La Ciudad Autónoma de Ceuta está
económicamente estancada. El comercio, el principal motor de
la ciudad durante los años de bonanza, ha entrado en crisis
y el remonte debe sustentarse en otros sectores. El inicio
de una actividad industrial propia amparada en las reglas de
origen puede ser ilusionante, al igual que la ampliación
definitiva del puerto en el contexto internacional de las
‘Autopistas del mar’. El comercio con Marruecos podría
revitalizarse con la regularización del Tarajal o la
apertura del paso de Benzú. Todos estos proyectos tienen la
ventaja de ser complementarios y de que su éxito redundaría
en el bien de todos.
Sin embargo la ciudad cuenta con otro capital tangible que
todavía no ha asimilado en su planteamiento económico: el
flujo de turistas que cruzan, vía Ceuta, en dirección a
Marruecos. Procedentes de toda Europa, la ciudad no ha
encontrado todavía la fórmula de que una buena parte de
ellos se quede un par de noches en Ceuta. En primer lugar,
no tenemos una suficiente oferta de hostales de dos y tres
estrellas, vitales para captar a toda esa masa de
‘mochileros’ menores de 35 años que no están dispuestos a
gastarse más de 30 ó 40 euros en dormir, pero que se
dejarían con gusto el triple en correrse una buena juerga
nocturna con cena típica incluida. Garantizar que un
porcentaje de esta masa turística encuentre en Ceuta un
lugar lo suficientemente atractivo y animado como para
acercarse una o dos noches, bien de paso a Marruecos, bien
porque disfrutan de sus vacaciones en la costa gaditana,
generaría una riqueza importantísima, ya que funcionaría
además por sí mismo el ‘efecto llamada’. Ceuta recuperaría
con creces, a través del turismo, toda la población que
pierde cada verano y ganaría en animación. la fórmula es muy
vieja y su resultado se observa en todo el litoral español.
Sólo es necesario ponerla en práctica e iniciar el repunte
con un planteamiento multisectorial.
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