El carámbano de la política nos trae a mal traer. La
sociedad española necesita un clima de autenticidad, menos
cordilleras que cierran libertades y más valles para poder
respirar éticas olvidadas. Nada es transparente en este
desgobierno de mariposas repelentes que sonríen cínicamente
a la justicia. La angustia es hoja de ruta para los que no
se casan con poder alguno y van por libre. Todo está como
muy vuelto y revuelto en mezquindades, bajo un camino
alfombrado de intereses y estrategias. Para unos que España
se levanta dividida, para otros que España se acuesta sin
brújula que nos oriente a una digna calidad de vida. A lo
mejor es un poco de todo.
Por si el carámbano era chico, los hay que quieren también
borrar la propia historia y enviar al destierro todo
símbolo, santo y seña, que pueda traernos aires pasados. Los
poetas siempre tienen la mejor enseñanza. Altolaguirre
perdió la ciudad que más quería en una guerra, cuidado no
perdamos ahora la vida que más quiero en una cultura de
carámbano.
A mal traer nos traen los políticos que no hablan entre sí.
Se debe encender la luz del diálogo. Hágase la palabra, dijo
el poeta cuando enseñó a volar a la paloma. Es pasto de
salud ante el huracán de irresponsabilidades que penetran
por las ventanas del corazón humano sin llamar a la puerta.
El pueblo ha de saber que el portazo de la indiferencia
tampoco es solución. Hay que tomar la calle del profundo
respeto hacia el bien común, conversar mucho y escuchar más,
antes de que sea demasiado tarde. El cardenal Caffarra, en
el Congreso Teológico-Pastoral sobre la Familia en Valencia,
puso un sol bien grande para ver si nos despertamos del
pasotismo. No dudo en decir que hoy, en nuestra sociedad
occidental, la principal emergencia es la emergencia
educativa: una entera generación de adultos no sabe ya
educar a una entera generación de jóvenes.
En verdad que nos hace falta, si acaso, una lluvia de soles,
que nos empape de poesía, para que se derritan las
soledades, los individualismos y demás cárceles que nos
ponen entre rejas la esperanza. El reflejo de los radicales
ha de equilibrarse, con la labor callada de los mediadores,
para que la sinrazón se ahogue en su propio huracán. La paz,
más temporal que perenne para desgracia de todos nosotros,
precisa de gentes, con urgencia, que tengan como actitud de
vida, otras miras y otros horizontes, la convivencia
democrática conforme a un orden económico y social más
humano y más justo. Esto si que sería un avance para
celebrarlo y concelebrarlo.
Más que mirar atrás hay que mirar hacia delante. En
consecuencia, menos condenas a un pasado, que fue el que
fue, y más trabajar por los valores de comprenderse y
entenderse. Que la patria común es de todos y, en todos, es
ley de vida.
El carámbano como norma nos congela. Que no vuelva a decir
poeta alguno, miré los muros de la patria mía y un carámbano
me partió el corazón.
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