Estocolmo está conquistando Varsovia. Esta es la sensación
que desprende la directora de los cursos de verano que la
Universidad Nacional a Distancia lleva a cabo, por segundo
año consecutivo, en la prisión de ‘Los Rosales’. El trabajo
de Alicia Rodríguez como profesora de Derecho Penal le ha
dado las armas precisas para creer que la reinserción social
de los internos es posible. El síndrome contra el ‘guetto’
porque “todo el que está dentro tiene que salir
irremediablemente”. Un experimento integrador en lucha
permanente contra el estigma social que implica haber pasado
por la cárcel.
‘Salud mental, habilidades sociales y reinserción en el
medio penitenciario’ es el título del seminario elegido por
los 23 alumnos -8 mujeres- que han vuelto a coger los libros
durante la temporada estival en Ceuta. De ellos, 5 son
‘reincidentes’. “Repiten porque el año pasado salió todo
perfecto”. Un médico y una psicóloga abren las puertas de su
percepción para que puedan mirarse por dentro. “Es básico
que sepan enfrentarse y soportar el rechazo inicial de la
sociedad”, explica Rodríguez. Un carácter participativo,
dialogante y entusiasta es la condición que se repite en
cada uno de los estudiantes que conforman este proyecto que,
a nivel nacional, alcanza ya su tercera edición en seis
centros del país. “Que puedan mantener la cabeza ocupada es
fundamental”, señala.
Y ¿qué sucede cuando llega septiembre?, “muchos internos que
tienen el título de Bachillerato se matriculan en la
universidad”. Aproximadamente 900 en 2005 y para el próximo
año se han inscrito 1050 a través de cuatro convenios con la
Generalitat de Cataluña, el ministerio de Defensa, la Uned y
el ministerio de Asuntos Exteriores. El último caso es el
más llamativo: españoles en prisiones extranjeras (Estados
Unidos, Francia, Japón o Australia, entre otros) que quieren
estudiar. “Son pocos cada año, pero su presencia es
significativa; es una demostración de que no hay lugar ni
momento para aprender”, reflexiona Rodríguez.
De todos ellos, alrededor de 600 reciben una subvención que
cubre la matrícula y los libros a cambio de un correcto
rendimiento académico (4 asignaturas troncales u 8
cuatrimestrales aprobadas en 2 años).
El 'boom' turístico
En la cárcel es “lo mismo que en la calle”. A la hora de
elegir carrera no hay diferencias. Derecho va a la baja
mientras que Informática, Administración y Dirección de
Empresas a la alza. Actualmente, las diplomaturas son un
éxito y, en concreto, “Turismo está siendo un 'boom'”,
apunta Rodríguez. Tres años de estudios a distancia en los
que los exámenes no son una excepción ni en fondo ni en
forma. En junio y septiembre un juez se traslada a cada
centro -salvo Soto del Real que necesita cinco por su
elevado número de alumnos- a realizar las pruebas. Después,
en sobre precintado se envía a la central. ¿Los baremos?
“Son los mismos que en el resto de universidades, totalmente
implacables”. Y es que todos los alumnos son desconocidos y
las garantías “deben” ser igualitarias, explica Rodríguez.
En la calle
El índice de aprobados es alto. En 2005, Instituciones
Penitenciarias realizó un estudio numérico y sólo unas
décimas distaban del número de diplomados de las
universitarios externos. En el título que expide la
Universidad a Distancia no se hace referencia a su período
en prisión. “Es una extensión universitaria, nuestros
alumnos son iguales que el resto”, insiste Rodríguez.
Teoría que en la práctica social no se cumple. Una vez en la
calle es donde llega el problema. “La inmensa mayoría aspira
a tener una vida normal, lejos de la delincuencia”. Las
posibilidades de encontrar trabajo no son altas porque el
grado de desconfianza prima. “Hay asesinos en serie y, a
partir de ahí, a cualquiera se nos puede cruzar un cable”. A
lo que añade, “Y luego están todos los que roban por
necesidad, porque no tienen nada que comer; eso si es un
drama”, lamenta.
La etiqueta de haber pasado por prisión deja marca, pero hay
empresas que creen en la reinserción laboral de los internos
y lo demuestran contratándolos. Rodríguez conoce un buen
número de casos que han encontrado trabajo en libertad
condicional. Incluso en tercer grado. Ejemplifica: un chico,
licenciado en informática en ‘Soto del Real’ tenía una
entrevista de trabajo y los contratistas no sabían nada de
su singularidad. “Yo no les puedo engañar”-decía- “imagina
que no consigo que me den el tercer grado”. Cargo de
conciencia elevado a la enésima potencia. A esta gran
preocupación Rodríguez le respondió: “y si un tren pasa por
tu puerta, ¿lo vas a dejar marchar?”. Una de tantas personas
que no cogió el expreso de medianoche, que huyo del ‘guetto’
de Varsovia. Con casos así, “¿cómo no voy a tener síndrome
de Estocolmo?”. Una complejo trabajo para hundir la flota de
la desconfianza social.
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La ‘resocialización’: concepto clave en el futuro de los
internos
La tendencia actual se dirige a
montar, dentro de las instituciones penitenciarias, todo el
circuito educativo del sistema de enseñanza español. En
paralelo, y enfocado a un público adulto, se entablan
convenios con institutos de cada zona. De esta forma,
personas que comienzan con la alfabetización básica,
“consiguen llegar al nivel universitario”, explica
Rodríguez.
Una elevación del proceso de “instrucción” que se ve
fuertemente representado en la etapa intermedia: los
talleres productivos que tienen las prisiones. Con una
perspectiva “resocializadora” del individuo, los internos
realizan un trabajo ‘tipo fábrica’ con el que les da de alta
en la Seguridad Social y cobran un salario simbólico que
suelen enviar a sus familias. Cableado de lavadoras, calzado
deportivo, ropa, pelotas de ‘pelotaris’, mil y un opciones
curiosas en las que los internos invierten tiempo, sudor y
energía con una finalidad: que las horas pasen más rápido.
A nivel internacional, Alemania, Francia, Lituania, Rumanía
y España están preparando un proyecto de investigación
estadístico, que se concluirá en 2007, en el que se
comparará la calidad educativa de las instituciones
penitenciarias de cada país y se pondrá sobre la mesa todo
lo mejorable.
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