Me quedo con su mirada de ángel. En los ojos del Papa todo
es amor, y por ende, todo es dulzura y compasión. Su vista
abraza, enciende los corazones, mientras sus labios
acarician palabras que son pasamanos de Dios, por donde
brota y rebrota la paz. El pueblo se lanza a reencontrarse
con su voz, que es la del Creador, para encontrarse con la
luz y hallarse consigo mismo. No esconde su deseo, lo lanza
a los cuatro vientos, lo refrenda y rubrica, lo expone y
propone, la familia fundada en el matrimonio es algo serio,
nada menos que una institución insustituible según los
planes de Dios, lo que exige que deba vivirse con sentido de
responsabilidad y alegría.
Veo en la mirada del Papa, un alivio para los campos donde
las estrellas se han quedado ciegas. La fragilidad de la
familia preocupa a los cristianos de todas las confesiones y
a los humanos de todas las latitudes. El amor no se compra
en un supermercado como un objeto más, tampoco se gana con
trenzarse cuerpo a cuerpo, pasa por donarse y descubrir la
belleza que se respira por el alma. Que el amor crece a
través del amor es un hecho tan real como las mechas del
cielo cuando se ponen a derramar lágrimas. Sólo hay que
cultivarlo como se cultivan las flores del campo que dejan
sus pensamientos en el aire para emocionarnos.
Nos hace falta revisarnos por dentro y en familia, negarnos
a ser productos de compra y venta, de desecho, como
actualmente lo es jurídicamente el matrimonio en los muros
de la patria mía, donde se alienta que el padre y la madre
se confundan en su misión y los esposos ni se miren a los
ojos. Todo lo contrario a lo que se percibe en la mirada del
Papa, que nos acerca a sus brazos y rompe las distancias. No
hay exclusiones en sus gestos, ni en sus palabras. Hay un
corazón que habla para todos, para esas familias cristianas
y también para los privados de ella. El abecedario tiene
todos los dones, los de la sabiduría y los de la
universalidad. Desde su penetrante mirada, se percibe una
Iglesia de puertas abiertas, especialmente para cuantos
están desorientados y sin aliento. Yo así lo he leído al
poner los ojos en el Papa.
|