El escándalo del fútbol italiano,
con los castigos ejemplares que se han dictado contra varios
equipos, aunque estén recurridos, me invita a pensar que no
tengo ninguna razón para desechar que algo similar pueda
estar ocurriendo en nuestra Liga.
Así, me fijo en el árbitro Medina Cantalejo y
me detengo en su buena suerte, durante la última temporada:
sale elegido para arbitrar un Barcelona-Madrid y se equivoca
clamorosamente a favor del equipo azulgrana. Indica un
penalti inexistente de Roberto Carlos y,
seguidamente, tras las protestas del brasileño, lo expulsa y
deja a los madridistas en inferioridad manifiesta. Lo
inmediato es que sea designado para dirigir la final de la
Copa del Rey.
Pero ahí no para la cosa: a Mejuto González,
colegiado asturiano que ha sido distinguido para
representarnos en el Mundial de Alemania, le aprietan las
tuercas, lo sacan de quicio, y ¡zas!: le pegan el cambiazo
por el apreciado Medina Cantalejo. La actuación de éste en
el Italia-Australia fue vergonzosa: volvió a indicar otro
penalti inexistente con el que los italianos consiguieron
pasar la eliminatoria.
Y todos dijimos a una: al trencilla sevillano lo
envía el Comité Técnico de Árbitros para España, en un
santiamén. Que si quiere arroz, Catalina. A nuestro hombre
lo siguieron manteniendo entre los primeros espadas del
arbitraje y hasta lo colaron de cuarto árbitro en la final.
El resultado ha sido que la FIFA ha tenido que decir una y
mil veces que el español no vio la agresión de Zidane
a Materazzi por el vídeo, y bla, bla, bla...
Conclusión: Medina Cantalejo cuenta con las simpatías de los
hombres que arropan a Ángel María Villar
tanto aquí como en el concierto internacional. Lo cual ha
quedado más que demostrado. Entonces, surge la pregunta: ¿de
ostentar yo algún cargo en un equipo de Primera División, me
pondría en guardia ante un arbitraje del sevillano? Sí. Sin
ningún género de dudas.
Lo que no actuaría es como ha actuado Ramón
Calderón, presidente del Real Madrid. Quien se ha
presentado ante Villar para rendirle pleitesía y de paso
rogarle que hable bien del Madrid a sus árbitros de cámara.
¡Qué horror!... ¡Qué bajada de pantalones y qué manera de
reconocer un presidente, del mejor equipo del mundo, que en
España hay árbitros que pitan bajo control de la Federación!
Como hay campos que se cierran por un quítame allá esas
pajas y otros no son penalizados aunque maten al jugador que
va a sacar un córner por el sitio donde están los de
siempre.
¡Claro que los italianos se han pasado de castaño oscuro
amañando partidos y contando para ello con una banda
arbitral que ha sido descubierta! Pero al menos han tenido
el valor de airear la corrupción a los cuatro vientos y
condenarla. Otra cosa es que los castigos puedan ser menores
si así lo deciden los señores pertenecientes a un tribunal
de superior instancia a la que los sancionados han
recurrido. Algo que, todavía, me parece imposible que suceda
en una España donde recuerdo lo que explico a continuación y
que está escrito detalladamente en el libro Apuntes del
Rincón de Ceuta.
En la temporada 75-76, directivos del Mestalla quisieron
comprar un partido al Mallorca, que se jugaba en el Luis
Sitjar, para que no descendiera el filial del Valencia.
Descubierta la trama -ingresaron, por tanto, los autores del
soborno en la cárcel, mientras el juez decidía-, una
autoridad deportiva, de gran prestigio, alabó públicamente
el comportamiento de quienes habíamos abortado la compra.
Luego, en conversación privada, no dudó en decirme que
habría agradecido muchísimo que me hubiera callado. A fin de
evitar el escándalo. ¿Hay todavía impunidad en el fútbol
español?
|