Como cada verano por estas fechas
y con los pantanos exagües por la falta de lluvias
regulares, aparece la amenaza del fuego que devasta
hectáreas de monte y supone una tragedia ecológica
inenarrable. Porque no se trata tan solo de las arboledas y
del monte bajo devastado, sino de las docenas de especies
animales que perecen y que pierden su hábitat natural.
¿Campañas de concienciación? Siempre son buenas aunque nos
encontramos suficientemente concienciados por el siniestro
fenómeno e intentamos atender los consejos básicos como el
no hacer barbacoas en zonas boscosas, eliminar la colilla
que sale volando por la ventanilla del coche y que hoy por
hoy, de ser apercibida por un sagaz picoleto te cuesta una
ruina ruinera, cascabelera, eliminar la quema de rastrojos y
construir cortafuegos en las zonas de riesgo, pero ni con
esas…
Cuentan del psicópata con el mechero y la gasolina que
esperó sentado en una silla, embelesado, a contemplar su
delito y esperar que vinieran a detenerle. Contra los
pirómanos hay mal arreglo, contra los especuladores que
quieren comprar madera calcinada hay bueno: no venderla ni
permitir construir en el área devastada, obligando a
repoblar con especies autóctonas crecidas evitando los
paisajes lunares de tierra agonizante que restan tras los
incendios.
¿Qué si se pueden evitar los fenómenos meteorológicos? En
parte, yo, como la abuela cebolleta que soy aún recuerdo
que, en mi pueblo de Nador habían pararrayos en muchas casas
y los rayos iban a parar a un pozo, todo por elemental
prudencia porque, en aquella tierra mía tan árida, abundaban
las tormentas secas con gran aparatología y muy
espectaculares y desde chiquitillas estábamos aleccionadas a
no ponernos jamás bajo un árbol en caso de tormenta y cerrar
las ventanas para que no entren los rayos ¡fenómeno más
alarmante!. No obstante, en la modernidad del siglo XXI
cuando observamos de reojo antenas y artilugios sospechando
que puedan ser cancerígenos o contaminantes, corre la
leyenda de que, los pararrayos de hoy contaminan, que no los
artefactos de antaño porque, en mis tiempos y en Nador nunca
conocí a nadie aquejado de cáncer por tener en el techo un
pararrayos, ni se planteaba el dilema de hoy y los
cachivaches absorberayos cumplían su cometido y ejercían sus
competencias que eran sanas y evitaban accidentes de todo
tipo, neutralizando las descargas celestiales.
Desde entonces nunca jamás he vuelto a contemplar en una
techumbre uno de esos tranquilizadores artilugios y no me
importaría tener uno de ellos en mi casita, porque no creo
en las ondas magnéticas y si en la leyenda urbana que
aconseja apagar televisores y no utilizar el mechero caso de
ir en coche, porque atraen a los rayos. Los mismos rayos y
centellas que lanzan algunos ciudadanos con el tema de las
competencias que quiere recuperar o ampliar la Ciudad
Autónoma, competencias como urbanismo y bienestar social,
una maravilla, caso de ser desempeñadas por tecnócratas que
no por políticos y dirigidas por auténticos profesionales en
la materia que no por cargos electos que pueden no tener ni
idea.
Me comentan que en el país vecino y de cara a las próximas
elecciones para que no abrume por su mayoría el partido
islamista, el joven Mohamed VI se ha rodeado, no de palmeros
y de pelotilleros, sino de ingenieros de altísimo nivel.
¡Ahí, ahí!. Del país vecino hay que aprovechar lo que se
pueda y si tienen buenas iniciativas copiarlas sin pagar
copyright ¿Ustedes se figuran urbanismo dirigido por
auténticos expertos? Una maravilla a recuperar y explotar
por el bien de este pueblo meridional, tan de culturas
acrisoladas que necesita avanzar mediante buenas inversiones
y un desarrollo sostenible, sin permitir que vayan a
convertir a Sáhira Ceuta que es como me gusta nombrarla, en
un saturado Benidorm de los cojones, ladrillo, cemento y
meadas de guiris de los que van con sandalias y calcetín
blanco, no se gastan un puto duro, se compran el primer día
que llegan un botellín de agua, se lo beben y el resto de
las vacaciones las pasan rellenando la misma botella en los
lavabos de los wáteres. ¿Qué si por allí no hay incendios?
Pues la verdad es que, en la saturada costa mediterránea,
hay tan pocas zonas verdes que difícil es que ardan pinares,
hayedos o alcornocales, si acaso puede arder un bloque de
vecinos por un problema con el gas o porque uno se duerme
fumando y se arma la mundial.
Hay que ver como nos estamos cargando el planeta ¿Qué si soy
ecologista? Por supuesto, toda persona sensata ama y respeta
la naturaleza sin caer, por supuesto, ni en los excesos ni
en la ridiculez y la demagogia mierdosa, pero, como ustedes
considero ,que cada árbol talado es una herida en la
epidermis de la Madre Tierra y aquí y en Málaga, los sénecas
locales han talado los bellísimos y centenarios ejemplares
de plátanos del parque ante las protestas y la furia de los
malagueños y la indiferencia de la fiscalía de medioambiente
¡lástima de patrimonio ecológico masacrado! Pero hablamos
del fuego, de los incendios estacionales, del dolor que se
experimenta al ver arder un monte y los años que sabemos que
se tardará en verlo regenerado. Y estamos concienciados,
machaca que machaca nos han ido metiendo una cultura de amor
y respeto por la naturaleza de la que antes carecíamos, será
que antes había más naturaleza sin contaminar, tan hermosa e
impoluta que hoy alucinaríamos pero que, entonces nos
parecía algo normal. Ir de excursión al toro del monte
Hacho, ahora ni toro ni puñetas y muy poca reforestación y
una lucha por rescatar del asfalto pedazos, cachos de verde
y de césped. Yo diría que, por cada metro cuadrado de
ladrillos otro tanto de zonas verdes con aspersores y
reforestación con cortafuegos, buenos hidroaviones y la
pericia de los bomberos ¡que miren que es difícil ser
bombero! Tienen más requisitos que los notarios y aun pese a
ellos y a sus habilidades, cada verano,sigue volviendo el
fuego.
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