¿Han estado ustedes alguna vez
visitando en la cárcel a un familiar? ¿Qué no ha sido el
caso? Pues les aconsejo que no canten victoria porque,
vistos los fallos endémicos del sistema y la decadencia
fatal de la que son víctimas determinados estamentos, hoy
“cualquiera” puede acabar entre rejas. Con razón o sin
razón, con montaje o sin montaje, inocente o culpable. Si el
tipo en cuestión en encarcelado con razón, sin ser víctima
de un montaje y siendo culpable, por mi le pueden ir dando
mucho por el culo, con perdón de la palabra y me importa un
bledo, porque, todo delincuente debe estar pertrechado
psicológicamente para tener vacaciones eventuales en el
hotel la Reja y tomárselo con deportividad y
profesionalidad, en plan “gajes del oficio”.
Ahora bien, para la ciberderecha neocon, es decir, la
derecha moderna y neoconservadora defensora ardiente de los
valores occidentales, el que pueda acabar en prisión alguien
que no lo merece o, tras una largo via crucis penal, una
sentencia absolutoria, es algo inadmisible y que exige
responsabilidades mucho más feroces y contundentes que, tras
mendigar años, obtener una rácana indemnización del Sistema
por el tiempo en privación de libertad. ¿Qué si los de
nuestra tendencia política, filosófica y espiritual somos
muchos? Ustedes sabrán. Ustedes tienen la respuesta en su
interior y tan solo se han de parar unos segundos en
buscarla y que salga a relucir, más bonita que un San Luis y
absolutamente arrolladora. Porque, desengáñense los
vividores de la política, en Occidente arrasaremos o si no
al tiempo.
Pero hoy no voy a hablar del juez del gran autor Bertold
Brecha, si, aquel juez que era incorruptible porque nadie
podía inducirle a hacer justicia, la postura de mi
movimiento filosófico ante la Justicia y su sistema, tal y
como está planteado en la actualidad es de profunda
desconfianza y amarga decepción teñida por una especie de
rechazo visceral que surge de la boca del estómago, es una
sensación física y tiene mucho que ver con el vómito.
Dejémoslo a un lado. Hoy quiero hablar de la Vía Dolorosa,
algo que sonará tremendamente familiar a quienes, por
desgracia o por méritos propios de sus allegados, se han
visto impelidos a hacer largas colas ante una ventanilla,
con el carnet de identidad, el libro de familia o el
certificado de convivencia en la mano. El funcionario que
atiende suele ser adusto y dar la impresión de estar
agotado, como si le pesaran cada una de las horas que ha de
pasar atendiendo al público a cambio de un miserable
estipendio que en nada corresponde a las largas jornadas
laborales ni a la dureza de su profesión. Los funcionarios
de prisiones, para mí, son seres cansados pero admirables y
que están equipados psicológicamente para vivir de por vida
en una especie de tercer grado penitenciario, en situación
de semilibertad y eso quema, el contacto cotidiano con seres
humanos enjaulados, cada cual con el peso de su historia y
de sus vivencias a cuestas, achicharra, de hecho, para mi,
no hay dinero que lo pague, ni reconocimiento social que lo
compense.
Colas en las ventanillas y registros. Otro absurdo. En todas
las cárceles de España, los familiares comunican en sucios
locutorios a través de un cristal doblemente blindado y sin
posibilidad material ni física para tener el menor contacto
con el interno.¿A que tanta mierda de registros? La esposa
no le puede pasar al marido ni una lima ni una pistola,
porque el cristal se lo impide, el hermano no puede pasar
medio kilo de sustancias prohibidas, como no sea por
transmutación, el contacto es imposible ¿Por qué la
humillación del registro y del cacheo? Pagan hasta los
abogados, que también comunicamos a través de locutorios de
cristales blindados donde no podemos pasar ni un folio por
una ranura para recoger la firma en un escrito, pero nos
miran la cartera con gesto de sospecha como si lleváramos en
su interior la nueve milímetros parabellum. Les aseguro que
lo que llevamos los abogados españoles en nuestras carteras
es infinitamente menos peligroso que lo que llevan en sus
podridos cerebros los abogados batasunos cuando visitan y
dan instrucciones a los criminales terroristas, pero por
ahora no han inventado el tac cerebral que identifique los
malos pensares y sentires y esos entran con las manos libres
y la mierda en el coco. Y por cierto ¿Por qué casi nunca
funcionan en las cárceles los teléfonos de los locutorios?
Vamos, en las que existen teléfonos, en las otras la
confidencialidad de las comunicaciones garantizada en las
leyes se fractura a grito pelado, hablando a voces a través
del cristal asqueroso y sudando, porque hace calor y no hay
aire acondicionado, o tiritando, porque hace frío y sigue
sin haber climatización. Media hora amarga en la vía
dolorosa de las comunicaciones con los presos, pero media
hora que esperan ansiosos e ilusionados los encarcelados,
porque para ellos es la vida, como las comunicaciones
familiares , raro privilegio mensual.
¿Quieren ustedes palpar y observar la amargura en su estado
más puro? Vayan, vayan a la prisión un día en el que toquen
visitas, un fin de semana y contemplen los rostros de las
madres y de las esposas, de los padres y de los hijos. Hay
cárceles de postín donde, los comunicantes gozan hasta de
una humilde cafetería, como en Botafuegos, Córdoba o
Granada, cuando no de un mostradorcillo en el que se
dispensan cafés, como en Alhaurin, pero en otras no hay tan
raros lujos y es un esperar sudando o tiritando, esperar
horas para emprender la vía dolorosa que acaba ante un
cristal empercudido y hablando en un chillerío. ¿Qué dicen?
¿Qué si cuando detuvieron a Nuestro Señor Jesucristo dejaron
a su Madre visitarle? No lo se, no lo pone en la Biblia,
pero Jesús, para aquella gente, era un delincuente y su
Santa Madre familiar de preso. Si ustedes van por necesidad
a vivir su vía dolorosa, no se averguencen, antes que
ustedes le tocó penar a una mujer judía a la que le
detuvieron a su Hijo de treinta y tres años y en memoria de
aquella Madre, mi corazón está con todas las madres de los
presos, hayan hecho o no hayan hecho, no lo puedo evitar.
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