Soy de los que opinan que tiempos
pasados nunca fueron mejores. De ahí que a nadie se le
ocurra tacharme de misoneísta; es decir, de ser hostil a las
novedades. Ahora bien, lo que sí es cierto que otrora ante
la carencia de medios y adelantos, quienes ejercían
cualquier oficio tenían que dar muestras de grandes
conocimientos para salir airosos de las pruebas a las que se
veían sometidos. Y, sobre todo, estaban obligados a mirar
por un duro de la empresa, por razones obvias. Ejemplos hay
muchos y podría ir enumerándolos, pero tampoco me son
necesarios para contar lo siguiente.
Carlos Orúe es un entrenador muy valorado en la
categoría donde suele entrenar. Porque cuenta en su haber
con varios éxitos que avalan su trabajo. El último que ha
realizado con la Asociación Deportiva Ceuta, debe
catalogarse como extraordinario. Lo dice alguien que se
especializó en tales tareas y conoce muy bien las
dificultades que entraña sacar a un equipo del abismo a
marcha forzada.
Ese buen hacer del técnico jerezano, con quien jamás he
hablado ni poco ni mucho, no dudé en reconocerlo desde las
páginas de este periódico. Y sigo pensando que su renovación
ha sido un acierto de la actual directiva. Pues en este
entrenador se dan varias cualidades que le permiten gozar de
una condición magnífica para que el primer equipo de la
ciudad camine con paso firme esta temporada.
Sin embargo, a uno que le pagan por opinar y que, por lo
tanto, ha de estar pendiente de cuanto se cuece a su
alrededor en lo tocante a las actividades públicas, le ha
extrañado las declaraciones que Orúe hizo el lunes pasado,
en este periódico, relacionadas con la necesidad que tiene
de que le contraten los servicios de un ayudante. Es decir,
de un segundo entrenador y a ser posible, lógicamente, que
éste sea de su total y absoluta confianza.
En esas declaraciones, Orúe cuenta que ya tiene un
preparador físico, un fisioterapeuta, un ATS, y, como estoy
citando de memoria, no sé qué misión desempeña la cuarta
persona que forma parte de su equipo. Me imagino que será un
entrenador de porteros.
Todo un lujo, sin duda, si nos detenemos a pensar que Orúe
es entrenador de un equipo de Segunda División B cuyo mayor
interés radica, según quienes lo subvencionan, en no
derrochar un dinero del que la Ciudad, desgraciadamente,
está escaso. Ya que no corren buenos tiempos y son los
socialistas quienes manejan las llaves de los caudales en
Madrid. Con lo que ello significa.
Pero bueno, eso es harina de otro costal y no quiero
desviarme de lo que considero más principal en estos
momentos: los argumentos que ha esgrimido Orúe para
informarnos de la necesidad que tiene de que le firmen un
segundo entrenador.
Aclara el técnico que al no vivir en Ceuta con su familia le
puede la soledad y el aburrimiento y está necesitado de una
persona con la que hablar de fútbol todo el día. Una persona
que, además, le permita a él encerrarse entre vídeos y
preparar resúmenes con que instruir a los futbolistas sobre
cómo juegan los rivales.
Y, créanme, leer lo relatado por el entrenador gaditano y
entrarme unas ganas locas de pedir una cita para
entrevistarme con quien confiesa algo así, para ver si, días
después de lo dicho, todavía sigue pensando lo mismo, es mi
mayor deseo. Porque de no retractarse de ello, yo le
recomendaría que, en vez de un segundo entrenador, lo que
más necesita es un jefe de relaciones públicas. Te pregunto,
Carlos Orúe: ¿cuándo la soledad y el aburrimiento impuestos
por intereses propios, debe ser motivo para que el club haga
un gasto millonario? Te has equivocado en el planteamiento.
Y, desde luego, en Ceuta se aburre quien ya de por sí es
aburrido. No lo olvides...
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