Nada fácil fueron los inicios de este grupo que tocaba en
las calles de Lavapiés, el Rastro y la Plaza Mayor de Madrid
mientras repartían octavillas a los transeuntes donde
indicaban la siguiente sala en la que actuarían. Y casi sin
maqueta y gracias a su insuperable directo, internet y el
boca a boca hicieron que en junio de 2003 pudieran tener su
primer disco en circulación. Aunque sus directos no alcanzan
la calidad musical de sus grabaciones, el repertorio del
grupo se extiende durante el concierto gracias a la puesta
en escena, que raya la performance. Miguel Campello no sólo
canta, sino que es capaz de bailar con una falda escocesa,
brincar sobre unas botas con tacos de aluminio, desnudarse,
hacer piruetas circenses o sembrar el escenario de muñecas
despelucadas. Esperemos que “este grupo de ningún andaluz”
no tarde mucho en volver a visitar el Norte de África.
ElBicho es un grupo de minorías absolutas a los que se debe
entender dentro y fuera del escenario, tarea que a veces no
es nada fácil. Gente que no se rige por los esquemas del
resto, sino por los suyos propios, (los que los siete
marcan). Cuando Miguel Campello se arranca con esa bonita
canción de ‘Patio Triana’ o cuando se acuerda de su ‘Mama
Dolores’, suenan los sones del saxo de José Luis Alabadí,
los acordes de la guitarra de Víctor Iniesta, el ritmo de la
batería de Toni Mangas y la percusión de David Cobo. Todos
juntos integran la banda que ha tomado Elbicho como nombre
de guerra. Un conjunto tan peculiar que no pudo conceder una
entrevista antes de las tres de la madrugada.
A esa intempestiva hora se encontraban varios pacientes
periodistas junto a Miguel Campello, la voz cantante y
circense, y Víctor Iniesta, la guitarra incansable, en un
cubículo de apenas 10 metros cuadrados en el que los restos
de comida y bebida de la cena se mezclaban en una situación
surrealista. Tanto que Miguel admitió que le gustaba
‘Camela’ y confesó que no le importaría tocar con ellos
mientras Iniesta tarareaba un clásico del trío(“Yo tengo que
decirle de esa manera”).
El humo del tabaco se reliaba con la mirada de algunas
jóvenes admiradoras que esperaban ese ansiado autógrafo
mientras se prestaban atentas a las palabras de Miguel y
Víctor: “nos da igual donde tocar, desde donde llaman
nosotros vamos, estamos para servir con nuestra música a la
gente”, respondía Campello ante el porqué de su extraña gira
que los ha llevado desde una pequeña sala de Berlín donde
ofrecieron un espontáneo acústico ante unas 100 personas,
hasta un festival de música en el precioso pueblo marroquí
de Chaouen, pasando por la puerta de África.
Otro de los aspectos que llama la atención de este grupo de
dos madrileños y cinco alicantinos son sus espectaculares
puestas en escena a las que el público no está acostumbrado,
porque la ausencia de pausas durante la actuación, a la que
se suma la falta de un hilo musical a la que el oyente está
acostumbrado, crea multitud de sensaciones contrariadas
entre los espectadores: “un concierto es el cúmulo de las
sensaciones vividas entre los siete durante todo el día. No
sobreactuamos, damos lo que nos pide el cuerpo y estamos
abiertos a lo que demande el público. Es un directo muy
sincero”. Y lo demostraron en Ceuta, pidieron el calor del
público, aunque, en algunos momentos, no fue posible.
Una trayectoria que arranca, en uno de sus primeros
conciertos en una feria anual de caza. “Sólo nos esperaban
dos buhos reales, la gente se quedó bien atrás; cenando”. Un
vista al pasado que define su complejo camino. Desde Madrid
a Berlín, de Cazalla a Ceuta, de aquí a Marruecos. “En el
fondo, te da lo mismo dónde estás; la música no tiene
fronteras”, apuntaba Iniesta.
¿Lo más importante?, un habitual “disfrutar”. Gente que no
ve el mundo con forma de tarjeta de crédito. “Pasamos de
hacer las cosas por dinero, hay muchas otras cosas para
hacer sólo por dinero”. Para Campello está claro: no es
cuestión de idealismos. “Somos realistas, hay que percibir
lo que hay, quiénes somos y ante quién tocamos”. Agua.
La ironía, su seña de identidad. ¿Si las masas en los
conciertos son importantes?, “siempre con jamón y queso”.
Risas y vuelta a empezar. La trascendencia de las multitudes
radica en la energía que les aportan. “Seguimos alucinando
cuando tocamos ante miles de personas”. Lo que tienen en la
cabeza es no perder el norte más allá de su propia decisión:
“ser nosotros mismos es lo que mantiene viva la llama de la
creatividad“ y así esperan mantenerse en su próximo disco
del que, “como nos suele pasar”, aún no lo tienen muy
pensado porque es algo que “sale de dentro”, que “no puede
adelantarse sin más”.
Siete personas hechas en base a un producto interior bruto
que no sale al escenario, salta por detonación. Y es que
Campello es flexible: “si no hay espacio, también me muevo”.
Frases entrecortadas hasta casi las 4 de la mañana. Fuera
del cubículo, el ancho y largo continente africano. Por allí
también andaba un paquistaní.
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