Al metijón se le nota, en el tono
de la voz, que está pasando su crisis por la eliminación de
España en el Mundial.
-Creo que estás a punto de salir corriendo para la consulta
del psicólogo, metijón.
-No me hables, Manolo, que la noche del partido
contra Francia no pude pegar un ojo. ¿Tan malos son los
futbolistas españoles?
-No. Son normales. Pero están creídos que son realmente unos
fueras de serie por mor de la prensa. Y, claro, luego llegan
unos veteranos a punto de jubilarse y los ponen en el sitio
que les corresponde.
-¿Te parece que dejemos de hablar de fútbol y toquemos otros
asuntos?
-Me parece la mar de bien.
-¿Qué me puedes decir de Manolo Coronado?
-¿A qué viene esa pregunta?
-¿Es cierto que hubo un tiempo en el cual partía el bacalao
en el partido?
-Hombre, lo único que yo sé al respecto es que todas las
personas tienen derecho a tener sus diez minutos de gloria,
y Coronado pasó por ese buen trance.
-Pues a mí me han dicho que, durante lo que tú llamas diez
minutos de gloria, había que cuadrarse ante él si querías
ser alguien en según qué cosas...
-Pues mira que bien: dichoso tú que tienes acceso a tan
buena información.
-Me da en las pituitarias que a ti no te gusta ni mucho ni
poco ahondar en este asunto.
-Llevas razón. De verdad que sí, metijón. Porque me siento
mucho mejor no sabiendo más de lo que ya sé de toda la
porquería que concierne al paso del GIL por esta ciudad.
-Has dicho al paso del GIL como si la ciudad estuviera ya
libre de los trapicheos y corrupciones pensados, en su
momento, por quienes un día arribaron a Ceuta trayendo como
garante al dueño de Imperioso.
-¿No estarás insinuando que los hombres del GIL siguen
haciendo y deshaciendo en lo tocante a las grandes obras
y...?
-Coño, Manolo, a veces pienso que estás siempre pensando en
las musarañas. A ver si te da, algún día, por espabilarte y
observas mejor lo que está ocurriendo.
-Hombre, yo sé que debido al pacto entre populares y
gilistas, traidores a su causa, ambas partes acordaron
respetar ciertas reglas del juego de los negocios que
estaban en marcha. Pero también me consta que el tejemaneje
quedaba controlado por quienes gobiernan.
-Ay, Manolo, voy adquiriendo la certeza de que estás en
Babia. Al menos, en cuanto a lo que estamos hablando. Mira,
el GIL, cuando llegó a esta ciudad, procuró por todos los
medios hacer negocios al estilo de Marbella. Negocios que no
vieron con malos ojos algunos prohombres de esta tierra. Y,
aunque la cosa no adquirió la dimensión de la trama
marbellí, ha dejado ramificaciones muy extendidas.
-Dame una pista...
-No.
-¿Por qué razón?...
-Porque yo sigo confiando en que Juan Vivas, cuando
gane las elecciones, sea capaz de acabar, de una vez y por
todas, con esa corrupción que no es la de la Costa del Sol,
pero que tampoco es tan incipiente como para que no necesite
ser sajada cuanto antes.
-Ahora te voy entendiendo. Pero antes tendrá Juan Vivas que
hacerse fuerte a la hora de confeccionar las listas con los
nombres de quienes seguro que le acompañarán en la victoria
y formarán su equipo de gobierno, ¿no?
-Desde luego que sí. Ese debe ser el primer paso que ha de
dar el presidente. Si no quiere que la carcoma del dinero de
los pelotazos le vaya royendo las ilusiones de quien
disfruta siendo presidente de un pueblo que estuvo abocado
al desastre, verbigracia Marbella, con la llegada del GIL.
-Cuánto sabes, metijón.
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