Leo complacida la opinión de mis
compañeros de faenas en el proceloso mundo de las columnas
de opinión. Sano ejercicio intelectual donde los haya y
pequeños retos a batir como cronometrar lo que se tarda en
teclear bien seiscientas o bien mil doscientas palabras y
aluego, como decimos los paleños en nuestra habla marinera y
autóctona, mearnos de risa del que no va en plan presuroso,
con las ideas sublevándose ante la lentitud del impacto
sobre las teclas. Son inocentes diversiones que denotan
espíritus puros y que componen las columnas vertebrales de
nuestras peroratas sobre todo lo humano y lo Divino, sin
apartar ningún tema por jodedor o intringuloso que resulte,
porque en eso consiste practicar nuestras bellas y queridas
libertad de opinión, expresión e información, en informar
expresando lo que cada quisque lleve en el interior de su
sesera y hacerlo estrujándonos a tope las neuronas y
revolucionando a nuestros neurotransmisores, de entre ellos
me quedo con serotonina y endorfina, son los que dan más
marcha.
Me gusta leer a mis colegas del Pueblo, gente del terruño
como servidora, pero hay artículos que hacen que me coma y
que me enerve, como el reciente de Juan Carlos Trujillo
Muñoz donde se confiesa condenado a una multa de 150 euros
por una falta de injurias leves a una socialista. Vistas las
injurias me parecen puros melindres y si hablamos de
“descalificaciones” tendrían que entrar ustedes en los foros
de los adolescentes donde no se descalifican, sino que se
llegan a entrecruzar, flotando en faltas de ortografía,
amenazas terribles que a nadie impresionan en la red,
groserías de numerosos kilowatios de las que todos pasamos y
opiniones tan atravesadas que, en otro lugar podríamos
hablar de sistemática difamación, mientras que, en un foro,
el rollo va de trifulcas amistosas entre cibernautas, donde
no llega al río la tinta de la impresora en ningún momento,
porque hay empatía, porque hay buen rollo y porque se trata
de gente sana, sin esqueletos en el armario ni fantasmas
particulares, sin traumas y sin problemas de autoestima.
Para dar caña en un foro hay que estar mentalmente sano como
un melocotón de Periana y no arrastrar demonios y antes que
nada, nunca jamás, dramatizar y en este caso de Trujillo y
su supuesta injuria leve a la socialista, me parece que la
dama en cuestión tiene la cualidad de los napolitanos, de
crear la tragedia para vivirla, paladearla, disfrutarla,
refocilarse en sus agravios y amargarse, con clarísimo
riesgo de que se le marquen aún más los surcos nasogenianos
y las comisuras. Se lo digo como experta en rellenitos con
ziplast que me los pone cada equis años mi colega el doctor
Roigé de Marbella de la Molding Clinic que es amigo mío
desde que rellenaba en los noventa en un cutrecillo piso de
Málaga, cuando la mala leche es directamente proporcional al
amargamiento no hay crema de tipo alguno que sea capaz de
desmarcar esos oscurecidos nasogenianos ni la dureza del
rictus que hace que, la fémina en cuestión, parezca tener
cada uno de los años que se reflejan y pregonan en su carnet
de identidad.
¡Injurias! Muchas se ven en mi Palo cuando las broncas de
corralón llegan al Juzgado y las corraloneras enumerar
insultos que harían enloquecer de júbilo al mismísimo Camilo
José Cela, gran estudioso de lo grosero y contumaz del
idioma y gran defensor de la autenticidad del lenguaje. De
hecho, para servidora, toda aquella palabra, sustantivo o
calificativo que aparezca reflejada en nuestro hermoso y
Real Diccionario de la Lengua, ese término en negro sobre
blanco y letra redondilla, merece veneración y respeto,
porque es parte de la rama fecunda de nuestro idioma
español, ese castellano que emergió glorioso entre Santo
Domingo de Silos y San Millán de la Calzada, cunas de un
sueño maravilloso que hoy hablamos quinientos millones de
criaturas y que nos permite comunicarnos, rezar, perorar,
pontificar y utilizar terminos considerados insultantes o de
menosprecio por los puristas y por los puretas,
calificativos que enriquecen y que son muestras de ingenio,
locuacidad y capacidad de invención y encima si definen algo
que es verdad, por mucho que menosprecien o ninguneen, el
conflicto entre idioma y moral está servido. La moral
católica nos obliga a decir la verdad y a no mentir, porque
la mentira es un pecado y ¿Qué tipo de Poderoso de la
función pública puede obligar a un cristiano a mentir y a
pecar?. Juan Carlos Trujillo Muñoz utilizó su libertad de
expresión para manifestar una opinión y las opiniones no son
punibles, a no ser que se trate de expresar hechos
particularmente odiosos como una amenaza terrorista, una
apología del mamonéo o una asquerosa tendencia a la
pornografía infantil. Esas malsanas tendencias hay que
acallarlas porque causan alarma social y a todos perjudican,
hieren y afectan. El resto, los rifirrafes de marujonas en
los foros, esos son melindres, están las criaturas
poniéndose cinturones de bombas para hacerse el harakiri
explosivo y los occidentales llevamos nuestra cursilería a
dar la correndija a los juzgados para poner “la denuncia”.
De hecho, en mi barrio, mis vecinonas, cuando llegan a
agarrarse del moño y a arrancarse de los pelos, optan por la
correndija y la consiguiente “denunsia” y aluego la
denunciante lee y relee el papel en el corralón pa que se
empape el personal , pero a partir de un cierto nivel, las
peleas de corraloneras a las que soy tan aficionada y con
las que me deleito por considerarlas raciales y expresión
del sentir popular, a determinados niveles, las denuncias
parecen cosa de chivatéo entre bachilleres “Acusica
barrabás, en el infierno te verás” Y hay que tener un pésimo
sentido del humor, escasa autoestima y ninguna deportividad
para pasar de un foro a un juzgado por cuatro palabrejas
que, vistas desde el Palo, son un diálogo de cursilones y de
pijos y que, encima, la justicia inicie, a instancias de la
picajosa denunciante un “laborioso procedimiento con una
destacada intervención de la fiscalía” me parece tan
excesivo y una manera tal de hacer perder el tiempo a los
jueces que no he conocido precedente similar. Cuando en mi
barrio se pelean y se insultan de la forma más procaz ni se
inician laboriosos procedimientos ni a ninguna de las
batalladoras se le ocurre pasar al terreno de los
retorcimientos. Todo esto me ha chocado, pues soy alma
sencilla y vengo del pueblo ¿No se podía haber limitado la
ofendida socialista a contestar a Trujillo diciéndole un “Y
tu más, cacho mindundi” O pregonarle un poco con los brazos
en jarras, o darle un zamarreoncillo. Confieso que mi
barriada es muy popular y nada tiene que ver con las finuras
ceutíes, pero toda esta movida me parece más cursi que una
pringá con huevo hilado. Juan Carlos: mis manos en tus
manos, paga los 150 euros y vente pa Málaga, aquí la
babosería no tiene carta de residencia.
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