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OPINIÓN - DOMINGO, 23 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

Vivas con dos copas
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Hace ya muchos años iba yo cada día a las oficinas de PROCESA que estaban, entonces, en un cuchitril de la calle Independencia. Lo hacía para entrevistarme con Juan Vivas y contarle cómo iban las cosas por el Instituto Municipal de Deportes, del cual me habían nombrado supervisor y además director de una escuela de fútbol que jamás llegó a ponerse en funcionamiento al ver que se apuntaban a ella más niños de religión musulmana que católicos. En el IMD de entonces primaba la fobia contra los niños en general, y se doblaba la cerviz ante los que eran hijos de conocidos y gente adinerada. Podría relatar malas acciones de esa época, tan verdades como puños, pero no es por ahí que yo quiero que se abra paso la columna de hoy.

Juan Vivas era el hombre clave de PROCESA y mandaba ya tela marinera en el Ayuntamiento, gracias a sus conocimientos y a su buena disposición para hacerse responsable de muchos asuntos que otros funcionarios delegaban en él. Una actitud que le permitía ejercer gran influencia sobre los compañeros y, sobre todo, en los políticos y, desde luego, en Fructuoso Miaja, alcalde. Influencia que le permitió recomendarme para desempeñar los cargos reseñados previamente. Aunque conviene decir que su ayuda estuvo cimentada en dos cuestiones importantes: una, que confiaba en mis conocimientos y otra, sin duda, porque quería purgar sus culpas por una forma de proceder contra mí, anteriormente, que lo había dejado tocado de un ala. Y en cuanto pudo, por ser persona consciente de que se había equivocado gravemente, trató de restaurar nuestras relaciones perdidas.

Con lo que no contaba Juan Vivas, acostumbrado ya en ese tiempo a relacionarse con personas que ven en el dinero el único fin de la existencia, es que servidor estuviera hecho de otra pasta bien distinta y, llegado el momento, de elegir entre llevarme mi sueldo, nada desdeñable en los años 80, por no hacer nada, renunciara a mi plaza de empleado.

Me acuerdo perfectamente de cómo nuestro actual presidente se hacía cruces cuando me acompañaba al despacho de Fructuoso Miaja para presenciar mi renuncia. Y cómo no paraba de decirme que si bien el proyecto de la escuela de fútbol estaba ya muerto y me daba sus explicaciones al respecto, bien podía continuar en el IMD desempeñando otras labores. Sin embargo, nada de cuanto me recomendaba el funcionario Vivas podía yo asumirlo por haberme comprometido, públicamente y en cuerpo y alma, a darle vida a una escuela de fútbol y a tratar, por mi cargo de supervisor, a que en el IMD no se cometieran tropelías. Algunas conocidas por él y de las que me había puesto al tanto para que yo me asegurara si eran ciertas. ¿Verdad, Juan?

Una manera de proceder que nadie iba a agradecerme, pero que, pasados los años, nada menos que 21, me vale para seguir manteniéndole la mirada a un Vivas que ha llegado, por merecimientos propios a ser presidente de la Ciudad. Si bien es cierto que ello le cuesta el tener que soportar, un día sí y otro también, la visita de tartufos, trincones, sinvergüenzas, pelotas, etc. Y, cómo no, de alguien que hace tantas trampas en su cargo como las que se hacían en el IMD que yo conocí. Un sino el de Vivas que a mí me hace tenerle cierto afecto y hasta sentir verdadera zozobra por entender que, siendo como es, persona honrada y cabal, habrá de morderse la lengua y tragar mucha saliva cuando se ve enfrentado a esa fauna de visitadores. Por ello, careciendo yo de predisposición a verme con quien esté en la cresta de la ola, sí me gustaría coincidir con un Vivas con dos copas, para que, bajo sus efectos estimulantes, diera rienda suelta a su lengua en una sobremesa. Tiempo suficiente para recopilar datos y escribir un libro.
 

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