El paro ha descendido en Ceuta más
de cuatro puntos, una cantidad que, en principio, invita a
la esperanza porque supone el descenso más acusado de los
últimos cinco años. Y ahora, con la puesta en marcha de los
Planes de Empleo, la cifra podría descender aún más. Y más
esperanza. Pero Ceuta necesita esperanza continuada y no a
trompicones. Los Planes de Empleo que pueden dar trabajo a
cerca de mil ceutíes están muy bien, pero se acaban. La
necesidad de poner en marcha políticas activas de empleo
comienza a ser urgente, sobre todo para evitar que más de
tres mil jóvenes decidan quedarse en la península después de
finalizar sus estudios universitarios; o que muchos
ciudadanos se queden bloqueados tras acabar contrato en los
tradicionales Planes, de los que salen sin formación y sin
la maldita esperanza. Políticas activas de empleo que la
Ciudad Autónoma ha decidido solicitar como competencia
propia a la Administración estatal, como punto de partida,
esperemos, de la emergencia de la economía local. Como el
famoso refrán que viene a decir que es mejor la caña que un
sólo pescadito en la mano, sería conveniente, si no de
recibo, que se comenzaran a sentar las bases del empleo
estable en Ceuta. No se trata tanto de subvenciones sino de
aportar seguridad al que decide montar un negocio; de formar
al personal; de prolongar la esperanza y el sustento. Los
datos del paro reflejan que hay un alto número de contratos
temporales y en términos interanuales, las cifras no son tan
halagüeñas porque el número de parados aumenta en más de
1.600 personas. Menos esperanza. Las mujeres son las más
desfavorecidas en el ámbito del trabajo, con una diferencia
de siete puntos. Esperanza malograda. Y como el empleo
proporciona un sueldo que permite pagar las facturas, la
educación, los caprichos, la casa, el agua, la luz, el
médico, la gasolina, el billete de barco, los zapatos, el
cine, el café con pastas y la peluquería hay que apresurarse
con su activación.
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