El artículo de hoy de esta modesta
escribidora o de servidora de ustedes, articulista, la que
del hambre perdió la vista, está directamente dirigido al
Delegado de Gobierno de ustedes. ¿Qué por que no me dirijo
al de Málaga? Porque me parece un simple, mientras que a los
Delegados de Ceuta los Mandamases les escogen con pinzas y
han de tener unos curriculums de cojones para ocupar el
puesto y tienen que ser un mix entre cautela y rotundidad,
es decir, ser antes que nada diplomáticos sin que ellos
signifique el tener que cogérsela con papel de fumar, con
perdón de la expresión.
¿Qué si voy a mendigar un lucrativo puestecillo de palmera o
agitadora del botafumeiro al Sr. Delegado? No, le voy a
solicitar algo más sencillo e infinitamente más justo, les
daré como pista una estrofa de la canción de Juanito
Valderrama “Te voy a jasé un rosario, con las cuentas de
marfil…” ¡Poderío el de Juanito! Y palabras me van a faltar
para componerle un pasodoble al delegado si gestiona mi
petición : quiero un rosario.
Y el me lo puede conseguir. No se trata de cualquier
rosario, sino de uno entre dos que, como católica, me
emociona, me lleva al misticismo y alumbra mi alma con sus
bellas letanías. ¿Qué me aclare? Vale. El pasado sábado,
cuando nuestro Benedicto 16 acudió a Valencia y tuvo la
caridad de hacerse la foto con tres ateos convictos y
confesos como son el Zetapé, su inquietante y reseca esposa
y la gurrumina María Teresa Fernández de la Vega, ninguno de
ellos asistentes a la Santa Misa del domingo, fuera a ser
que, al alzar la Sagrada Forma para la consagración empezara
a salirles humillo y la cabeza a darles vueltas como a la
niña del Exorcista. El Santo Padre regaló a las señoras,
disculpen ustedes, he querido decir a las dos tipas
anticristianas, dos bellos objetos que confundieron al
portavoz de la Moncloa que se apresuró a decir encantado,
para congraciarse con los católicos y ver que, al Papa, los
ateos no le caen tan mal, que el Sumo Pontífice, les había
regalado “dos collares de perlas” ¡Poderío y culturón!
Resulta que, el Hombre de Dios le ofertó a las dos arpías
dos santos rosarios consagrados, tremenda indirecta o deseo
de exorcizarlas, pero instrumentos piadosos absolutamente
inútiles, incómodos y hasta ofensivos para las dos mujeres.
Y eso es lo que deseo, que el Delegado de Gobierno interceda
por mí, escriba a la Sonsoles y a la vicepresidenta y les
cuente que, en Ceuta, hay una modestísima periodista que no
pudo acudir a rezar con Su Santidad por su escasez endémica
pero que ansía uno de esos rosarios tocados por las manos
del representante de Dios en la tierra. Para mi son muy
importantes. Ellas no los quieren y si un caso, los
utilizarán a modo de anécdota o souvenir de unas creencias
que no comparten. De hecho, tanto la Sonsoles como la otra
están disfrutando de una maravillosa calidad de vida, de ser
imagen de la carísima y trepísima diseñadora de las
millonetis, Elena Benarroch, la mujer del presidente y de
tener un guardarropas fenomenal la otra, de cochazos,
mansiones, escoltas y privilegios gracias a los votos de
gente sencilla igualita a mi pero que, a diferencia mía, se
acojonó con los atentados del 11 M y pensaron que con los
peperos en el poder, coleguitas de los americanos, los
terroristas integristas del puto pan pringáo iban a tener a
España entre sus cejas morunas, mientras que, si ganaban los
de enfrente, el Bin Ladén se tranquilizaría y atacaría a
otros. Todo menos valor y poderío. El pueblo español se cagó
y se bajó los pantalones, mea culpa, aunque todos tienen
derecho a medrar, a chupar y a gozar de privilegios
¡criaturas! Tampoco los del PP tenían arrendado un cortijo
de por vida y el cuadernito azul donde Aznar apuntaba
decidiendo lo que le salía de las pelotas sin contar para
nada con las bases y sin congresos democráticos para elegir
al sucesor, el dichoso cuadernito azul nos tenía a los
españoles más quemados que el cenicero de un bingo. Un leve
varapalo en la cerviz no les venía mal ¡Jódete Aznar!
¡Poderío!.
Quien no quiere joderse ni encabronarse ni ponerse bandía,
con perdón de las alocuciones, es servidora de ustedes, de
hecho, a quien me baje de internet ese Padrenuestro
maravilloso trinado por la voz de ángel de Monserrat Caballé,
le prometo que le compondré una poesía con versos
alejandrinos. Pero quiero el rosario y quiero poseer grabado
el Padrenuestro con su fondo de violines ¿Qué no eran
violines? ¿Qué era una orquesta de ángeles del cielo? No, si
ya me decía yo…¿Qué pechá de llorar! Me agarraba la
garganta, pero no para estrangularme, sino de ganas de poder
abrir la boca y que surgiera de ella esa oración cantada que
hizo saltárseles las lágrimas a millones de creyentes, me
dolían las cuerdas vocales ante mi imposibilidad de cantar
la plegaria, mientras Su Santidad escuchaba con los ojos
húmedos y yo, en mi modesta Villa Solita, ante el televisor,
me sonaba fuertemente, chocada por la emoción. Delegado: Yo
por las mañanas me alargo a las siete y media al kiosco a
por el periódico y a tomarme un cafelito y le confesaré que
aprovecho la quietud marinera de mi modesto entorno, que
despierta al día, para ir rezando ¿Usted se figura lo que
sería para mi el rezar con uno de esos rosarios que esos
mindundis confundieron con collares de perlas? Y hacerlo
oyendo en lo que en el Palo llamamos “hipo” ese Padrenuestro
de ángeles cantores ¡Eso, Delegado si que es poderío!.
Le digo, le cuento ¿Para que los quieren ellas? Tienen de
todo y todo les es dado, mientras que yo lo poco que tengo
es fatigosamente currado y sudado, pues pueblo del pueblo
soy, la biznieta de un esquilador que se compró una vez unos
zapatos y se los ponía en una ocasión al año para ir al
médico al pueblo de Terque en la Almería profunda, allá
donde enloquecía la rosa de los vientos y pasaban miseria
hasta los lagartos , pero tal vez por eso, por ser una
calorra hispanorrifeña, con menos raíces que un clavel de
plástico, pero con dos grandes amores que me inculcaron a
collejas :Mi Dios y mi España, me sé y me siento persona muy
principal y digna de poseer, como cristiana un rosario
regalado por el Santo Padre. Me haga el favor Delegado, me
lo consiga y cuando me lo entregue, le juro que le diré en
muestra de mi eterna gratitud una sola palabra ¡Poderío!.
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