¡ Y como es la Virgen del Carmen!
Esta Virgen , morena por mil soles, a la que seguimos cada
16 de julio en una procesión festiva y barroca, donde las
sirenas de los barcos y los cohetes que lanzan los
pescadores desde sus barcas, ponen el acompañamiento musical
a los acordes de la Salve Marinera que es himno de gaviotas
y de mares opalescentes, de vientos de levante y de
atardeceres entre mares ( no quiero decir entre la mare que
parió a los ateos y la mare que parió a los laicos de salón,
sino entre mar y océano).
Por cantarle a Nuestra Señora en un artículo con sabor
marinero me pusieron los puntos en mi anterior periódico y
se dedicaron a putearme salvajemente porque mi anciano
esposo, ese de quien digo, conmovida y emocionada “Es un
Hombre de Dios, Virgen del Carmen, y no le merezco, así que
¡llévatelo!”, pues el viejo pintor plasmó en un lienzo a una
Estrella de los Mares que era una dulzura y se lo regaló a
la Cofradía de Pescadores de Marbella en un emotivo acto a
pié de imagen ¡pechá de llorar! ¿Qué si soy una iconoclasta?
Pues sí y a tope, creo firmemente, como cristiana, que las
imágenes son potentes receptores-transmisores que
teletransportan las plegarias hacia el buen Dios.
¿Qué les cuente el acto? Pues llegamos con el lienzo que era
inmenso, tal y como nos lo pidieron los pescadores que
llevaban tiempo ahorrando para pagarles a las monjitas de
Ronda los bordados en oro de un estandarte de esos que
ustedes llaman “sin pecado”. Tras de nosotros llegaron el
entonces alcalde, Julian Muñoz y la Pantoja que ejercía de
alcaldesa y se pusieron a hacerse fotos con el lienzo sin
enterarse de que iba el tema, hasta el punto de que, por sus
dimensiones, un periodista reflejó en una revista del
corazón que se trataba del cartel anunciador de las fiestas
del Carmen.
Luego tuvieron que pasar dos años hasta que, un día como
hoy, nos reuniéramos en la iglesia de la Encarnación de
Marbella para proceder al descubrimiento del estandarte
finalizado, una obra barroca finamente hilada y trenzada por
los querubines, aunque las monjitas rondeñas se pusieran la
medalla. Fue un acto hermoso donde los pescadores, que aquí
se llaman marengos, cantaron la Salve con voces de sal y de
oleaje antes de sacar a Nuestra Señora para pasearla por la
bahía a bordo de un barco, como manda nuestra tradición y
nuestra hermosa cultura.
Yo me privo por las procesiones marinas, que aquí empiezan a
esa hora en la que, el mar, adquiere una calidad nacarada,
como el vientre de una caracola, envidio a los marengos que,
ataviados con el calzón negro, la camisa blanca arremangada
y el fajín rojo, se meten en la mar hasta la rodilla y
colocan a la Virgen del Carmen sobre la jábega, esa
embarcación fenicia que aún utilizamos y que lleva los ojos
de la suerte dibujados. Jábega festiva, presidida por la
Señora y por el sacerdote que bendice las aguas, los
marengos reman a la par ¡quien pudiera transportar la
sagrada imagen! Y en medio de nuestra bahía malagueña se
juntan dos Señoras, la de Pedregalejo y su corte de barcos y
barquichuelas salpimentada por yatecitos y la del Palo con
el comité de jábegas y de barcas y en ese frente a frente de
las dos Vírgenes hay tanto júbilo y suena tan hermosa la
Salve Marinera que, desde la orilla, los devotos la
entonamos y nos arrodillamos mientras los guiris también se
arrodillan y echan fotos y se emocionan porque van medio
borrachos y porque en la noche mágica de julio se palpa la
pura España Cañí, esa que tiene alma de pasodoble y que ama
lo suyo, tradiciones, religión y cultura íntimamente
entrelazadas y siendo un todo que conforma alma y espíritu.
¿Y como es la Virgen del Carmen procesionada en Cádiz? ¿Y en
Huelva? ¿Y las dos Vírgenes morenitas ceutíes? Ruta del
Carmen, marinera y salobre frente a la árida ruta del
Quijote, vientos racheados de levante frente a molinos de
viento… No hay color. Y no hay calor. Los meridionales somos
de esta leche, apasionada , frente a la seriedad castellana
y preferimos la voz ronca de los hombres de la mar entonando
la salve que la musicalidad de los laúdes y las mandolinas
en el teatro antiguo de Almagro. Aunque todo, lo uno y lo
otro es “lo nuestro” y en nuestra diversidad espiritual está
nuestra riqueza intrínseca y se palpan las hondas raíces de
nuestra fe.
Para mi es importante escribir tarareando el “Salve,
Estrella de los Mares” y saber que no me lo van a censurar
en nombre de una pretendida aconfesionalidad de los cojones
y es una dicha ser libre de creer y decirlo, de sentir y
contarlo, de jalear y cantarlo. De buena tinta de calamar se
lo digo, porque me echaron de mi trabajo por ser católica y
atreverme a manifestarlo, en los ateos, la libertad acaba
donde empiezan sus putos fantasmas personales. Que no en los
moros, que con amigos de Rabat he presenciado la salida de
la Estrella y se han conmovido conmigo y han dicho ¡que
guapa! Tal vez porque presumen que, la serena belleza de
María, esa mujer judía que acuna a su Niño sabiondo, es
patrimonio de todas las grandes religiones monoteístas y que
la belleza en estado puro, la espiritualidad y los espetitos
de sardinas, a todos complacen bajo la luna que a todos
alumbra.
Esta noche seré marengo y remaré con el corazón paseando a
mi Señora por el Mediterráneo y mis hijos también lo serán y
los hijos de mis hijos, porque ya no es religión, es cultura
y es Historia. La nuestra. Salve, Estrella de los Mares…
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