De su padre aprendió “a no decir nunca que no se puede”. En
el negocio de la cerrajería, Alí Mohamed Amad no recuerda
cerradura que se le haya resistido. Su progenitor le enseñó
un oficio que él había aprendido sin maestro: el arte de
abrir cualquier cosa. Tiene tantas anécdotas que sonrojaría
a cualquier cuentista aficionado.
En una ocasión, asegura, le llamaron para abrir una caja
fuerte. “Cuando abrí la puerta, cayó rodando al suelo un
consolador”, y fue en aquel momento, -“en el que sentí más
vergüenza que los propietarios”- cuando cambió su manía para
siempre: “Desde entonces, abro la cajas, pero dejo que sea
el dueño quien tire de la puerta”.
Policía, Bomberos y casi cualquier ceutí que se deja las
llaves le telefonea a cualquier hora del día. O de la noche.
“Si me llama alguien a las cuatro de la mañana porque se ha
quedado en la calle, yo no puedo decirle: me paso el
miércoles y te abro”.
Entre las historias, algunas rocambolescas, otras criminales
y la mayoría graciosas, Alí recuerda el caso de un chico que
se quedó en calzoncillos, a media noche, en la calle. “El
chaval salió a pedir un cigarrillo a un familiar que vivía
enfrente”. La mala suerte quiso que su pariente no
estuviese, “así que un vecino le prestó una bata y vino en
mi búsqueda”.
Algunas noches, tal vez por el hazar o por el despiste, “he
salido hasta tres veces”. Hay clientes que son fijos. Alí
Mohamed ha abierto la puerta de la misma persona hasta en
cuatro ocasiones. De hecho “en un mismo día, abrí tres veces
la misma puerta”.
Saqueadores
El tema de los robos está directamente relacionado con
muchas de las llamadas que recibe el cerrajero. “Una vez
abrí una puerta que tenía el pestillo echado por dentro”,
sostiene. Al llegar a la habitación, el ladrón estaba
llenando su bolsa, cual película de acción, de enseres y
joyas que encontraba a su paso.
La policía toma las huellas al tiempo que Mohamed abre las
puertas. “Hay momentos en los que coincidíamos”, comenta
Mohamed.
Pero, sin duda, no todas las historias son para contarlas
con amigos mientras se toma una cañas, aunque Alí asegura
que sus colegas le piden anécdotas para “echarse unas
risas”.
En otra ocasión, a una mujer se le cerró la puerta mientras
salía a comprar algo a la tienda de la esquina.
Desafortunadamente, se había dejado la olla puesta en el
fuego.
“Cuando llegó el marido, le pegó dos hostias delante de mí y
le dijo que por qué había tenido que salir, que ahora el
fuego iba a prenderse así que tuve que intervenir yo”. Son
cosas “que pueden pasarle a cualquiera”.
El peligro de las tarjetas
Muchas puertas se abren con una simple tarjeta. Alí
recomienda que siempre se eche la llave, aunque sea para
bajar a tirar la basura. Aunque se tenga una puerta blindada
o una buena cerradura, “es cuestión de acostumbrarse”
La mayoría de las personas, antes de irse de vacaciones,
blinda puertas y ventanas. En julio y agosto, el trabajo
decae, pero después de las vacaciones “ya es la debacle”. Al
volver, “a mucha gente le han robado el bolso, ha perdido
las llaves o simplemente las ha olvidado en su casa de Ibiza”.
Otra de las anécdotas que cuenta habla de una chica que se
metió al baño a ducharse y se quedó la puerta atascada. “La
mujer estuvo unas siete horas dentro hasta que llegó su
novio y me avisó”, comenta. No a todo el mundo le da un
ataque de nervios, además, “cuanto más nervioso te pones,
peor”. Hay mucha gente que comienza a dar patadas a la
puerta, víctima de un ataque de pánico.
La apertura de la cerradura de una puerta blindada puede
costar alrededor de 40 euros. Algo que en muchos casos sólo
se debe al despiste o el olvido puede salir bastante caro.
Alí reitera su único consejo “cerrar la puerta con llave
cuando salgan de casa o vayan a dormir”.
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“Hay más miedo en los últimos meses”
“La gente tiene mucho más miedo
que hace un año”. Hace unos meses, ceuta sufrió una oleada
de robos. “Había unos choricillos que abrían las puertas con
tarjetas y robaban habiendo incluso gente durmiendo”.
La alarma saltó ante la incertidumbre, -propiciada por los
informativos-, de no saber si se les echaba un gas para
dormirlos o no.
Más tarde, eso pasó. Alí Mohamed cuenta que, tras un período
de calma, ha vuelto el desasosiego. “Desde hace un mes y
medio, hay otra oleada de robos, están entrando otra vez con
tarjeta. Si no hay nadie, cierran la puerta por dentro”.
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