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OPINIÓN - JUEVES, 20 DE JULIO DE 2006

 

OPINIÓN / EL OASIS

¡Manda huevos!
 


Manolo De la Torre
manolodelatorre@elpueblodeceuta.com
 

Julián Muñoz, ex alcalde de Marbella, ha sido detenido en la tercera fase de la “operación Malaya”. Es decir, que el juez Torres está dispuesto a enchironar a todos los que vivieron a la sombra del invento de Jesús Gil y celebraban sus trapicheos con botellas valoradas en 7.000 euros. Botellas de lujo, entre las cuales se tenían por modestas la Chateau Petrus o el Moet Chandon. De manera que el Vega Sicilia pasaría por ser poco menos que un Ribera del Duero modesto y de consumo diario en la mesa de tan renombrados trincones.

Por tanto, no me extraña que Ignacio Camacho, en su columna de ABC, pida que a fulanos que pagan 7.000 euros por una botella de vino lujosa, se le haga inmediatamente una inspección de Hacienda. Y que luego, esto lo digo yo, los pongan a disposición de ese juez que se ha convertido en el azote de los corruptos que se embriagaban con caldos hechos a la medida de una clase política que se nos metió en Ceuta, gracias a señores que ahora caminan por la calle como si tal cosa.

Bien está que en Marbella, los ciudadanos, ante lo que van conociendo (como esa factura de 885.000 euros, unos 140 millones de pesetas, importe de una remesa de vinos para ser degustada por paladares de ladrones exquisitos, llámese Juan Antonio Roca), digan ahora que los votantes del GIL procedían, mayormente, de afuera. Pero en Ceuta, desde luego, ni siquiera vale esa excusa.

Porque aquí son más que conocidos los nombres de quienes fueron, una y otra vez, a Marbella para decirle a don Jesús el mucho bien que haría a Ceuta el que él decidiera presentarse a las elecciones. Y hasta me consta que, en un principio, el dueño de Imperioso no dudó en darle puerta a muchos de los babosos que se postraban de hinojos e implorantes, ante su oronda figura.

-¡¿Qué ganó yo metiéndome en ese lío tan grande de Ceuta!?, llegó a preguntarse el dueño de Marbella, en voz alta.

Pues bien, arribó y fue recibido como se hizo con aquel Fernando VII que entraba en los pueblos y los había que se daban tortazos por desenganchar las mulas del carruaje real para ponerse ellos a tirar. La escena de los bajos de la Marina, en aquel verano de cuya fecha no me quiero acordar, fue lo más triste y penoso que yo haya visto jamás en una tierra donde sigo insistiendo que el ciudadano más tonto hace relojes.

Sin embargo, llegaron a ser convencidos de que habría hoteles flotantes, casinos de corte internacional donde los dineros correrían a manos llenas, guardia a caballo con más empaque que la de la Policía Montada del Canadá. La mendicidad se acabaría, las putas serían desterradas, las calles estarían limpias como un patena y el orden primaría por encima de todas las cosas. Orden, eso sí, aunque en el empeño primara la injusticia. Ya que era la única forma de volver a recuperar la llegada de turistas a una Ceuta que ellos, los del GIL, traerían a espuertas en trasatlánticos.

Y los ciudadanos, casi mayoritariamente, y los comerciantes de manera casi generalizada, durante aquella campaña electoral, se quedaban pasmados y no dudaron en creer lo que se les decía. Fueron meses en los cuales llevarles la contraria a los poseídos por el espíritu del GIL suponía un peligro de mucho cuidado. De ahí que quienes pensábamos, muy pocos, por cierto, que todo aquello era una gran mentira y que el GIL era un partido que llegaba dispuesto a llevarse los dineros y a repartir prebendas entre los que estuvieran de acuerdo con sus tropelías, nos viéramos perseguidos. El problema, cuando sucede el derrumbe de Marbella, es que aquí los hay del GIL pegados a las ubres del PP y, encima, se permiten el lujo de decirle al presidente Vivas dónde debe sentarse.¡ Manda huevos!
 

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