Hay personas a las que les cuesta
trabajo creer que, servidor, pasa olímpicamente del rollo
macabeo de la ostentación de algún cargo.
Lo voy a explicar, de una ves por todas. Al mismo tiempo que
espero y deseos, que ésta, no habrá más, sea de una claridad
meridiana.
Al menda, lo de ser decano de los medios escritos de mi
tierra, me importa un bledo y el otro también. Me da,
exactamente, igual que me tengan en los protocolos como que
algunos eviten el tenerme en los mismos.
A lo largo de mi vida he huido de todas esas cosas que, por
méritos propios, me corresponden y que, algunos de los
inútiles, personajillos de pocamonta han tratado de ponerme
algún obstáculo.
Son tan pobres de espíritu y alcanzan el más alto nivel de
envidia que, incluso han llegado a pensar que evitando
reconocerme ese derecho, me pueden hacer daño. ¡Pobres
diablos!.
Los deportes más practicados, por toda esa fauna de
inútiles, personajillos de medio pelo han sido, a lo largo
de sus vidas, el odio y la envidia. La práctica de estos dos
deportes, no muestran más que la catadura moral de estos
personajes.
Servidor, desde que vino a este mundo, borró de su
particular diccionario las palabras odio y envidia para
evitar, con ello, estar a la altura moral e intelectual de
todos aquellos que practican semejantes deportes que, por
otro lado, se han convertido en deportes nacionales y, donde
algunos de sus practicantes, han conseguido medallas de oro.
Mi vida se ha enriquecido en la mejor universidad del mundo,
la calle, donde he tenido que luchar, a brazo partidos sin
ayuda de nadie, para buscar el lugar que me corresponde.
He vivido tan intensamentela vida, que ella me enseñó a
luchar con todas mis fuerzas en defensa de los más débiles,
de los más necesitados. De ahí, que la sabia de mí abuela,
acostumbraba a decirme que era el abogado de los pobres o de
las causas perdidas.
No he soportado y sigo sin soportar la prepotencia de
aquellos que tuvieron la suerte, que la vida les diece un
premio, como en una tómbola, otorgándole la gorra y el pito
con mando.
No he soportado y sigo sin soportar las injusticias que se
cometen y que, en la mayoría de las ocasiones, por no decir
todas, padecen los más débiles.
No puedo soportar todo esto, es superior a mis fuerzas, y me
revelo contra todos aquellos que cometen esas injusticias.
Casi siempre cometidas por los que les tocó, en la tómbola
de la vida, la gorra y el pito con mando.
Nunca, en toda mi vida, he aspirado a que se me reconozca
nada de nada, a pesar detener un curriculm que sería la
envidia de mucho, sobre todo de esos analfabetos, inútiles,
personajillos de mediopelo y polítiquillos del tres al
cuarto,a los que les cae grande incluso el premio de la
gorra y el pito, que les concedió de forma graciosa, la
tómbola de la vida.
Mi única ilusión, nunca ha estado centrada en que se me
reconozca nada o que se me entregue un premio o una placa,
ha sido vivir y sentir el cariño de mi gentes. De esas
gentes que a igual que yo, corrieron con alpargatas las
calles de nuestra tierra, quitándose las mismas para poder
jugar un partido de fútbol, sobre los adoquines de mi
adorado Callejón de Lobo, donde la santa de mi madre tuvo a
bien parirme, mientras le pegábamos bocados al hambre de la
vida.
Y ese cariño, ese afecto, puedo presumir de tenerlo de mis
gentes. Gentes sencillas gentes humildes, que nos hemos ido,
poco a poco, abriéndonos camino en la vida, venciendo a
todos aquellos que practican los deportes del odio y la
envidia.
Hemos ido ganando batallas trás batallas, todos juntos sin
que nadie haya conseguido separarnos porque, nuestra unión,
está ligada por los lazos indisolubles de la amistad
forjada, a través del tiempo, por la fuerza que da la
necesidad de abandonar el hambre, venciendo a todos
aquellos, que nos miraron por encima del hombro cuando, en
realidad, no eran más que unos patanes arropados por la
suerte.
¿Puede creer alguien, qué teniendo todo ese afecto y todo
ese cariño de mis gentes, de los mios, de mis nuevos amigos,
me puede preocupar, ni poco ni mucho, que algunos pobres
diablos, inútiles y analfabetos, personajillos de mediopelo
o politiquillos del tres al cuarto, no quieran aceptar lo
qué ese vidente?.
Insisto, para que quede claro, de una vez por todas, lo que
se me reconozca cómo decano de la prensa escrita, me la trae
al fresco de poniente.
Porque, mi pregunta es, eso para qué vale.Pues,
sencillamente, vale para decirte que está en la última
carrera de la vida. ¡Vaya leche, tú!.
Ya no voy a tocar más el tema, creo que he dejado claro, de
una vez por todas, lo que me importa el asunto de que se me
reconozca ser el decano de la prensa escrita.
Lo único cierto es que, moriré siendo periodistas y otros de
la gorra y el pito, no serán nada. Adiós, tú.
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