Ser en la vida guardián de parques y jardines, tiene su
capacidad y también su mérito, como todo en este mundo. Sin
embargo, a la profesión de guarda parques, yo le añado un
plus de dichas cuando se ejerce vocacionalmente, teniendo en
cuenta que llevado a buen término el trabajo, nos genera
aliento en la vida, por lo que guarda y resguarda de
oxígeno. Las plantas dejan un sabor de libertad, en la boca
del alma, que nos trascienden e introducen en una especie de
jardín cósmico en cuyo interior germina el silencio de lo
armónico. Esto nos da una paz que no tiene precio. La tierra
es algo que funciona como un bosque sideral en la retina de
todos. Sólo hay que dejarse llevar por la poesía, o lo que
es lo mismo, abrir las ventanas del corazón para sentirnos
vivos con la viva naturaleza. De todo esto saben mucho los
cuidadores de vergeles, observadores de lunas y soles. Son
auténticos intérpretes de la naturaleza, donde realmente
nace la verdad con el limpio cristal del firmamento. En
consecuencia, su visión de pensamientos hacia el jardín del
mundo, debiera considerarse y servir de estímulo.
Tendríamos, sin duda, otros miramientos de urbanidad por el
verde.
Por desgracia, si peregrinamos por los verdes de nuestro
planeta, enseguida nos toparemos con la prodigalidad de la
mano del hombre, capaz de devastar sin vacilación llanuras y
valles boscosos, dehesas y cotos, sin importarle deformar el
hábitat, hasta el punto de alterar los sistemas hidro-geológicos
y desertizar espacios de arbolado, con industrializaciones
salvajes y profusión de torpezas. Todavía nos produce un
inmenso dolor pensar que la naturaleza nos llama al orden,
mientras nosotros pasamos de prestarle atención. Se talan
árboles sin concierto alguno, - me decía un guarda parques
de una Sierra- por capricho de que pase una carretera o por
despecho a quién los plantó. Sería bueno escuchar más a
estas personas involucradas en la defensa, protección y
conservación de su propio medio ambiente. Con su testimonio,
a pie de selva, pueden ayudarnos a comprender lo importante
que son los espacios de espesuras y monte.
Tal y como está el patio de los vergeles, más desértico que
un cerro de fuego, resulta esperanzador que el Parque
Nacional de los Picos de Europa acoja a jóvenes guarda
parques para instruirles en lo fundamental que es la
naturaleza para la existencia humana. El programa pretende
que la juventud, a través de su estancia en los Picos de
Europa y de las actividades programadas, aprecien cuestiones
tales como la interacción entre los valores naturales y
culturales, los criterios básicos de conservación de la
naturaleza, los trabajos que se desarrollan para la
identificación y recuperación de hábitats y especies, el
conocimiento básico de los estudios científicos que están
desarrollándose en el Parque Nacional, o la comunicación
permanente que ha de darse entre los trabajadores del
espacio protegido, particularmente los guardas del mismo y
los visitantes.
Yo veo bien este tipo de Facultad en pleno soto, porque
parte de la curiosidad que se palpa, a la cátedra que se
vive. Una buena manera de caer en la cuenta de que
precisamos arboledas para la vida. La actual crisis
ecológica es fruto de una profunda crisis moral y semilla de
una equivocada concepción política, donde se premian los
intereses, a favor de un desarrollo desmedido que no tiene
en cuenta las leyes de la naturaleza. El turismo puede
llegar a ser también un medio privilegiado para sensibilizar
al gran público. La deferencia al medio ambiente es tan
justo como necesario. Que escuchen a los cuidadores de
parques y jardines. Estos ángeles de la naturaleza son
únicos para que tomemos conciencia del patrimonio verde del
planeta. Todas las ayudas protectoras son pocas. La misma
Carta Europea del Turismo Sostenible en Espacios Naturales
Protegidos (CETS), pienso que ha de alertar con más tesón
sobre la nefasta situación y promover el desarrollo del
turismo, pero en clave de sostenibilidad.
En cualquier caso, pienso que hay que activar la vigilancia,
sobre la calidad del aire que respiramos, el agua que
bebemos y derrochamos, la tierra que ocupamos. La calidad de
vida depende en gran parte del medio ambiente, de los
parques generados y de los espacios naturales protegidos. En
última instancia somos una consecuencia de nuestro entorno.
Por ello, entiendo, que es una desgracia que en el
planeamiento urbano, los jardines no se consideren un
elemento imprescindible, fundamental en la calidad de vida
de los ciudadanos. Estas superficies de enramado follaje,
casi siempre menores que las grandes superficies
comerciales, cumplen funciones de aliento, tanto para el
bienestar de las gentes como para el sostenimiento de otras
especies. Nos faltan proyectos de ciudades arboladas,
caminos con tonos de naturaleza viva, municipios con
espacios naturales, acrecentar las redes de la reserva de la
biosfera, y nos sobran a raudales ambientes degradados. A
pesar de los pesares, hay una luz entre las sombras, que nos
pone en guardia. Nos alegra saber que el turista elige para
pasar las vacaciones, un lugar de alta calidad ambiental,
ciudades y pueblos sin ruido ni contaminación, con grandes
zonas verdes y con un entorno natural potente. Los guarda
parques, guarda jardines o guarda ambientes, son la
profesión del futuro en un presente negro. Eso sí, hay que
matricularse en una Universidad de alta montaña, donde el
enjambre de especuladores todavía no tiene morada para
levantar jaulas de cemento, y así poder doctorarse en la
ética natural, o sea, en el respeto a la madre naturaleza.
Es lo suyo, predicar con lo ejemplo. De lo contrario, no
tiene sentido.
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