Dicen y debe ser verdad que, al
final, cada quisqui no puede disimular más y se muestra tal
como es en sus gustos y en sus amores. A pesar de que, en
muchas ocasiones, hayan sidos deshechado por aquellos que
ellos tanto amaban, no permitiéndole entrar a formar parte
de ese círculo que tanto deseaban porque no se fiaban de sus
intenciones.
Cuando esto ocurría, aquellos que se sentían despechados por
los amores de su vida, juraban venganza eterna cual joven
enamorado abandonado por el amor de su vida e igual que el
joven enamorado, con el corazón destrozado por el abandono
de que había sido objeto por parte de su media naranja,
buscaba cobijo en otro amor, sin sentir amor por este nuevo
amor, cuya compañía sólo le servía para iniciar su venganza.
Al principio se entregaban en dar, toda clase de atenciones
hacia ese nuevo amor al que, por cierto, volvemos a repetir
no amaban, pero que todas esas atenciones que tenían hacia
él les servían para demostrar, al amor de su vida, todo
cuanto hubiése hecho por él si no le hubiése deshechado.
Por contra el amor de su vida, ese que le deshechó, seguía
su camino sin acordarse para nada de aquel a quien, un día,
le había dado “puertas” por no considerarle digno de su
amor.
La venganza preparada por aquel despechado, por mucho que
intentaba mostrarle cual hubiése sido su destino de haberle
hecho caso, no suponía nada en absoluto para el amor de su
vida que, cada día, lo miraba con mayor indiferencia, sin
importarle, lo más mínimo, los pequeños triunfos que había
conseguido con su nuevo amor que, sólo le servía para esa
venganza absurda que juro llevar a cabo el día que le dijo
no.
Al final, cuando el tiempo va cicatrizando aquella herida
producida por el desengaño del amor, los que juraron
venganza eterna sienten nostalgia del primer amor de su
vida, y no tienen inconveniente en prestarle toda la ayuda
que necesite incluso trayendo a su lado, buscándole un
puestecito ganando una pasta gansa a alguno de los
familiares de su gran amor. Cosas veredes amigo Sancho.
La política y los políticos, me da la sensación de que son
muy parecidas al amor y al desamor de los enamorados
incluida la venganza.
Cuando un político se ve despechado por el gran amor de su
vida, ese partido al que siempre quiso pertenecer pero que
no le aceptaron y tiene que buscar acomodo en otro partido
de diferente idea al suyo, inicia su particular venganza
contra aquellos que impidieron su entrada en el partido que
él tanto amaba.
A igual que el enamorado despechado se vuelca con el nuevo
amor al que, por cierto, no quiere, el político se vuelca en
trabajar para ese nuevo partido en el que ha encontrado
cobijo pero que, naturalmente, no es el suyo, no le ama y
sólo le sirve, a igual que al enamorado despechado, para su
venganza personal.
Aquel partido que él tanto amaba y que le dijo que naranja
de la china, mira con indiferencia todo cuanto hace, sin
darle la más mínima importancia sabiendo que, cualquier día,
a igual que el enamorado, con el paso del tiempo, sentirá
nostalgia e incluso será capaz de darle un puesto de trabajo
bien renmerado a uno de los suyos, aunque haya que traerlo,
por un suponer, de tierra donde los olivares florecen y dan
uno de los mejores aceites de España. Ya lo cantaba el poeta
“olivareros de Jaén...”
Decía mí abuela, que todo el mundo sabe que era sabia, que
“la cabra tira al monte”,. Y, aquí, como aquellos
enamorados, algunos no pueden olvidar que el gran amor de su
vida, fue pertenecer a ese partido al que no le dejaron de
pertenecer porque no se fiaban ni un pelo de ellos y nos les
faltaba la razón.
Creer en personas que son capaces de cambiarse de chaqueta
con toda la facilidad del mundo es uno de los más graves
errores que se pueden cometer en política porque, por pura
lógica, si se traicionan a unas siglas, con la misma
facilidad se pueden traicionar a otras.
La nostalgia, los recuerdos, el gran amor de su vida, no se
pueden olvidar jamás, siempre se tiene un sentimiento hacia
ellos. Y más, si en algunas ocasiones, algunos de estos
políticos se han sentado a formar parte de un acto del
partido de sus amores aunque, ahora, militen en otro.
Aquellos recuerdos felices, de esos momentos, le vuelven a
la memoria con gran facilidad y los recuerdan con nostalgia
e a igual que los enamorados no pueden olvidar su primer
amor y están dispuestos a ayudarle en toda cuanto puedan
buscándole, incluso, un puestecito bien renmerado a algún
familiar de su primer amor.
Algunos políticos, se quiera a no, añoran a aquel partido,
el gran amor de su vida, que no pudo ser e a igual que el
enamorado están dispuestos a ayudarle a cualquiera que
pertenezca a él, dándole un buen puestecito ganando una
pasta gansa, aunque haya que traer, al gran beneficiado, por
un suponer, de Jaén .
“Olivareros de Jaén...”
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