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OPINIÓN - JUEVES, 20 DE JULIO DE 2006

 
OPINIÓN / EDITORIAL

La seguridad del Príncipe también es ciudadana

Es realmente triste comprobar cómo una barriada reclama a gritos paz, tranquilidad y buenas maneras para sentirse igual que las demás mientras que unos desalmados pertenecientes al mismo barrio cometen constantes tropelías escudados en el temor generalizado existente en la zona donde está instaurado el silencio para lamento de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, que chocan día sí, día también con la callada por respuesta cuando se pregunta por los autores de hechos delictivos.

La seguridad ciudadana recae en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado además de las auxiliares que conforman el global del operativo que lucha contra la inseguridad. Sin embargo, el verdadero concepto de seguridad reside en la propia ciudadanía. Porque la inseguridad es un término que en sí mismo encierra una gran carga de subjetividad dado que no a todo el mundo le causa la misma sensación un mismo hecho.

Dicho esto, lo que sí preocupa en exceso es que los ciudadanos del barrio vivan amedrantados por los violentos, por los degenerados escoria social que se escabullen entre las pequeñas callejuelas y que, absolutamente ociosos, ni se hallan en la sociedad representada por las gentes de bien, ni siquiera desean pertenecer a ella..

La seguridad también es ciudadana, porque son los ciudadanos responsables y concienciados en lograr una sociedad mejor, los que con ayuda policial (aunque sea en secreto) consigan erradicar la mala hierba que se extiende en una barriada que clama por su tranquilidad, por sus mejoras estructurales y por el reconocimiento de su idiosincrasia en tanto en cuanto también contribuyan defendiendo sus intereses, derechos y deberes nacionales ante el constante goteo de población marroquí que utiliza al barrio como ‘ciudad’ dormitorio residiendo, al final, indefinidamente ante la permanente pasividad de las instituciones españolas.

El ‘Príncipe’ necesita de una solución global.
 

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