Como respuesta a las críticas que los parlamentarios
nacionales por Ceuta dirigimos al Gobierno, en rueda de
prensa efectuada el pasado viernes 7 de julio, su Delegado
en Ceuta se ha descolgado con unas declaraciones en las que
afirma que hemos utilizado un “lenguaje impropio”. Ignoraba
que entre los cometidos que el Presidente Rodríguez asignaba
a los delegados de su gobierno figurara el de corrector
lingüístico de la oposición, pero va a ser cierto eso de que
nunca te acostarás sin aprender algo nuevo.
Por mi parte, he de manifestarle al sr. Delegado que,
desafortunadamente por razón de edad, y afortunadamente por
razones educativas, no me encuentro entre las víctimas de la
LOGSE que el anterior gobierno de su partido perpetró contra
la juventud española, así que, sin pretender estar a la
altura lingüística de la que, al parecer, presume el recién
llegado procer, creo que, en general, y con los errores
propios de la condición humana, se me entiende bastante
bien, tanto cuando hablo como cuando escribo.
Otra cosa es que al Sr. Delegado no le agrade lo que oye,
pero si le incomodan los comentarios adversos, permítame
decirle que ha escogido una actividad bastante inapropiada.
El caso es que ya sabemos que al PSOE, partido que sustenta
al Gobierno que representa en nuestra ciudad el Sr.
Delegado, no le gustan nada las críticas, y reacciona en
general con un “talante” que dista bastante de aquel del que
presumen con frecuencia. Ya han dado sobradas muestras de la
sonrisa falsa acompañada de la patada por debajo de la mesa.
Porque antes de las recomendaciones de aquél, ya habían
puesto a escribir a sus mamporreros habituales para insultar
con todo lujo de detalles a los parlamentarios que tuvimos
la osadía de criticar a un gobierno que, por definición,
todo lo hace bien, y si no lo hace, manda a la policía a
detener en su casa a los que “vociferen”, para darles un
escarmiento. ¿Es eso “impropio” Sr. Delegado?
Si usted quiere hablar de conductas impropias, yo le puedo
recordar algunas más; el problema de su partido, Sr.
Delegado, es que están tragándose las decisiones de un
Presidente iluminado e irresponsable, que está dinamitando
los fundamentos de un sistema que nos ha aportado en España
casi treinta años de convivencia, libertad y prosperidad. Me
consta que muchos socialistas, quizá usted también Sr.
Delegado, no están de acuerdo con la destrucción de la
solidaridad entre los distintos territorios de España que
supone el nuevo estatuto de Cataluña; que no están de
acuerdo con que se subasten naciones como si fueran pescados
en la lonja; que no están de acuerdo con que se hayan dado
alas a un grupo terrorista que estaba contra las cuerdas
gracias al pacto por las libertades y contra el terrorismo;
que no están de acuerdo con la rendición ante los
terroristas haciendo inútiles tantas pérdidas en vidas
humanas a lo largo de todos estos años y provocando el
sufrimiento y la humillación de las víctimas.
Pero ya se sabe que la norma de su partido, explicitada hace
ya muchos años, es que quien se mueve no sale en la foto. Es
decir, que como alguien critique, se acabó su vida política.
Estos días estamos viendo ejemplos ilustrativos de cómo
están tratando a quienes se atreven a levantar la voz. Pero
todo esto, en el fondo, Sr. Delegado, les genera una
terrible frustración, porque ir en contra de tus propios
principios para no perder la sopa boba debe ser una
sensación muy frustrante. Y esa frustración la pagan con
ataques al PP, que hace así las veces de saco de boxeo sobre
el que descargan ustedes su mala conciencia.
Por mi parte, Sr. Delegado, con su permiso, le voy a hacer
una sugerencia a los responsables de la obra de la Plaza de
los Reyes: que en el centro de la nueva plaza sitúen una
bonita estatua de un caballo andaluz, para que, montando en
el mismo, y convenientemente ataviado con traje corto,
sombrero cordobés, copita de fino y abanico, imparta sus
clases de urbanidad para parlamentarios díscolos,
tranquilice a los ceutíes diciéndoles que la frontera de
Ceuta es como la de Suiza, y nos siga contado como méritos
propios la ejecución de inversiones diseñadas, programadas,
presupuestadas y, en muchos casos, incluso contratadas por
los gobiernos del PP. ¡Ah!, y para que nos repita muchas
veces el que se perfila como su eslogan: ni una mala
palabra, ni una buena obra.
|