Carmen Rigalt, la
periodista catalana que llegó a Madrid colando en sus
artículos morcillas familiares y teniendo por santo y seña
innumerables muletillas, terminó aprendiendo y hoy es una
grande del periodismo nacional. Los lectores de la Rigalt
sabemos que es de pitones afilados y cortos y, por tanto,
certera cuando prende la femoral de sus víctimas. Entiéndase
cuando hace de toro. Si se pone en torera, entonces nos
demuestra también que es muy buena rehiletera: coloca los
palos en todo lo alto y haciendo la suerte a la perfección.
Pues bien, le leía yo hace pocos días a la amiga de Raúl
del Pozo que el periodismo de adivinanza ya no cuela.
Que es un periodismo cobarde, anticuado, facilón, cutre. O
sea que ya no se lleva lo de “apuntar sin decir, decir sin
señalar, señalar sin nombrar”.
Es decir, que escribir basándose en indicios, conjeturas,
cábalas, etc, es un ejercicio extenuante para los lectores y
pertenece ya al paleolítico. Y es que a los lectores
actuales, hay que facilitarles la labor. Dárselo todo muy
bien masticado, muy claro y lo que tenga que ser cuanto
antes: como bien dicen los taurinos en relación con las
faenas de muleta.
Pues bien antier, cuando caminaba hacia la zapatería donde
me calzan desde casi que llegué a esta tierra, me pararon
para contarme las maniobras que están haciendo varias
personas, muy de derechas ellas, con el fin de darle vida a
una formación política que sea capaz de arrebatarle votos al
Partido Popular.
Mi confidente fue enumerándome nombres, como si tal cosa,
sin dejar de mirarme a la cara a ver si en algún momento yo
daba muestras de asombro. Pero viendo que en mí no se
producía la menor alteración, creyó que yo sabía tela
marinera del asunto y terminó su relato con el consiguiente
tópico: Bueno, que te voy a contar yo a ti que tú no
sepas...
Y allá que se fue hacia donde fuera mientras yo me
introducía en Cutillas: establecimiento de zapatos.
Sin que me diera por contestarle que yo sí conocía a esa
gente que trata de agruparse bajo unas siglas para ver si
suena la flauta en las urnas y sus componentes se convierten
en un círculo de presión contra Juan Vivas. De quien
por cierto hablan muy mal por detrás y, en cambio, lo adulan
en cuanto se lo echan a la cara.
No obstante, y en vista de que el contador de la situación
dejó entrever con celeridad que su deseo era que yo
publicara en este papel, con pelos y señales, quienes están
dispuestos a pertenecer a esa agrupación política, por
sentirse víctimas de las decisiones del Gobierno de la
Ciudad, he decidido volver al paleolítico. Hasta nueva
orden. En cuanto concierne a este caso.
Lo que sí les adelantaré es que los urdidores de ese posible
partido son algunos empresarios que se lo pasaron en grande
con la llegada del GIL y vivieron sus mejores tiempos
disfrutando de las decisiones de Antonio Sampietro y
hasta no dudaron en hacerle la cucamona al ya archifamoso
Juan Antonio Roca. Y a ellos se les pueden unir los
despechados del propio PP y otros partidos. Sólo falta que,
en un momento determinado, Juan Luis Aróstegui,
defensor a ultranza de los intereses de algunos empresarios
locales que ven con muy malos ojos la llegada de empresas
foráneas, se alíe con ellos, si no lo está ya, y nos salga
diciendo que la derecha más recalcitrante de este pueblo es
la que mejor puede defender los intereses de Ceuta en
Madrid. Cosas peores hemos visto.
Entretanto, Juan Vivas sigue rodeado de carcas y carcundas.
Menos mal que su tirón electoral, no es como uno sea sino
como la gente lo quiera ver, terminará pudiendo con todo lo
que se le ponga enfrente. Pero debería tomar nota. Ojo: no
caben venganzas. Pero sí apuntar nombres...
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