Entre sus previsiones a corto plazo figura encontrar un
trabajo, y como dispone del permiso preceptivo de camiones,
lo de ser camionero resulta una opción plausible. Hmido,
Ahmed Abderraham o el talibán español relataba ayer,
tímidamente, los años de cautiverio en campos militares
afganos y paquistaníes y en Guantánamo. A su lado comparecía
Marcos García Montes, abogado que junto al juez Baltasar
Garzón, han impulsado la vuelta a casa de Ahmed después de
permanecer dos años incomunicado en la base norteamericano
donde fue vejado y torturado psicológicamente.
“Al final se ha hecho justicia”. García Montes abría así la
rueda de prensa y arremetía contra la administración
estadounidense por permitir la existencia de Guantánamo, y
anunciaba la interposición de una demanda “multimillonaria”
contra el aparato norteamericano (“nunca contra su pueblo”)
por abusos, privación de libertad, castigos físicos,
psíquicos y las secuelas que le han quedado: una severa
miopía, estrés postraumático y trastorno del sueño, porque
le sobreviene constantemente el recuerdo de lo vivido en
cautiverio. Unos hechos que comienzan cuando Hmido y unas
150 personas más son apresadas en Afganistán por su supuesta
vinculación con Al Qaeda. “Nosotros huíamos de la guerra, no
teníamos nada que ver con ella ni con el 11-S ni con nada”,
explica Hmido con voz queda. A pesar de que siempre mantuvo
su inocencia, el ceutí saltó por campamentos militares,
recayendo en primero en Pessawar, en pleno Paquistán. Agua
con lentejas para comer e interrogatorios con la
inteligencia militar de EEUU, que, lo primero que les
presguntó era si conocían a Bin Laden y al mulá Omar.
“Lógicamente yo y mis compañeros dijimos que no, que sólo de
verlos en la tele”. Los soldados norteamericanos les
trasladarón más tarde a una prisión militar en Kandahar
(Afganistán) aunque Hmido no sabía realmente donde estaba ya
que viajó en todo momento con los ojos vendados. Después de
unos meses, el traslado definitvo: con los ojos, la boca y
los oídos cubiertos, Ahmed voló, “más de 24 horas” hacia la
base de Guantánamo. Pero no acaba ahí su viaje. Dentro de
este campo de concentración, el talibán español recorrió
tres secciones, empezando por la zona Rayos X: una “jaula”
con luz permanente y dos cubos, uno para beber y lavarse y
otro para hacer sus necesidades. Después, y ante la
‘amenaza’ de la huelga de hambre iniciada por los presos,
Hmido fue llevado a una celda cuyos barrotes no permitían
ver más allás de unos metros. Allí perdió la visión. Cuando
salía al patio, quince minutos por semana, “ya empecé a
notar las figuras nebulosas”, explica.
Ahmed pasó por multitud de interrogatorios durante los dos
años que estuvo en Guantánamo, basados todos en la sensación
de terror. Según relata Hmido, lo dejaban en un barracón
vacío y sin ventanas durante más de seis horas; luego
volvían y le amenzaban diciendo que era un terrorista y que
nunca más vería a sus familiares. Su madre, entre otros, le
acompañaba ayer y grababa su intervención con una cámara de
vídeo casera. Una mujer que se siente feliz porque sabe que
no se puede recurrir una sentencia del Tribunal
Constitucional por lo que la libertad de la que disfruta su
hijo es ya irrevocable. “El TS es la Constitución en
blanco”, subrayó García Montes que bromeó con el peso de
Himido. “Está ahora más gordo que depués de pasar por el
campo de engorde de Guantánamo”. Y es que, antes de salir, a
los presos “les ponen guapos” en una de las áreas de la
cárcel norteamericana, permitiéndoles comer “pescado o
arroz, porque saben que Oriente Medio comen mucho arroz”,
recuerda Ahmed. Un Ahmed nervioso que, contradictoriamente,
destiló en todo momento serenidad, relatando
cronológicamente su periplo por campos militares de medio
mundo. “Quiero vivir una vida normal, buscar un trabajo”,
indicó el talibán español, que estudia la posibilidad de
presentar una querella conjunta con otros presos de
Guantánamo, que salieron después de él. Himdo ha sido el
primero y eso es, más que un motivo de orgullo, un milagro
para el propio Ahmed.
El auto del Tribunal Supremo invalida todo proceso por el
que haya pasado Hamed Abderrahmán, incluido elinterrogatorio
que le realizó la policía española. García Montes fue
bastante dura con las autoridades y el Gobierno español: “en
vez de mandar ayuda, mandan a la policía en plan
inquisitorial”, destacó.
Pero la historia ha tenido final feliz y Hamed ya está en su
casa, con su familia. “Salió de España para estudiar y se
encontró con que era terrorista”, indicó García Montes.
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