía, lo que es ya un mérito dado el nivel. Pero,
se lo juro, creía que eran buenas personas. Y me equivoqué.
Mea culpa.
Digiero mal mis propios errores de apreciación. Aunque mi
opinión sobre el PP no ha variado un ápice y recuerdo con
especial repugnancia su cruzada contra el pobre Jesús Gil
por haber ganado en Ceuta y Melilla y el linchamiento
mediático de los palmeros de Génova 13 ,es decir, los
babosos de El Mundo.
Pero Rajoy, pese a su escaso atractivo político, nada que
ver con aquel Mayor Oreja ministro del Interior que parecía,
por carisma, digno sucesor de Aznar, está respondiendo a las
cornadas socialistas con entereza y rectitud. No es
carismático cuando “dice” pero lo que dice está bien dicho y
es adecuado. Puede que, los populares parezcan pijos,
distantes y relamidos, con un punto de frialdad que hace
añorar unas pinceladas de populismo del bueno, pero no
cometen estupideces ni institucionalizan majaderías y encima
tienen en sus filas a grandes constitucionalistas.
Los socialistas, para servidora, que no se han leído la
Constitución y ofende de ellos la frivolidad en el
tratamiento de temas fundamentales, la ligereza de sus
apreciaciones, la falta absoluta de reflexión y el ataque
desordenado a los grandes principios, como el de integridad
de España, que alumbran nuestra Carta Magna. Con esto quiero
decir que, en las próximas elecciones, apoyaré desde mi
España Cañí al candidato Vivas y me partiré el pecho por el
y todo por culpa de los socialistas y de sus pifias.
¿Ven lo que es la vida? Como maestra Liendre que de ná sabe
y de tó entiende, mi postura política iba a ser la
abstención ilustrada y el mutismo exacerbado y crítico. Pero
ya no puede serlo. Por honradez y por lealtad a mis raíces
judeocristianas. Por respeto a ese gazpachuelo cultural que
es mi ADN y porque no me da la gana callarme y pasar tres
pueblos y una autonomía, mientras unos capullos
descerebrados se cargan España y se cagan en todo lo que es
como Dios manda. Será que para mi Dios manda en todo lo
bueno y lo bello del Universo y como, estos cantamañanas son
ateos dícese laicos o renegáos, lo de Dios no les mola y no
son monoteístas, como lo es servidora, ni iconoclastas, como
lo es más aún la nieta del tío José, dignísima sucesora de
un esquilador y de un campesino analfabeto, embrutecidos por
el hambre y las calamidades, pero que hacían la señal de la
cruz sobre la hogaza de pan antes de partirla, dando gracias
(Siempre que tuvieran pan para alimentar a los churumbeles,
que no era siempre el caso).
Saber sé poco. Tengo como toda ágora de Sócrates el
laboratorio de ideas que es mi cerebro, pero entender
entiendo con la gramática parda de quien es pueblo del
pueblo y troje de la mies. Contra el ateísmo que ataca mis
raíces católicas contrapongo el hijoputismo dialéctico ;
contra los fantasmas que, los irresponsables, tratan de
desenterrar pongo sobre el hule de plástico de la mesa de mi
cocinilla los sucesos de 1931 y al genocida Santiago
Carrillo y comienzo a husmear buscando culpables entre sus
descendientes políticos. Contra la fractura de España y el
servilismo pongo el verbo darporculismo.
Y, no mi pluma, sino mi sobadísimo teclado, así como la
pantalla mágica de mi ordenador, ese que tiene un alma
cableada y pendenciera a imagen y semejante de los ardiles
de su dueña, lo poco que poseo, lo pongo al servicio de
aquellos que, día a día, luchan por el objetivo común que
todos defendemos. Será que mi padre, Luisico, me desasnó
haciéndome cuadrar ante dos inmensas palabras :Dios y
España. Bien mamadas las tengo y las rescato, diáfanas o
subliminales de cada intervención pública o privada de los
peperos y de la leche racial y explícita de sus millones de
votantes, muchos de ellos ciberderechas neocon como yo y
también maestros liendre, que de ná saben y de tó entienden.
Pero lo que entendemos lo entendemos de puta madre ¿A que
sí?
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