Gracias al Mundial he podido sacar
adelante varias columnas y, de paso, olvidarme de los
comentarios políticos. De ahí que la eliminación de España
haya supuesto un duro golpe para mí: que escribo para comer
y detesto las apariencias y los lucimientos públicos en
escenarios oficiales. No en vano, me he quedado sin temas
sobre una selección que había despertado pasiones.
A mí me gusta charlar con los políticos y con quien se
encarte en la plazuela o sentado a la mesa donde se sirvan
unas cañas y se intercambien opiniones. Es así como la
columna cobra vida: estando entre la gente sin presumir de
cargo ni alardeando de viajar por Europa a costa de una FEF
que está, desde hace mucho tiempo, en entredicho porque
alguien ha denunciado que en ella se han venido haciendo las
cuentas del Gran Capitán. En fin, ello es algo que será
aclarado por los jueces cuando corresponda.
Cuando escribía en El Faro, hubo un tiempo en el cual se me
pedía, insistentemente, que lo hiciera reclamando las
cuentas que nunca presentaba el presidente de la Asociación
Deportiva Ceuta. Y a mí me daba por responder siempre de la
misma manera: el ICD avala que las cuentas están
presentadas, auditadas y en toda regla. Por lo tanto, jamás
entraré al trapo de algo que no tiene sentido.
Recuerdo que, en aquel verano, los periódicos, es decir,
El Faro y El Pueblo andaban a la gresca y a mí me
tocó, como era habitual, defender el honor de un editor a
quien el entonces director de El Pueblo trataba de
ridiculizar todos los días y fiestas de guardar. Algo que
sucede entre los periódicos más reputados. Lo hice estando
en período de vacaciones y, por tanto, me quedé sin
disfrutar de la mitad de los días. Aunque entendí
perfectamente el tratamiento que había que darle al
rifirrafe y, por tal motivo, en su momento pude aceptar la
colaboración que me fue pedida por José Antonio Muñoz.
Tampoco cobré ningún dinero extra por la defensa que hice
del editor de El Faro. Puesto que la asumí como una
obligación más por mi pertenencia a la Casa. Sobre todo
sabiendo que las personas que estaban en la redacción ni
querían ni estaban capacitadas para intervenir en un asunto
que podía terminar como el rosario de la aurora.
Y qué decir de los colaboradores del periódico y de esos
asesores del propietario, que sólo les vale para rellenar
páginas, para adularlo y luego, en cuanto se ha dado la
vuelta, ponerlo como chupa de dómine. Todos se escondían
detrás de la mata y mientras unos dejaban de escribir, otros
nos contaban historias de la plaza de los Reyes. Uno de esos
colaboradores, sordo, según dice él; es decir, que se entera
de lo que le conviene, se violenta cada vez que se le anima,
desde aquí, a que presente las cuentas de la Federación de
Fútbol de Ceuta. Vamos, que se pone hecho un basilisco, unas
veces, y otras se hace el lipendi.
Quien tantas veces animaba a las autoridades a que el
presidente de la ADC, José Antonio Muñoz, hiciera pública
las cuentas del equipo, se revuelve ahora con ira de
sepulcro blanqueado contra quien le recuerda lo que debe ser
una obligación de su cargo. Digo yo. Porque los dineros
federativos, manejados durante más de dos décadas, tendrán
que estar asentados en algunos libros. Por todo ello, y
porque el que escribe no se lo ha llevado calentito nunca,
ni ha pedido que le coloquen a dedo a ningún familiar, y es
capaz de decir no los editores de los medios, cuando se hace
necesario, es por lo cual anuncia que seguirá insistiendo en
que se nos diga si el presidente de la Federación de Fútbol
de Ceuta está obligado a hacer una auditoría pública.
Más fácil, imposible. O sea, como a Fernando VII le
ponían las carambolas.
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