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OPINIÓN - SÁBADO, 22 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / MIS COSAS

Mis cosas
 


ADE
ade
@elpueblodeceuta.com
 

Hay personas a las que les cuesta trabajo creer que, servidor, pasa olímpicamente del rollo macabeo de la ostentación de algún cargo.

Lo voy a explicar, de una ves por todas. Al mismo tiempo que espero y deseos, que ésta, no habrá más, sea de una claridad meridiana.

Al menda, lo de ser decano de los medios escritos de mi tierra, me importa un bledo y el otro también. Me da, exactamente, igual que me tengan en los protocolos como que algunos eviten el tenerme en los mismos.

A lo largo de mi vida he huido de todas esas cosas que, por méritos propios, me corresponden y que, algunos de los inútiles, personajillos de pocamonta han tratado de ponerme algún obstáculo.

Son tan pobres de espíritu y alcanzan el más alto nivel de envidia que, incluso han llegado a pensar que evitando reconocerme ese derecho, me pueden hacer daño. ¡Pobres diablos!.

Los deportes más practicados, por toda esa fauna de inútiles, personajillos de medio pelo han sido, a lo largo de sus vidas, el odio y la envidia. La práctica de estos dos deportes, no muestran más que la catadura moral de estos personajes.

Servidor, desde que vino a este mundo, borró de su particular diccionario las palabras odio y envidia para evitar, con ello, estar a la altura moral e intelectual de todos aquellos que practican semejantes deportes que, por otro lado, se han convertido en deportes nacionales y, donde algunos de sus practicantes, han conseguido medallas de oro.

Mi vida se ha enriquecido en la mejor universidad del mundo, la calle, donde he tenido que luchar, a brazo partidos sin ayuda de nadie, para buscar el lugar que me corresponde.

He vivido tan intensamentela vida, que ella me enseñó a luchar con todas mis fuerzas en defensa de los más débiles, de los más necesitados. De ahí, que la sabia de mí abuela, acostumbraba a decirme que era el abogado de los pobres o de las causas perdidas.

No he soportado y sigo sin soportar la prepotencia de aquellos que tuvieron la suerte, que la vida les diece un premio, como en una tómbola, otorgándole la gorra y el pito con mando.

No he soportado y sigo sin soportar las injusticias que se cometen y que, en la mayoría de las ocasiones, por no decir todas, padecen los más débiles.

No puedo soportar todo esto, es superior a mis fuerzas, y me revelo contra todos aquellos que cometen esas injusticias. Casi siempre cometidas por los que les tocó, en la tómbola de la vida, la gorra y el pito con mando.

Nunca, en toda mi vida, he aspirado a que se me reconozca nada de nada, a pesar detener un curriculm que sería la envidia de mucho, sobre todo de esos analfabetos, inútiles, personajillos de mediopelo y polítiquillos del tres al cuarto,a los que les cae grande incluso el premio de la gorra y el pito, que les concedió de forma graciosa, la tómbola de la vida.

Mi única ilusión, nunca ha estado centrada en que se me reconozca nada o que se me entregue un premio o una placa, ha sido vivir y sentir el cariño de mi gentes. De esas gentes que a igual que yo, corrieron con alpargatas las calles de nuestra tierra, quitándose las mismas para poder jugar un partido de fútbol, sobre los adoquines de mi adorado Callejón de Lobo, donde la santa de mi madre tuvo a bien parirme, mientras le pegábamos bocados al hambre de la vida.

Y ese cariño, ese afecto, puedo presumir de tenerlo de mis gentes. Gentes sencillas gentes humildes, que nos hemos ido, poco a poco, abriéndonos camino en la vida, venciendo a todos aquellos que practican los deportes del odio y la envidia.

Hemos ido ganando batallas trás batallas, todos juntos sin que nadie haya conseguido separarnos porque, nuestra unión, está ligada por los lazos indisolubles de la amistad forjada, a través del tiempo, por la fuerza que da la necesidad de abandonar el hambre, venciendo a todos aquellos, que nos miraron por encima del hombro cuando, en realidad, no eran más que unos patanes arropados por la suerte.

¿Puede creer alguien, qué teniendo todo ese afecto y todo ese cariño de mis gentes, de los mios, de mis nuevos amigos, me puede preocupar, ni poco ni mucho, que algunos pobres diablos, inútiles y analfabetos, personajillos de mediopelo o politiquillos del tres al cuarto, no quieran aceptar lo qué ese vidente?.

Insisto, para que quede claro, de una vez por todas, lo que se me reconozca cómo decano de la prensa escrita, me la trae al fresco de poniente.

Porque, mi pregunta es, eso para qué vale.Pues, sencillamente, vale para decirte que está en la última carrera de la vida. ¡Vaya leche, tú!.

Ya no voy a tocar más el tema, creo que he dejado claro, de una vez por todas, lo que me importa el asunto de que se me reconozca ser el decano de la prensa escrita.

Lo único cierto es que, moriré siendo periodistas y otros de la gorra y el pito, no serán nada. Adiós, tú.
 

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