Los últimos veinte años han transformado los pilares del
Estado de Bienestar. El creciente peso de las clases medias,
las políticas creadas tras la caída del muro de Berlín, la
globalización y los movimientos demográficos que antes iban
al alza, ahora son preocupantes. A partir de los años
ochenta, cada vez existen más posibilidades de dependencia.
“Se ha convertido en el cuarto pilar del Estado de Bienestar
al pasar del triángulo clásico (sanidad, educación y
pensiones) a un rombo; el centro de gravedad se ha
desplazado”. Esta visión corresponde al rector magnífico de
la Universidad Nacional a Distancia, Juan Gimeno, que se
encargó, ayer, de inaugurar, con una conferencia, los cursos
de verano en Ceuta.
En el seminario, que versó sobre el ‘Estado de Bienestar:
Situación y perspectivas’, Gimeno redirigió el enfoque a los
países del norte, pero dejó claro que es necesario apostar
por el avance en los países en desarrollo.
La evolución de la oferta y la demanda hacia una sociedad
que se asienta en los bienes de lujo no será indefinida. “La
bandera del Estado de Bienestar es la democracia y cuanto
mayor sea la renta ciudadana, antes alcanzará un techo que
detendrá el crecimiento”, explica Gimeno.
El aumento de la calidad de vida deviene en exigencias.
Mejor sanidad, mejor educación y, consecuentemente, mejores
pensiones. “Las personas que años atrás garantizaron nuestro
bienestar son ahora un elemento clave”.
Las familias no están preparadas para hacerse cargo en gasto
y mantenimiento, las mujeres trabajan, los jóvenes estudian
y los afectados siguen necesitando atenciones. El cambio
sociológico marcado por la dependencia genera ahora “nuevas
tendencias” en el futuro del Estado de Bienestar.
A juicio de Gimeno, España necesita estabilidad, eficiencia
y participación ciudadana en la financiación de los recursos
públicos, aunque, de momento, “va de vuelta antes de ir”.
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