Que Ceuta es una ciudad
multicultural parece algo fuera de toda duda. ‘La ciudad de
las cuatro culturas’, esa frase más o menos acertada pero
muy eficaz de cara a la promoción de Ceuta en el exterior,
se lleva oyendo desde hace ya, al menos, una decena de años.
Sin embargo, de repente nos enteramos que dentro de esas
cuatro culturas, o más bien confesiones, (porque el
cristianismo, por poner el ejemplo más cercano, encierra un
sinfín de culturas), cohabitan 49 nacionalidades distintas.
Y cuando hablamos de 49 nacionalidades, nos referimos a
personas que han dejado sus países de origen, aquellos en
los que han nacido, para asentarse en Ceuta con vistas de
permanencia. Es decir, que han encontrado en la Ciudad
Autónoma esa prosperidad y esa cercanía que el ser humano
necesita para sentirse a gusto y soltar el ancla, al
principio quizás con poca convicción y al final ocultando un
sonoro acento caballa.
De 75.700 personas empadronadas en Ceuta, algo menos de
3.000 son extranjeros; marroquíes, mayoritariamente (hasta
2.557). Sorprende, de algún modo, que la única
representación del Magreb, en pleno norte de África,
corresponda al vecino país, aunque no deja de ser lógico su
número mayoritario.
A continuación vienen hindúes (45) y chinos (34), seguidos
de italianos (25) y portugueses (20), pero en un número que
ya permitiría conocerlos a todos. Por hablar sólo de
nacionalidades nombraremos a colombianos, argentinos,
gutemaltecos, holandeses, belgas, mexicanos, sirios,
jordanos, turcos, liberianos, daneses, cameruneses,
salvadoreños, japoneses, paquistaníes, guineanos o rusos. En
definitiva, un gran crisol de culturas representados por
cuatro de las confesiones mayoritarias que hacen de Ceuta
una pequeña-gran ciudad cosmopolita, cuyas puntuales
tensiones no derivan de la intolerancia, pues se aprendió a
vivir en paz hace ya siglos, sino del roce de una
convivencia ya familiar y protectora en su singularidad.
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