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¿Qué quieren que les cuente? Yo
estoy tremendamente preocupada por el discurrir del invento,
será que, como burro viejo del derecho penal y ciudadana
curtida en sinsabores, me veo como he presenciado medio
siglo (casi la mitad desde Marruecos) de la Historia de
nuestra España y ya las veo venir, de hecho, me considero
una especie de experta, en pobre, en verlas venir y en
considerar que, puede llegar un momento en que, lo de las
naciones frívolamente concedidas por un socialismo que nada
tiene que ver con el carismático y ponderado felipismo, en
que este desmadre absoluto, no tenga una buena vuelta atrás.
Y que le estemos fabricando a nuestros hijos, una España
compuesta por reinos de Taifas, un pequeño mosaico de
estados desunidos, insolidarios y absolutamente
balcanizados. España se balcaniza y eso lo saben dos:
nosotros y el extranjero. Una desgracia, una tragedia y una
inmensa estupidez política. Decía el increíble Maquiavelo
que, al Príncipe un crimen puede disculpársele, un error
jamás y estos de ahora se están equivocando, a diario,
porque gobernar no es compadrear ni intentar quedar bien con
todo el mundo y el buen gobernante ha de ser capaz de poner
las pelotas sobre la mesa y dar un no como respuesta. No hay
derecho a humillar a los españoles de esta manera, hemos
vivido años rabiando y porfiando por la chulería endémica de
los batasunos, sangre costó que el Partido Popular
decidiera, medroso como era, dar el paso delante de la Ley
de Partidos que mandaba a la puta mierda a un batasunerío
que había hecho de ser la mosca cojonera de los españoles
decentes, un estilo de vida. Júbilo y refocile ante la
jodienda suministrada a esos gandules sin oficio ni
beneficio más que los dineros del impuesto revolucionario o
el apañarse un carguito en el Gobierno Vasco, esa inmensa y
putrefacta cloaca , sentarse en un escaño, llenarlo con sus
sangrientas posaderas de flujo sanguíneo de las víctimas
como el malnacido Josu Ternera o el hijoputa del Otegui,
levantar un buen sueldo más dietas y a mamar de los dineros
de los españoles.
A mi, como estudiosa, por necesidad profesional, de los
diversos síndromes que pueden mejorar la fortuna de mis
defendidos por su alcance psiquiátrico, no me duelen prendas
a la hora de decir, sin temor a equivocarme, que el Zetapé y
sus palmeros se mueven bajo los impulsos del Síndrome de
Estocolmo, es decir que confraternizan y se muestran
disponibles hacia quienes les hacen o les pueden hacer más
daño. No es inmoralidad ni cobardía abyecta, es puro
Síndrome de Estocolmo, ese que les hace tratar de conformar
a las lesbianorras y a los mierdas batasunos, sentándose con
ellos para proponerles la legalidad y el sueldecito decente,
si son buenos, ya saben, siempre hay un tiesto para una
mierda y en el gobierno del Ibarreche siempre habrá un
escaño para un criminal. Pero no se trata de ser negativa ni
de criticar por criticar, por mucho que me ofenda y me hiera
ver al batasunerío retar a los españoles y exigir la
derogación de la Ley de Partidos, esto tiene solución y no
es la aplicación del artículo prohibidísimo y proscritísimo
de la Constitución, ese del que no se puede hablar. Psssss….
¡Se callen! ¡No lo piensen les vayan a arrestar! ¿Qué les
importa un carajo y que piensan lo que apetecen? Vale, yo lo
digo pero porque ustedes me obligan porque no se puede
mencionar el artículo de nuestra Carta Magna que contempla
al Ejército Español como garante y salvaguarda de la unidad
de España. Y no se puede mencionar la desintegración de
nuestra Patria por la sencilla razón de que es todo mentira
:mentira la libertad de expresión, mentira la libertad de
opinión, mentira la libertad de información. Existen si
sobre el papel, pero dosificadas y férreamente controladas,
en nuestra España no se puede, por cautela y por instinto de
supervivencia hablar, entre otras, de dos cosas: de los
dineros del Iñaki Urdangarín y de la desintegración de
nuestra tierra.
Y esa falta de libertades afecta estrictamente a los bien
nacidos, a los paganinis del Sistema y a los ciudadanos
honrados, jamás a la basura nacionalista, para ellos “todo
vale”. Pero yo tengo la solución : Operaciones Malaya III y
IV en Cataluña y en el País Vasco. Udyco, Guardia Civil,
unidades antiblanqueo jueces y Tribunal de Cuentas como
Fuenteovejuna :Todos a una. ¿Quién mató al Comendador?:
Fuenteovejuna, Señor.
Que se podría transcribir en nuestra realidad así “¿A
quienes investigaron y entalegaron los socialistas? .”A
todos los trajinosos nacionalistas”. Trajines de dineros
para dar y recibir. Empezar por el nepotismo del pujolismo,
por los dineros de Ciu, por el impuesto revolucionario
cobrado a los funcionarios por los de Ezquerra Republicana,
que de haber pasado en Marbella, estarían todos chupando
reja. Menos constructores y promotores andaluces y más
peneuvistas costeando abogados y gastos a los criminales en
plan prevaricación, complicidad, malversación de dinero
público y colaboración con banda armada. ¿Zetapé? ¿Anda
usted sobrado de testiculina de la fina? Pues la gasta con
los nacionalistas con el mismo ardor guerrero que en
Marbella, que los marbelleros entalegados pueden ser golfos,
pero no traidores a España, pueden ser listillos, pero no se
juegan la unidad de la Patria, pueden ser afanadores pero
jamás terroristas. Los cojones de Marbella para el
nacionalismo, eso es lo que queremos y demandamos los
españoles, si, estos infelices arruinados por la usura
bancaria y que tenemos que tener a nuestros hijos en casa
hasta la treintena, en efecto, esa generación que escribe,
rabiosa y afendida, en las paredes “Queremos un pisito, como
el del Principito”.
¡Que inmenso error confraternizar con la basura
nacionalista! Con lo fácil que es desactivar a toda esa
mugre con expertísimas Operaciones Malaya, en lugar de
consagrarles como “naciones” irreales e inexistentes .
Haga caso del pueblo Zetapé: Contra el nacionalismo
perverso, malayismo porculero. Me haga caso, soy burro viejo
o convoque un referéndum sobre el nacionalismo y los pactos
babosos y nos consulte, de ahí saldrá nuestro sentir y
nuestro pensar. ¿Y es que sabe? A los españoles nos gusta
opinar.
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OPINIÓN / ESPAÑA CAÑÍ
